Acerca del Caso de Neurosis Demoníaca en el Siglo XVII

Lo siguiente es el texto que presenté como ponencia en el Grupo de Estudios Psicoanalíticos de Sinaloa, el 5 de mayo del año 378 después de Newton. Al final incluí algunos de los comentarios que me hicieron en el momento.


Aquí analizaremos y contrastaremos Un caso de neurosis demoníaca en el siglo XVII, de Sigmund Freud. Él toma el caso de un libro compuesto por dos partes, la primera un informe escrito en latín por un monje, y la segunda un fragmento del diario del paciente, escrito en alemán. Además, una última parte que consta de un testimonio del abad Kilian de San Lamberto.

Freud no toma el caso para confirmar el psicoanálisis, sino que dice:

No es tampoco nuestra intención utilizarlo como prueba de la validez del psicoanálisis; por el contrario, presuponemos desde luego válido el psicoanálisis y lo utilizamos para explicar la enfermedad demonológica del pintor. (pág. 2683).

Aún así, a partir del caso expone conjeturas que vienen desde Tótem y tabú para sustentar su interpretación del caso; y las mismas conjeturas parecen ser implicadas por el análisis del caso, formándose un círculo hermenéutico.

Además de tratarse de un círculo, el problema es que se trata también de una serie de afirmaciones falsas y generalizaciones inapropiadas. Por ello, comenzaré exponiendo sobre los errores de sus fundamentos interpretativos, y de las consecuencias que implica el caso a nivel social. Estas son

 

Correcciones de Asuntos Religiosos y Teológicos

 

En el siglo XIX d.C. Freud atendió casos de histeria, que simulaban enfermedades orgánicas, esto sucedía hacia finales de la ilustración; el caso que estudia es de dos siglos atrás, es decir, un siglo y medio antes del inicio de la ilustración. El «caso de neurosis demoníaca» sucede en el siglo XVII, el último siglo de las cacerías de brujas, y el mismo en que Newton publica su Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica.

Freud (2012 [1923]) dijo: “No deberemos asombrarnos de que las neurosis de estos tiempos antiguos aparezcan bajo vestiduras demonológicas, en tanto que las de nuestra época actual, antipsicológica, revisten aspectos hipocondríacos, mostrándose disfrazadas de enfermedades orgánicas. (pág. 2677).

Pero Freud tenía un entendimiento limitado de las culturas no judeo-cristianas. Él afirma generalizando:

Los casos de posesión diabólica corresponden a nuestras neurosis, para cuya explicación acudimos nosotros de nuevo a la acción de poderes psíquico. Los demonios son para nosotros malos deseos rechazados; ramificaciones de impulsos instintivos reprimidos. Rechazamos tan sólo la proyección al mundo exterior de que la Edad Media hacía objeto a tales poderes anímicos y los hacemos nacer en la vida íntima del enfermo, en la cual moran. (pág. 2677).

Pero esto no debe generalizarse, pues antiguamente no sólo los malestares psicológicos eran atribuidos a demonios, sino también a dioses y espíritus varios, dependiendo de cada cultura; y además, también se les atribuían malestares orgánicos. Por ejemplo, la epilepsia, que la atribuían los griegos a Pan y las ninfas, llamándole «pánico» y «nympholepsia». Y no sólo malestares como éste, relacionados a la mente de alguna manera, sino también otra clase de malestares orgánicos.

Paracelso, un médico y alquimista importante que vivió entre los siglos XV y XVI, decía que había 5 causas de las enfermedades, y por ello, 5 clases de medicina para tratarlas.

Según él, las enfermedades podían ser causadas por 5 entidades. Los astros pueden enfermar a la gente, y dijo, no tiene caso intentar curar a alguien sino hasta que los astros que causan la enfermedad cambien de posición. Los venenos, incluyéndose como veneno cualquier cosa a la que se le cambie su finalidad, o que se exceda en su cantidad apropiada. La entidad natural, de la cual dice, todos tenemos y nos desgasta poco a poco por el simple hecho de estar vivos. La entidad de Dios. Y los espíritus, y no sólo de los demonios y castigos divinos, sino incluyéndose el espíritu de las personas con las que tenemos contacto a diario, dice:

Nuestro propio espíritu, por ejemplo, puede entablar conocimiento con el espíritu de otro hombre cualquiera y ambos tratarse y conocerse entre sí exactamente como podemos hacerlo corporalmente él y yo. Los espíritus utilizan entre ellos un idioma propio con el que se hablan libremente, sin que los unan o relacionen en cambio nuestros discursos humanos.
De todo esto puede resultar, como comprenderéis, que dos espíritus mantengan entre ellos afinidades, enemistades u odios y que el uno alcance a herir al otro, igual que los hombres entre sí. De esta manera decimos que puede haber lesiones del espíritu, por cuanto el espíritu mora en el cuerpo y se traduce en él; y el cuerpo, consiguientemente, sufrir y enfermar, no materialmente puesto que no se trata de una Entidad Material, sino por el espíritu.
...
Por aclarar aún más este discurso debo expresaros que los espíritus no están engendrados por la razón, sino por la voluntad. Todo lo que vive de acuerdo a su voluntad, vive en el espíritu, así como todo lo que vive de acuerdo a la razón lo hace contra el espíritu.
De la razón nace el alma y no el espíritu, el cual es obra exclusiva de la voluntad, esto es, del “querer”. (págs. 89-90).

Puede verse que las perspectivas y explicaciones que tenían en otras épocas son mucho más variadas de lo que suponía Freud.

Freud dice en el texto:

Ahora bien, hay algo seguro, y es que los dioses pueden convertirse en demonios cuando nuevos dioses los desplazan. Cuando un pueblo es vencido por otro, los dioses de los vencidos suelen convertirse para los vencedores en demonios. El demonio de la religión cristiana, el diablo de la Edad Media, era, según la misma mitología cristiana, un ángel caído y de naturaleza igual a la divina. No hace falta gran penetración analítica para adivinar que Dios y el diablo eran, en un principio, idénticos, una sola figura disociada más tarde en dos de cualidades opuestas. En los tiempos primitivos de las religiones, Dios mismo integraba aún todos aquellos rasgos temerosos que luego fueran reunidos para formar su antítesis. (págs. 2684-2685).

