Sobre lo que Somos y los Instrumentos

Lo siguiente son unas reflexiones, desde la psicología, acerca de lo que somos.


Uno tiene siempre la sensación de ser el mismo, aún sabiendo que su cuerpo ha cambiado desde que nació, y aún sabiendo cuánto ha cambiado su personalidad y forma de pensar desde la niñez y la adolescencia. Aún así, al ver a alguien que se golpea la cabeza y cambia su personalidad totalmente, uno se sorprende, porque él, a pesar de todo lo que ha cambiado de un instante a otro, cree ser el mismo de siempre, no se da cuenta del cambio tan repentino que ha sufrido. Esto se llama anosognosia, se usa específicamente para referirse a cuando un paciente no es capaz de notar sus cambios por motivos neurológicos; pero este desconocimiento es en realidad de lo más natural.

Y es que personalidad, consciencia, e identidad no son la misma cosa. La consciencia es una capacidad, la capacidad de percibir el entorno y responder a él; la identidad es una idea, y la personalidad una serie de procesos más frecuentes de interrelación de ideas, afectos y sensaciones. Si una persona pierde la memoria tras un golpe, puede conservar intacta su personalidad, a todos les parecería que es el mismo de siempre, pero él no recuerda quién era; en cambio, una persona por daño neurológico puede perder todo lo que antes caracterizaba su personalidad, pero cree seguir siendo el mismo y recuerda quién era y de qué era capaz, aunque ahora le parezca que no le ha estado yendo tan bien como antes.

Así que esta anosognosia no sólo le ocurre a las personas cuando no notan sus déficits funcionales de origen neurológico, sino que nos sucede a todos a cada instante. Uno cambia y aún así siente que es el mismo, y esto es porque nuestra identidad es una idea y nada más. Y a las ideas uno les puede agregar, quitar o modificar cosas. Y así, si a un carro viejo, poco a poco le cambiamos todas sus partes, al grado que poco o nada queda de lo que era cuando recién lo compramos, seguimos diciendo que es el mismo carro. Lo mismo hacemos con nosotros, aunque hayamos cambiado tanto desde el nacimiento, que de lo que fuimos ya no queda nada, y aún así, sentimos que siempre hemos sido el mismo.


Por esto, cuando alguien dice que hay que conocernos a nosotros mismos, en el sentido de examinarse como se examina un carro y decir «es de tal marca, tiene 4 llantas, su motor es de tantos cilindros, gasta tanta gasolina, etc.», es ridículo. Porque por el paso del tiempo, somos más como el río, por el que no pasan nunca las mismas aguas; más como una novela que, al leer cada capítulo, cambiara éste a veces mucho a veces poco, como quien quiso estudiar una carrera y al reprobar o no ser seleccionado se inventa a sí mismo que «en realidad yo no quería estudiar eso, porque de ser así, lo habría logrado», para así no sentir el fracaso. Recordamos muchas cosas, pero de ellas es difícil saber qué tanto fue fiel con lo acontecido, y qué tanto cambiamos para sentirnos mejor.

Además, todas esas cosas que ocurren sin que participe nuestra consciencia, nos revelan que nosotros somos sólo una idea, y que lo que somos en realidad es algo desconocido que mueve nuestros recuerdos, pensamientos y acciones. Sentimos, pero nuestras sensaciones son ligadas directamente con esa idea que creemos ser; pero hay más cosas que ocurren en nuestros cerebros de las que no tenemos noticia.

I
El Proxy

Dado que la identidad es una idea, y la actividad completa de la mente es otra, es necesaria una palabra para referirse a la actividad mental total, sin hacer referencia a la idea que creemos que somos. Al conjunto de la actividad de la mente lo llamo «proxy». Así, el proxy es lo que sostiene la identidad, mueve nuestro cuerpo cuando nosotros lo movemos, y nos maneja, en general, como un titiritero. 

Digamos, que es como el ojo, miramos, pero el ojo nunca está dentro de su campo visual, a no ser mediante un espejo o una foto, y en tal caso, es diferente el ojo de su reflejo; aquí, la identidad sería un reflejo, a veces muy distorsionado a veces poco, del proxy.

O para poner otro ejemplo, uno puede ver la luz que genera el fuego, y éste genera sombras para todos los objetos que ilumina. Pero si pones fuego delante de otro fuego, el primer fuego no le generará una sombra al segundo. Así, el proxy sostiene la identidad individual, como el fuego le genera sombra a los objetos; pero el proxy, como el fuego, no tiene sombra, no aparece por sí mismo como una idea. Sino que a lo mucho, generará una sombra del objeto que está consumiendo para brillar.

El proxy es el conjunto de toda la actividad mental. Y hay un proxy por cada organismo. Yo no hablo en términos de cuerpo y alma porque soy monista, éstos dos son una misma cosa, y les muestro por qué:

Un cuerpo, sin alma podría existir, pero se extinguiría, es inviable. Un alma sin cuerpo sería absurdo, entiéndase «alma» en su sentido original como «movimiento», de ella viene la palabra «animado», y no podría haber un «movimiento» de algo que no existe; no podría haber un objeto «animado» que aún así no existiera.

Además de esos dos conceptos, hay uno tercero que a veces no meten en la fórmula, y es el ambiente. Un cuerpo y alma, sin ambiente en el que se desarrollara y viviera, sería absurdo.