Y todo esto es falso, excepto lo último que es solamente inexacto.

Los dioses verdaderamente pueden convertirse en demonios cuando otros llegan, pero esto sólo ha pasado, hasta donde yo sé, con el monoteísmo, el cual es casi consustancialmente intolerante. Pasó con el zoroastrismo, el maniqueísmo, el judaísmo, el cristianismo y el islam, pero nada más sé de unas muy pocas veces que esto haya pasado en el politeísmo.

Por su parte, la evocatio está históricamente atestiguada en diversas ocasiones a lo largo de la historia romana. Se trata de un rito que permite al jefe del ejército romano invitar a los dioses tutelares de la ciudad enemiga sitiada a abandonar la ciudad y venir a residir a Roma, donde les serán construidos templos más dignos de ellos. La apertura y la tolerancia de la conciencia religiosa romana con relación a las divinidades extranjeras encuentra aquí una expresión particularmente penetrante. El panteón romano, como es bien sabido, se incrementó incesantemente con la adjudicación de dioses de orígenes diversos, etruscos, griegos, itálicos, orientales, etc. (Bloch, y otros, 2014, págs. 247-248).

La mentalidad politeísta es mucho más tolerante, y no convierte a los dioses ajenos en malignos por defecto, ni los niega. Y los ocupantes de una tierra conquistada no necesariamente pensaban mal respecto a los dioses de los pueblos vencidos, sino que pensaban de otra manera, más similar a como dice la Torah:

Pero como no temían a YHVH, sucedió que cuando empezaron a habitar allí, YHVH envió leones contra ellos, y mataron a muchos de ellos. Y dijeron al rey de Asiria: La gente que trasladaste y pusiste en las ciudades de Samaria, no conocen la costumbre del Elohim de esta tierra, el cual ha enviado leones contra ellos, y he aquí los están matando, porque no conocen la costumbre del Elohim de esta tierra.
Y el rey de Asiria dio instrucciones diciendo: Traed alguno, que vaya y habite allí, y les enseñe la costumbre del Elohim de la tierra. Y llegó uno de los sacerdotes que habían transportado de Samaria, y habitó en Bet-El, y les enseñó cómo habían de temer a YHVH. (2 Reyes 17:25-28).

El segundo error es, parece, debido a que Freud no conocía mucho la cosmovisión cristiana. Dice que el Diablo era en principio un ángel caído y de naturaleza igual a la divina. Y sí, según la cosmovisión cristiana es un ángel caído, pero no era igual a Dios, sino que quiso igualársele y Dios lo derribó. Ello no los hace de naturaleza idéntica. Porque Dios es inconmensurable, omnipotente, omnisciente; y en cambio, Lucifer fue vencido y derribado, además de que es un querubín, un ser con, digamos, alguna clase de cuerpo por lo menos espiritual, pues se lo describe hermoso y a todos los querubines con tres pares de alas, de manera que tiene muchísimo menos que los enormes atributos de Dios.

Freud dice que no hace falta mucho análisis para saber que Dios y el Diablo fueron en principio uno mismo que luego se disoció en dos, con cualidades opuestas, pero esto jamás pasó históricamente ni así tampoco en ninguna teología. Aquí cabe la posibilidad, con esta mayor exactitud, de interpretar que el Diablo no fuera la cara del padre de la que no queremos acordarnos ni ver, sino la representación de uno mismo, del hijo parricida que quiere igualársele.

Algo similar podría decirse, pero no exactamente aquello. Y es que en el judaísmo Adonai es el creador del bien y del mal, y Samael, el equivalente al Diablo o Lucifer cristiano, es un ángel obediente de Adonai. Esto permanece similar en el islam, donde también Dios es el creador del bien y del mal. Verdaderamente, en el cristianismo se disociaron las cualidades, haciendo que Dios fuera puro amor y bondad, y haciendo al Diablo el responsable de la maldad. Pero ello no nos permite considerar a una religión más avanzada que la otra, sino tan sólo diferentes.

Por otro lado, algunos grupos gnósticos sí parecieron haber disociado a Dios, en que consideraron al dios de la Torah malvado, mientras que a Jesucristo lo consideraron el Dios bondadoso. Pero esto se debe a diferentes interpretaciones de un mismo texto, no a una disociación como un mecanismo de defensa. Es algo más similar a como cuando uno dice una frase con dos significados posibles y uno puede entender primero uno de los dos y quedarse con ese sin notar el otro significado posible.

Tenemos, pues, que algunos puntos de partida de Freud para la interpretación del caso, son erróneos, así como también algunas de las conclusiones que saca para la historia de las religiones. Por ello, vale la pena revisar el caso, aunque teniendo en cuenta que, por no contar con el texto que él analiza, esto no tiene más alcance que correctivo y dubitativo. Además de que, por ser un texto escrito, y no su paciente, podemos estar seguros de no alcanzar casi nada con ninguna seguridad.

Pero por lo que tenemos hasta aquí, hay que preguntarnos acerca de la forma en que se expresan los síntomas en las distintas épocas y culturas. En la época de Freud se expresaban como emulaciones de enfermedades orgánicas, y antiguamente por influencia de espíritus, demonios, astros y dioses. Y podríamos pensar que, estando la gente más informada sobre la psicología, expresarían sus dolencias psíquicas de un modo auténtico, ¿pero cómo sería eso? ¿Cómo podría expresarse un sufrimiento psíquico de una forma que no fuera cultural?

Según me parece, las formas en que se expresaban las dolencias psicológicas en la antigüedad, no eran menos falsas que las formas en que se expresaban en la época de Freud y en nuestra época. Pues antes la gente entendía los dolores en los términos de su cosmovisión, al grado que incluso las enfermedades orgánicas las trataban con ensalmos, oraciones y hechizos; hoy nosotros entendemos los dolores en una dicotomía entre psíquicos y orgánicos, y de tal manera los tratamos y, seguro, expresamos. Y por eso, si acaso toda la gente en el mundo supiera las más populares teorías psicológicas acerca de los distintos tipos de malestar seguramente sus síntomas serían acordes a estas teorías, precisamente por emularlas, por expresar su malestar del modo en que culturalmente se explica el mundo, igual que en la antigüedad.

Es decir, que así como Freud decía que los demonios eran deseos reprimidos, igual que antes Cristóbal Haitzmann llegó con los monjes diciendo que había hecho un pacto con el Diablo, en nuestra época o en el futuro alguien podría llegar diciendo que tiene deseos reprimidos, y no sería menos falso que lo dicho por Cristóbal Haitzmann, o que lo vivido por cualquier histérico.


Vista General del Caso


Freud relata:

Haitzmann llevaba varios meses de residencia en Pottenbrunn, dedicado a su arte. El día 29 de agosto anterior, hallándose en la iglesia, se vio acometido de terribles convulsiones, y al repetirse tales ataques en días sucesivos, el præfectus Domini Pottenbrunnensis le había examinado preguntándole qué es lo que le atormentaba y si había tenido tratos ilícitos con el demonio. A lo que el pintor respondió que, efectivamente, nueve años antes, en una época de desconfianza en sus dotes artísticas y en la posibilidad de subsistir, había cedido a las sugestiones del demonio, que ya le había tentado nueve veces, y se había comprometido, por escrito, a pertenecerle en cuerpo y alma pasado cierto plazo, que expiraba precisamente el día 24 del mes en curso. El desdichado se arrepentía de su locura y estaba convencido de que sólo la gracia de la Santísima Virgen de Mariazell podría salvarle, obligando al Malo a devolverle el contrato escrito con sangre. (pág. 2678).
...
Después de la prolongada oración y penitencia en Mariazell, el día 8 de septiembre, conmemoración de la Natividad de Nuestra Señora, cerca ya de la medianoche, el demonio, bajo la forma de un dragón, se le apareció en la capilla del monasterio y le devolvió el pacto, escrito con sangre. (pág. 2679).
...
El milagro era grande, e indubitable la victoria de la Santísima Virgen sobre Satanás; pero la curación no fue, por desgracia, duradera. (...) El pintor partió a poco de Mariazell en perfecto estado de salud, y se trasladó a Viena, instalándose en casa de una hermana suya. Y allí comenzó a sufrir luego, desde el 11 de octubre, nuevos ataques, algunos muy graves, de los cuales nos informa el Diario hasta el día 13 de enero. Fueron visiones y ausencias en las que veía y vivía las cosas más diversas: convulsiones, acompañadas de intensos dolores; parálisis, una vez de las piernas, etc. Ahora no era el diablo quien se le aparecía para atormentarle; eran figuras sagradas: Cristo y la misma Virgen María. Pero lo curioso es que tales apariciones celestiales y los castigos que le imponían no le causaban menos tormentos que antes sus tratos con el demonio. En consecuencia, interpreta también en su Diario estas apariciones como obra del demonio, y habla de maligni spiritus manifestationes cuando en mayo de 1678 hubo de regresar a Mariazell.
Ante los religiosos alegó como razón de su retorno que aún debía reclamar al diablo otro pacto anterior, escrito con tinta. También esta vez fue asistido por la Virgen María y por los piadosos monjes de Mariazell en el logro de sus deseos. (...) Oró de nuevo y le fue devuelto el documento. Luego se sintió ya totalmente liberado e ingresó en la Orden de la Merced.
(...) El reverendo padre provincial de la misma informa que el hermano Crisóstomo había sido aún objeto de repetidos ataques por parte del espíritu del mal, el cual había tratado de inducirle a un nuevo pacto, aunque precisamente sólo en aquellas ocasiones en que el hermano «había bebido vino con algún exceso». Por fortuna, y con la ayuda de Dios, le había sido siempre posible rechazar las sugestiones del Malo. (pág. 2680).

 

El Pacto con el Diablo

 

Freud relata:

El diablo puede procurar como precio por el alma inmortal, muchas cosas que los hombres estiman grandemente: riqueza, seguridad contra los peligros, poder sobre los hombres y sobre las fuerzas de la Naturaleza, artes mágicas y, ante todo, placer, el placer dispensado por hermosas mujeres. Estos presentes del demonio suelen aparecer, además, expresamente consignados en los pactos con él concertados. (pág. 2681).

La razón de que sea posible hacer un pacto con el Diablo es que cuando Jesucristo fue al desierto,

lo lleva el Diablo, (...) a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Pero Jesús le dice: ¡Apártate, Satanás!, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás. (Mateo 4:8-10).

Es decir, que todos los reinos del mundo le pertenecen al Diablo, y ello Jesucristo no se lo reprocha, sino tan sólo que le pidiera adoración. De este modo, es posible en el cristianismo que alguien haga un pacto con el Diablo, realmente, a cambio de cualquier cosa de este mundo.

Pero, como contraste, aunque es posible en muchas religiones hacer un pacto con los dioses, pues de hecho, así comenzó el judaísmo, como un pacto del pueblo con su dios nacional, no es posible en todas las religiones. En el judaísmo Samael Ha-Satán es un ángel al servicio de Adonai, no tiene libre albedrío, sino que es tan sólo, igual que todos los ángeles, un instrumento de la voluntad de Adonai, por ello para un judío es totalmente ilógico hacer un pacto con Samael.

Lo que sí habría que explorar es la segunda afirmación, Freud dice que los pactos con el Diablo suelen llevar escritas las demandas de riqueza, poder, o mujeres, aunque casi estoy seguro de que él jamás vio un pacto con el Diablo aparte del de Haitzmann.