Por esto, el proxy es como un sincategorema, es decir, es como una de esas palabras que no significan nada, pero sin las cuales no tendría sentido hablar. Por ejemplo, la palabra «de», uno puede ubicar la palabra y decir: aquí está, está compuesta por la «d» y la «e», y puede uno distinguirla de entre las demás palabras. Pero en su aspecto funcional, la palabra «de» va más allá de sí misma, necesita de otras palabras a su alrededor, mínimo dos, y les da sentido a su conjunción. Así es el proxy, podemos ubicarlo más o menos y decir que hay uno por cada organismo, pero funcionalmente es transitivo, va más allá de sí mismo. La palabra «ser» es un verbo copulativo, necesita de otras palabras con ella. Así, el proxy sin cuerpo, sin movimiento, y sin ambiente, no tendría sentido.

Nosotros crecimos, además de en un ambiente, en una cultura desarrollada a lo largo de millones de años, y biológicamente descendemos de muchos millones de años más de seres vivos que han evolucionado con el tiempo. El lenguaje que usamos para comunicarnos, y la historia de nuestros familiares, y todas las personas con las que tenemos contacto directa e indirectamente.

Por eso, podemos decir «aquí estoy», pero aún si el proxy dijera eso, no tendría sentido que se redujera a «conocerse a sí mismo» sin saber exactamente por eso, que él es más que el cuerpo, los pensamientos y sentimientos que tiene en un momento específico. Porque funcionalmente lo abarca todo así como una palabra en un discurso, podemos ubicarla, pero la palabra con otras forma un sintagma, y éste con otros sintagmas forma oraciones, y las oraciones con otras discursos. Y para entender una sola, no basta con examinarla aislada, sino que es necesario reconocerla en su contexto y su inmensa complejidad, hasta ver que cada palabra tiene su función en la totalidad.

II
Los Instrumentos

Vemos a los perros, tigres, osos y tiburones con armas mortales en su cuerpo, y comparándonos desnudos con ellos, nos sentimos débiles. Pero el error está en compararnos como si siempre estuviéramos desnudos, como si no tuviéramos nada. Porque hasta hoy, por accidente, hemos extinguido a muchos animales ya, y hemos estado provocando una crisis medioambiental que podría matarnos a todos nosotros. Y eso los colmillos y garras de ningún animal podrían provocarlo.

Así como vemos los colmillos y garras de un lobo y los consideramos partes inherentes del lobo, así también debemos ver nuestros instrumentos y considerarlos partes inmanentes de nosotros, como órganos que tenemos por fuera del cuerpo.

La inteligencia es la capacidad para resolver problemas, y mediante los instrumentos, alguien con una calculadora es tan capaz de resolver problemas matemáticos como alguien con la habilidad de calcular mentalmente. Porque la habilidad del que sabe calcular fue puesta en la calculadora. Y no es el que calcula mentalmente más inteligente que el que usa instrumentos, porque las matemáticas se desarrollan practicando primeramente con cuentas en los dedos, en papel, en ábacos y diversas técnicas, y una vez que uno se habituó a usar esas técnicas e instrumentos, éstos se llevan a cabo mentalmente. El que resuelve cálculos mentalmente no lo hace por algún poder especial, lo hace porque usó tantas veces los instrumentos, que ahora los tiene dentro de su cabeza, y allí los utiliza.

Uno puede programar una calculadora, y no por eso diremos que la calculadora es inteligente, porque ella sólo sigue instrucciones de un algoritmo ya diseñado. La inteligencia se refiere a la entidad que es capaz de hallar soluciones a los problemas que un algoritmo establecido no puede.

Conclusión

Por estas cosas, no empezamos en la cabeza y terminamos en los pies; empezamos en el origen del universo y terminamos en la eternidad. Podemos ubicarnos en un solo lugar, pero funcionalmente nos extendemos hasta abarcarlo todo.

Así, soy de opinión contraria a quienes dicen que para conocerse a sí mismo hay que subir a una montaña y aislarse del mundo, como si uno pudiera siquiera ser algo estando solo, sin que en su cuerpo y forma de pensar hubiera millones de años de evolución biológica y cultural; y también contrario a quienes dicen que para aceptarse a sí mismo hay que desnudarse frente al espejo, como si uno se redujera a ese cuerpo que nos dio la Casualidad; ni como quienes predican por el desapego más rotundo, porque la evolución nos ha llevado hasta acá sintiendo apego, y no todos los animales lo sienten.

En la cultura actual el desapego es más o menos recomendado, por la herencia del desprecio cristiano hacia la materia, y a veces por la influencia de las sabidurías de Oriente. Y nos parece raro que en otros tiempos antiguos las personas quisieran irse al otro mundo con sus objetos materiales.

Hace unas semanas fui a un temazcal, el hombre que dirigía el ritual dijo que lo ideal sería entrar desnudos, mis amigos y yo entramos, igual que los demás, con ropa; unos pantalones cortos los varones, y las féminas con vestidos u otras ropas ligeras. Dijeron que entrara como más cómodo me sintiera, así que entré con la camiseta de manga larga, y unos pantalones de mezclilla, pues así visto yo y toda mi ropa es más o menos igual. Cuando empezó a hacer calor me desabotoné, y me la quité. Luego de acabado el ritual mis amigos y yo contamos la experiencia, y ellos parecieron coincidir en que, como fuera, sin nada puesto, sea que uno esté conforme o no con su cuerpo, eso es lo que uno es y nada más. 

Pero a mí me parece distinto. Soy el vértice de una telaraña, lo que soy va más allá de mí; soy el piano que toco, soy la música que sale, y el movimiento del danzante; soy mi computadora, lo que escribo, y la mirada que me lee; soy la araña, soy mi cuerpo, soy mi ropa, y la mosca que atrapada grita ante la araña; y nunca llegué al mundo, ni me iré.

Distinto de las otras perspectivas, mis dioses me han dicho: «estando en cualquier lugar, con tu ropa y tus cosas, mírate a ti y alrededor, y reconoce que eres todo lo que la Casualidad, la circunstancia, los instrumentos, tus amigos y habilidad te han permitido».

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