Freud se pregunta por el motivo del pacto de Haitzmann con el Diablo, y cita textualmente y dice:

«Hace año y medio se me apareció, por tercera vez, en esa horrenda figura, con un libro en la mano, en el que se trataba de hechicería y magia negra...»
Más por la nota correspondiente a una aparición posterior nos enteramos de que el demonio le reprocha violentamente «haber quemado el libro que antes le ofreciera» y le amenaza con hacerle pedazos si no se le devuelve.
En la cuarta aparición, el demonio le enseña una gran bolsa amarilla y un ducado, y le ofrece procurarle, en cualquier momento, tantas de aquellas monedas como desee. Pero el pintor se vanagloria de no haber aceptado ni una sola.
Otra vez le pide que busque diversiones y placeres. A lo cual el pintor observa que así lo hizo, «aceptando a su demanda, pero sólo por tres días», al cabo de los cuales volvió a hacer vida retirada.
Puesto que nuestro héroe rechaza así las artes mágicas, el dinero y el placer cuando el diablo se los ofrece, no podemos admitir que antes pusiera la obtención de tales cosas como condición del pacto, y se nos hace realmente preciso averiguar qué es lo que deseaba recibir del demonio al venderle su alma.
El Trophaeum nos informa concretamente sobre este punto. Haitzmann había caído en honda melancolía; se sentía incapaz de trabajar en su arte, o sin voluntad para ello, y le preocupaba amargamente la idea de una muerte próxima. Padecía, pues, una depresión melancólica, con inhibición de la capacidad de trabajo y miedo (justificado) a morir pronto. (pág. 2681).

Primera aparición del Diablo a Haitzmann
Freud nota entonces, que el mismo Cristóbal usa la palabra «melancolía» para describir su estado en un tiempo, y que los monjes mencionan que estaba triste por la muerte de su padre,

siendo entonces cuando se le apareció el demonio, y después de preguntarle por qué estaba triste, le prometió «ayudarle y favorecerle cuanto pudiera».
Nos encontramos, por tanto, ante el caso de un individuo que vende su alma al diablo para ser libertado de una depresión de ánimo. (pág. 2682).

Como hemos visto, Haitzmann hizo dos pactos con el Diablo, el primero hecho con tinta, y el segundo con sangre. Y ambos fueron reproducidos por los monjes en el libro, Freud los cita textualmente, decían:

 

López-Ballesteros

Etcheverry

Alemán

Tinta

Yo, Cristóbal Haitzmann, me obligo a este señor, como hijo suyo fidelísimo, por nueve años. Año 1669

Yo, Christoph Haizmann, me suscribo con este Señor: a ser su hijo carnal por 9 años. Año 1669.

Ich Christoph Haizmann undterschreibe mich disen Herrn: sein leibeigener Sohn auff 9. Jahr. 1669 Jahr.

Sangre

Año 1669. Cristóbal Haitzmann. Me obligo a Satanás y me comprometo a ser su hijo fidelísimo y a entregarle, dentro de nueve años, mi cuerpo y mi alma.

Año 1669.

Christoph Haizmann. Yo me comprometo con este Satán a ser su hijo carnal, y a pertenecerle en el noveno año en cuerpo y alma.

Anno 1669. Christoph Haizmann. Ich verschreibe mich disen Satan ich sein leibeigner Sohn zu sein, und in 9. Jahr ihm mein Leib und Seel zuzugeheren.

 

Segunda aparición del Diablo a Haitzmann
Lo que le parece extraño a Freud, aunque seguramente no ha visto ningún otro pacto con el Diablo más que éste, es que según él los pactos con el Diablo suelen llevar escrito las demandas del sujeto.

Interpreta entonces que: 

en realidad, lo que en ellos aparece expuesto como una demanda del diablo, a la que el pintor se obliga, es, por el contrario, un deseo de este último, que el diablo se compromete a satisfacer. El pacto, antes incomprensible, presenta ya así un perfecto sentido, consistente en que el diablo se obliga a sustituir, cerca del pintor y durante nueve años, al padre que el mismo había perdido. Transcurrido dicho plazo, Haitzmann caería en cuerpo y alma bajo la potestad del demonio, como era generalmente de rigor en esta clase de tratos. Así pues, el proceso mental que motivó en el pintor su pacto con el diablo parece haber sido el siguiente: La muerte de su padre le ha hecho perder la alegría y la capacidad de trabajo; si logra hallar un sustituto del padre, espera recobrar lo perdido.
Un individuo a quien la muerte de su padre ha hecho caer en melancolía tiene que haber amado tiernamente al mismo. Pero entonces resulta en extremo singular que a un tal sujeto se le ocurra elegir al demonio como sustituto del padre amado. (pág. 2682).

Pero antes de seguir, hay que ver un detalle con las palabras. Y es que López-Ballesteros tradujo «hijo fidelísimo», y Etcheverry tradujo «hijo carnal», lo que en alemán es «leibeigener Sohn» y «leibeigner Sohn». No sé mucho de alemán, pero la palabra parece compuesta por «leibe» que es «amor» y «eigener» que es «propio», y según los diccionarios se traduce por defecto como «siervo» y «esclavo», y se puede utilizar en un contexto como el siguiente: «sein leibeigener Bruder», que se traduce como «su propio hermano».

Me da la impresión de que esta palabra está vinculada con una forma de pensar las relaciones que viene de la antigua Roma, donde la palabra «liberi» podría referirse tanto a los hijos como a los esclavos, así como «servus», de donde viene «sirviente» significa originalmente «esclavo». En el Imperio Romano los hijos estaban obligados a obedecer a su padre hasta el día en que éste muriera. Además de eso, los romanos expresaban un mayor cariño por los hijos de sus esclavos que por sus propios hijos legítimos:

Los romanos gustaban de tener en casa un muchachito o una chiquilla, esclavos nacidos en casa o niños expósitos, a los que criaban (alumnus, threptus) porque les encantaban y los podían “mimar” (deliciæ, delicatus); los tenían consigo durante las comidas, jugaban con ellos y soportaban sus caprichos. A veces incluso que recibieran una educación “liberal”, que en principio les estaba reservada a los hombres libres. La ventaja de esta costumbre estaba en que era perfectamente equívoca: la criatura mimada podía servir de juguete, pero también de favorito o favorita; y podía ser también una suerte de hijo adoptivo, sin que ello diera lugar a pensar mal, así como un vástago al que se favorecía en secreto; todo ello sin olvidar la ostentosa tropa de adolescentes —de “pajes”—, con tal que fuesen de buena cuna: pero que eran también esclavos.
...
el placer de la paternidad debía de encontrar su expansión más patética en un niño sin importancia social que en un hijo legítimo al que había que educar con rigor, como continuador de la familia y secreto enemigo del actual titular de su herencia futura. Aunque no es menos cierto que en otros poemas del mismo Estacio o de Marcial el niño o la niña predilectos son sin lugar a dudas los hijos secretos del padre de familia. Se los trata, en consecuencia, como a hombres libres: vestidos como príncipes, cubiertos de joyas, no salen nunca sin cortejo; lo único que les falta es el atuendo propio de los adolescentes libres por nacimiento; (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 85 y 87).

Vale que se pueda pensar el uso de estas palabras como lo hace Freud, para pensar que está sustituyendo a su padre por el Diablo; pero también para considerar la herencia cultural:

¿Fuisteis llamados siendo esclavos? No te preocupes, pero si también puedes llegar a ser libre, más bien aprovéchate; porque el que fue llamado por el Señor siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo. Por precio fuisteis comprados, no os hagáis esclavos de los hombres. Hermanos, cada uno permanezca ante Dios en el estado en que fue llamado. (1 Corintios 7:21-24).

Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus esclavos lo que debe suceder en breve, y la declaró enviándola por medio de su ángel a su esclavo Juan, (Apocalipsis 1:1).

Todos los apóstoles solían empezar sus cartas presentándose como «esclavos de Cristo».

La interpretación de Freud queda dado que dice textualmente «hijo», pero ello quizá no sea un caso especial o extraño, sino algo impulsado porque en la cultura cristiana ser esclavo, siervo, o hijo, sea de Dios o del Diablo, son cosas muy relacionadas entre sí al grado de llegar a ser las mismas cosas.

Freud aclara, que este caso e interpretación, no lo hace para confirmar el psicoanálisis, sino que lo presupone cierto, y de ahí punto de partida para el análisis. Y que si acaso la expresión «hijo fidelísimo» o «hijo carnal» o «leibeigener Sohn» es sólo una expresión corriente, su interpretación se vendría abajo. Pero también es posible ir al contrario, y decir que precisamente por ser una expresión corriente es que muchos en la cultura cristiana están afectados por una estructura similar que, en el caso de Cristóbal Haitzmann, devino en un pacto con el demonio, y que en el caso de muchas otras personas devendría en otras cosas, como convertirse en monje, tal como fue la solución que Cristóbal Haitzmann encontró. Pues al final, dejó de ser esclavo del Diablo para ser esclavo de Dios.

Pero como ya mencioné, es más factible interpretar que el Diablo sea en el cristianismo la imagen del hijo parricida que quiere sustituir a Dios, que una parte disociada de Dios. Y de ser así, la expresión de «leibeigener Sohn» podría ser una muletilla retórica de esas que todos decimos porque así nos enseñaron que se dice, pero sin saber por qué ni para qué, de modo que no significan nada. Y si fuera de este modo, el Diablo no sería sustituto de su padre, sino una especie de hermano que le invita a pactar, ya muerto el padre, como si lo hubiera matado, a festejar sobre su tumba que por fin puede realizar lo que el padre le prohibía.


Consecuencias e Interpretaciones


De esto, Freud comienza a generalizar su interpretación hacia la sociedad y humanidad. Dice que Cristóbal sustituyó a su padre fallecido por el Diablo porque siente ambivalencia hacia él, y dice:

Esta misma ambivalencia preside, a nuestro juicio, la relación de la especie humana con su Dios. En la pugna, indecisa aún, entre la nostalgia del padre, por u lado, y el miedo y la rebeldía filial, por otro, hemos hallado la explicación de los caracteres principales y los destinos decisivos de las religiones. (pág. 2684).

Y dice:

No hace falta gran penetración analítica para adivinar que Dios y el diablo eran, en un principio, idénticos, una sola figura disociada más tarde en dos cualidades opuestas. En los tiempos primitivos de las religiones, Dios mismo integraba aún todos aquellos rasgos temerosos que luego fueran reunidos para formar su antítesis. (pág. 2685).

Pero como ya mencioné, esto es falso, y sólo concuerda parcialmente con la diferenciación que toma el cristianismo al desprenderse del judaísmo.

De modo más completo, esto es falso porque las primeras deidades del ser humano no fueron masculinas, sino femeninas. Sólo poco a poco comenzaron a aparecer los varones entre los dioses, y primeramente aparecían sólo como adornos de la Diosa Suprema, como hijos o amantes.

Señalamos, por lo que respecta al Paleolítico Superior europeo, que la adoración iría dirigida a una Diosa Madre creadora, polimorfa, Madre naturaleza, origen de vida y muerte, de la que todo procede y a sus dos hijos o emanaciones principales, el sol y la luna, plasmados en forma animal: caballo-bóvido, cérvido-cáprido, caballo-mamut.... (Lacalle Rodríguez, 2011, pág. 425).

Dado que el Tótem y tabú no concuerda en nada con la realidad encontrada por los paleontólogos, no queda más que reconocer estas ideas de Freud como una proyección eurocéntrica sobre el resto de las sociedades humanas. Sus observaciones pueden ser válidas, pero sólo respecto a las sociedades judeo-cristianas.

Continuando con el caso, Freud llama la atención sobre el número 9 aparecido repetidas veces, como que el Diablo lo tentó 9 veces, y en el contrato decía que sería suyo al noveno año, etc., ello lo relaciona Freud con el embarazo, y dado que el Diablo se le apareció en un momento con senos de mujer, interpreta que Cristóbal se sentía en una posición de feminidad respecto a su padre, y entre sus deseos reprimidos estaba darle un hijo. Y así, que por el desprecio de su posición femenina, hizo que el Diablo apareciera con pechos de mujer para así castrarlo a él, proyectando a su vez su propia feminidad sobre él.

Explica:

Si la rebeldía contra la posibilidad de la castración hizo imposible a nuestro pintor el vencimiento de su nostalgia del padre, es perfectamente comprensible que se dirigiera en demanda de auxilio y salvación a la imagen de la madre. Por eso declara que sólo la Santa Madre de Dios de Mariazell puede redimirle de su pacto con el demonio, y obtiene, en efecto, de nuevo su libertad el día de la Natividad de la Virgen (8 de septiembre). (pág. 2688).

Y menciona:

D. P. Schreber halló su curación cuando se decidió a deponer su resistencia contra la castración y a aceptar el papel femenino que Dios quería atribuirle. Cesaron entonces su confusión y su intranquilidad, pudo abandonar el sanatorio en el que había sido internado y llevó en adelante una vida normal, con la sola irregularidad de dedicar diariamente algunas horas al cuidado de su feminidad, de cuya lenta progresión, hasta el fin marcado por Dios, permaneció siempre convencido. (pág. 2689).

Finalmente menciona otra interpretación, de que quizá los senos de mujer que tenía el Diablo eran porque el padre era su sustento. Menciona las carencias económicas y materiales que tenía Cristóbal, y cómo el Diablo primero ofrecióle sustento, pero siguió yéndole mal, y luego Cristo y la Virgen le ofrecieron lo mismo, uniéndose finalmente a la vida monacal, consiguiendo así sustento, pero renunciando así a su libertad y a los placeres materiales que, de todos modos, no podía obtener.

Haitzmann no quiso nunca más que asegurarse el sustento; la primera vez con ayuda del diablo y a costa de su bienaventuranza, y al fallar este medio y tener que abandonarlo, con la ayuda del clero y a costa de su libertad y de la mayor parte de las posibilidades de goce que la vida ofrece. Acaso Cristóbal Haitzmann no era más que un pobre diablo poco afortunado o demasiado torpe o demasiado mal dotado para poder ganarse el sustento, y uno de aquellos tipos que conocemos como «eternos niños de pecho», sujetos incapaces de arrancarse de la dichosa situación del niño lactante que conserva, a través de toda su vida, la pretensión de ser alimentados por alguien. (pág. 2696).

También habla antes del final sobre la cuestión de los dos contratos, dice que el de sangre fue hecho un año después del de tinta, y aún así dicen la misma fecha, siendo muy raro para él que haya dos contratos, y que al hacerse el segundo el primero conserve su validez.

Pero esto a mí no me parece nada extraño, puede que a un abogado sí le parezca que un contrato si se renueva es porque el otro ha vencido, pero los votos matrimoniales pueden renovarse y no porque su matrimonio hubiera pasado su fecha de caducidad; igual otros rituales religiosos, por ejemplo la eucaristía, ritual en el cual las personas reafirman su pacto con Dios. La diferencia entre el contrato hecho con tinta y el hecho con sangre sería tan sólo el mayor peso simbólico que tiene la sangre, mostrando en ello un mayor compromiso, tal como haría un «hijo fidelísimo», y no alguien obligado a ello contra su voluntad.


Observación Final


Freud se centra mucho en el padre, y que el Diablo y Dios son sus sustitutos. Pero yo en la descripción veo más a un hombre que acaba de perder a su padre, está deprimido y atrapado en una dicotomía tiránica que lo obliga a sufrir por toda la eternidad a cambio de disfrutar esta vida o a abandonar todo placer de esta vida a cambio de la felicidad tras la muerte, con apuros económicos y materiales. Y en toda clase de apuros, uno pide ayuda a quien cree que le puede ayudar; y Cristóbal Haitzmann, viendo que Dios no sólo no le ayudaba, sino que le exigía renunciar a más de lo que ya le había arrebatado, no le quedaba nadie más a quien acudir más que al Diablo. Y apuesto a que si ustedes perdieran a alguien muy querido y se encontraran en la miseria sin nadie que les ayude, varias veces les pasaría por la mente hacer un pacto con quien fuera para recuperar al ser amado y recobrar el bienestar. En el caso de Cristóbal, así sólo se tratase del sustento, el Evangelio dice:

Y después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Y acercándose el tentador, le dijo: Ya que eres Hijo de Dios, di que estás piedras se conviertan en panes. Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está:
No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:2-4).

Y si Dios no se movió para salvar a Cristo del hambre, y tampoco de la cruz, mucho menos lo haría por Cristóbal.

El día 20 de octubre vio un gran resplandor y oyó una voz que, en nombre de Cristo, le ordenaba que renunciara al mundo y se retirara a un desierto, consagrándose al servicio de Dios durante seis años. Nuestro pintor sufría, evidentemente, mucho más bajo estas santas apariciones que antes bajo las demoníacas. (...) En el siguiente, la persona divina, envuelta en un deslumbrante resplandor, se mostró mucho más severa, le colmó de amenazas por no haber obedecido los mandatos celestes y le condujo a través del infierno, para atemorizarle, mostrándole el terrible destino de los condenados. Pero la visión de las penas infernales no debió surtir el efecto deseado, pues las apariciones de la persona envuelta en deslumbrante resplandor —supuestamente Cristo mismo— se repitieron aún varias veces, sumiendo cada una de ellas al pintor en ausencias y éxtasis que duraban horas enteras. (...) volvió a aparecérsele Cristo al día siguiente y le hizo objeto de nuevas amenazas y promesas. Entonces, nuestro pintor cedió ya, decidiendo retirarse del mundo y hacer lo que se le exigiera. (...) No se retiró a un desierto, haciéndose anacoreta, pero ingresó en la Orden de la Merced: (págs. 2694-2695).

Freud decía que el Diablo es el aspecto malvado del padre, y Dios la cara más idealizada. Pero siendo ésta la bondad de éste, y aquella la maldad del otro, ¿a ustedes no les parece más sensata y benigna la maldad de Lucifer? En la cultura cristiana Dios representa la obediencia a una serie de ideales muy específicos y la mayoría de las veces dolorosos e innecesarios; mientras Lucifer representa la rebelión.

Él intentó persuadirlo con promesas, ayudarlo y hacerlo su cómplice, pero Cristo lo convenció con amenazas y tortura psicológica. Ambos lo hirieron. Pero Cristóbal Haitzmann le tenía más miedo a Cristo que al Diablo.


Referencias:

  • Bloch, R., Kaltenmark, M., Le Roux, F., Rotermund, H. O., Vries, J., & Vyncke, F. (2014). Las religiones antiguas. III (Bd. 3). (A. Cardin Garay, Trad.) D.F., México: Siglo XXI.
  • Brown, P., Patlagean, É., Rouche, M., Thébert, Y., & Veyne, P. (2017). Historia de la vida privada 1 (Bd. 1). (F. Pérez Gutiérrez, & J. Arce, Trads.) Barcelona, España: Taurus.
  • Freud, S. (2012 [1923]). Una neurosis demoniaca en el siglo XVII. In Obras completas (L. López-Ballesteros y de Torres, Trad.). D.F., México: Siglo XXI.
  • Lacalle Rodríguez, R. (2011). Los símbolos de la prehistoria. España: Almuzara.
  • Paracelso. (2018). Paracelso. Obras completas. (E. Lluesma, Trad.) D.F., México: Berbera.

Comentarios.

Los diálogos son mejores que los soliloquios, la parte más rica de la reunión es la conversación, y como no la grabamos, escribiré aquí lo que recuerdo que dijimos, y aprovecharé también para contestar algunas de las preguntas y comentarios que en el momento no supe responder, pues pensando y hablando por la boca no soy muy hábil, pero en cambio sí soy muy hábil con las manos.


Manuel Román mencionó que se trataba de un análisis de un caso a través de un texto escrito, y por ello, es un psicoanálisis aplicado y no un caso confiable con un sujeto el cual puede en cualquier momento decir algo nuevo que contravenga a las teorías e interpretaciones de Freud.

—En eso estamos muy de acuerdo.


Luis Ricardo Ruiz expresó que estuvo interesante pero no le gustó, porque era un caso, y en vez de centrarme más en el caso y situarlo en la evolución de las teorías psicoanalíticas, por ejemplo, que en vez de relacionarlo con Duelo y Melancolía, me centré en otros asuntos, que parecía más un trabajo de un sociólogo o historiador que de un psicólogo clínico.

Y que para el psicoanálisis que antes hubiera un matriarcado y deidades femeninas, antes de las masculinas, no importaba de ninguna manera porque el Tótem y Tabú de lo que trata es del origen de la ley. Que el psicoanálisis respondía a todas las teologías igual, que los dioses son metáforas del deseo.

Y que él tenía una hipótesis acerca del Dios y el Diablo como dos cualidades disociadas de un mismo Dios, y era que el Dios del Viejo Testamento no tiene madre, mientras el del Nuevo Testamento sí; que cuando uno mata a una persona, lo castigan, pero si mata a muchos, lo condecoran, y si los mata a todos, entonces es un dios y lo adoran.

—Me dio la impresión de que Luis Ricardo Ruiz pensó que yo, al corregir en varios asuntos a Freud diciendo «esto y aquello es falso, y todo esto es falso también», estaba desacreditando a Freud. Pero esa no era mi intención. Sí, no me centré en el caso como caso clínico. Pero es que tratándose de un caso, primeramente, que yo no atendí, y además, que tampoco Freud atendió, sino que era un texto antiguo que encontró, no me parece que pudiera sacar gran cosa de él como caso, sino nada más puras cosas de muy poca confiabilidad. El análisis del discurso me parece la cosa más confiable para el análisis de casos, pero no la interpretación de imágenes que, además, está descrita en alemán y latín, en un libro que yo no tengo. Por eso, además de que si yo estuviera de acuerdo en todo con Freud, pues mejor no escribiera nada; si alguien quiere leer el caso y ver cómo lo interpretó Freud, no hay nadie mejor que a Freud para recurrir, leyéndolo uno mismo.

No quise hacer historia del psicoanálisis e historia de la evolución de las teorías psicoanalíticas, dejando a Freud en los siglos XIX y XX, quise traérmelo aquí a nuestra época, con lo que ahora sabemos. Y eso no se puede sin al mismo tiempo reconocer sus errores, que en su tiempo válidos, pero en el nuestro no.

Los errores en las teorías no son un motivo por el cual desacreditar a la teoría ni al teórico, sino que son, a mi ver, el punto que más hay que buscar y notar, para después empezar a mejorar desde allí. Me parece que la mejor manera de honrar a quienes nos han enseñado algo es superándolos, en aquello que ellos no pudieron mejorar, sea por su época, circunstancia, capacidad o casualidad.

Acerca de lo de que los dioses son metáforas del deseo, eso lo decimos nosotros ahora, ya que hemos vivido la separación entre vida pública y vida privada, y la separación política del Estado y la Iglesia, y ya que hemos hecho una separación entre religión, filosofía, ciencia, política y la vida. Es fácil para nosotros, desde una postura u otra, tomar todo un campo claramente distinguible y hablar de él.

Pero en la antigüedad no había separación entre vida pública y privada, eran una misma; no había separación entre política y religión, hoy todos hablamos un mismo idioma y nos relacionamos, entendemos cuánto vale el dinero y lo intercambiamos, entendiendo que las personas con las que interactuamos tienen una vida privada donde pueden creer lo que sea, y hacer lo que quieran, siempre que no intenten imponernos sus ideas; pero antes así como hoy intercambiamos el dinero, los antiguos se relacionaban de la misma manera tratándose de dioses, y diversos seres mitológicos. Antes no había separación alguna entre política, religión, filosofía, ciencia y la vida. Y por eso, no me parece que los dioses puedan reducirse a nada más que metáforas del deseo. Porque nosotros, luego de estas transformaciones sociales, creemos que la religión de antes era exactamente igual que la religión de ahora, pero las mitologías antiguas y sus dioses, además de ser asuntos que hoy consideramos de la vida privada, eran también sistemas de conocimiento, a través de los cuales no sólo interpretaban cosas de la vida privada, sino también de la vida pública, y de conocimientos científicos, al grado de que relacionaban enfermedades orgánicas con dioses, y creían en tratamientos para ellas a través de esos sistemas.

Y por eso, no podemos tratar a la gente de otros tiempos y sus modos de pensar y vivir como si fueran idénticos a los de nuestra época.

También le comenté que eso del Dios del Antiguo y Nuevo Pacto, es algo que pensaron algunos cristianos gnósticos.


Siria dijo que a ella le pareció que quizá Freud al decir que Dios y el Diablo eran dos partes disociadas de un mismo Dios antiguo, se estaba refiriendo a la capacidad de elegir entre el bien y el mal, que ambas eran iguales. Aunque claro que tratándose de ellos, Dios era más que el Diablo.

Y también mencionó que, dado que Haitzmann lo que necesitaba era el sustento, y el Diablo era el que regía sobre el mundo material, sería él a quien recurriría primero.

—Tratándose de elecciones sí, estoy de acuerdo, en que ambas serían al mismo nivel. Pero como él dice: "El demonio de la religión cristiana, el diablo de la Edad Media, era, según la misma mitología cristiana, un ángel caído y de naturaleza igual a la divina.", habla del momento en que Lucifer era un ángel todavía, es decir, que era bueno, y ahí es cuando dice que era de naturaleza igual a la divina, así que no trata en ese momento de que Lucifer y Dios fueran un mismo en contraparte porque representen cualidades opuestas, sino que trata de una malinterpretación que él hizo de la mitología cristiana, por no conocerla muy correctamente. Si se tratara de que el Dios y el Diablo fueran en algún momento uno mismo por representar cualidades opuestas, sería un mayor argumento que el que Freud dio ahí. Pero el detalle más importante, es que jamás hubo un tal Dios, pareciera que él creía que había un monoteísmo antiguo, y no es así. En realidad, parece más fácil interpretar, de manera psicoanalítica o edípica, a Lucifer como el hijo parricida.

Lo segundo, me parece que sí, estoy de acuerdo.


Pavel Iván Cruz mencionó que el Diablo no era que a uno se le cayera algo y el Diablo fuera o el Diablo chupara lo que se cayó, que el Diablo eran cosas como matar a la familia de uno, descuartizar, hacer una masacre, algo así.

—Sí, es lo que por la representación uno se imagina y le atribuye. Pero al menos yo no he sabido de ningún caso de alguien que haya hecho algo así por el Diablo, o que tenga una relación con el Diablo. Entre las cosas que la gente la atribuye al Diablo también están cosas como los talentos de los artistas, de los cuales hay varios que se dice que hicieron pactos con el Diablo. Entre los musulmanes es más común que los poetas digan tener relaciones de amistad y hasta noviazgo con yinns, entre los cuales incluso yinns satánicos, y uno de los más hábiles y reconocidos, Abu Nuwas, decía abiertamente tener una relación con Iblis.

Por otro lado, en la cultura cristiana uno le atribuye todas las cosas malas al Diablo, o por lo menos las más malas. Pero a mí, a parte de que teológicamente en el cristianismo Lucifer tiene más la apariencia de asemejarse al hijo parricida que a la cara tiránica del Padre, me parece que Dios es lo suficientemente tiránico ya por sí mismo a pesar de la idealización que le tienen. Dios fue quien creó el infierno, no el Diablo; Dios es quien manda a los «malvados» a sufrir en el fuego eterno, no el Diablo, y entre esos «malvados» incluye un montón de arbitrariedades como ser homosexual, copular fuera del matrimonio, copular mientras la mujer tiene el periodo, comer carne de cerdo, faltarle el respeto a los padres, divorciarse y casarse de nuevo, y muchas otras cosas ridículas; en nombre de Dios se han hecho las cruzadas, genocidios y expulsiones de judíos, musulmanes y paganos, incluso genocidios de mujeres cristianas a las que llamaban brujas aunque ninguna lo era, destrucciones de bibliotecas, libros y conocimientos antiguos, quema de herejes entre los que se incluían personas que pensaban muchas cosas importantes que nos hubieran adelantado mucho en la ciencia y tecnología.

Luego de tantas cosas horribles que la gente ha hecho en nombre de aquél Dios que es amor, luz y bondad, se lo sigue idealizando y le atribuye a Lucifer las cosas más feas; pero en nombre de Lucifer e Iblis yo sólo he sabido de gente que hace poemas, canciones, pinturas y orgías. A mí no me parece que el Dios cristiano se haya disociado de su cara tiránica y malvada, la tiene todavía muy bien puesta y abierta a la mirada; siendo tan sólo que, similar al síndrome de Estocolmo, dicen «me pega porque me quiere», o «me pone pruebas».

Como dato adicional, ya fuera del comentario de Pavel, reconozco, aunque no me hayan acusado de tal, porque lo guardé en secreto bastante tiempo, yo hice un pacto con tres dioses paganos en un momento de desesperación hace como cinco años y medio, entre ellos, Lucifer. Uno puede pensar que por ser ateo es imparcial, pero no existen miradas que no sean siempre subjetivas, especialmente en asuntos de psicología, antropología, y sociología. Y mi vista ha de estar en gran medida sesgada, pero no más ni menos que la de otros; sino que la rareza de mi posición ha de ser también un punto para enriquecer el diálogo, por ser yo capaz de ver cosas que la mayoría no por no estar donde yo sí. Y aunque el dios con el que tengo el pacto no es el Diablo, ni es el Lucifer romano, sino el dios de la creatividad, la variabilidad y las mentiras, al que llamo con ese nombre por no conocer ningún otro, tiene algún parecido y trato de que no sean tan prejuiciosos con él, porque además de parecerse a mi amigo, es también amigo de mi amigo, y por ello, amigo mío también.

Y aún si yo fuera de la creencia de los cristianos, entre elegir a Dios y al Diablo, al cielo o al infierno, prefiero irme mil veces al infierno. Pues además de tener el placer no mirar a aquél Dios que llaman justo y amoroso, estaría yo, además de con los asesinos, violadores y traidores, también con los filósofos, científicos y artistas más grandes de la historia.


Comentamos muchas cosas agradablemente después, pero ya saltando de diversos temas y asuntos.

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