Sobre la Pedantería

Estaba leyendo el Tratado de los Principios, de Orígenes, el primer dogmático cristiano; se trata de un texto muy interesante. De Orígenes dicen que era muy humilde, al punto en que se notaba cómo en toda su obra no había referencias a sí mismo, y que él proponía interpretaciones pero dejaba claro al lector que, si nosotros teníamos una interpretación mejor, él estaba dispuesto a cambiar su opinión. Pero aún con todo ese derroche de humildad, se expresa bastante mal de los herejes. Y es comprensible, por su época y religión, el cristianismo desde siempre ha sido muy intolerante en general, no sólo con las demás religiones y dioses, sino también con quienes opinan diferente o interpretan diferente las cosas aún dentro de su misma gama de creencias básicas.

Luego de varias expresiones algo agresivas hacia los herejes, que no son otra cosa que personas que opinan distinto, encontré esta expresión:

Alguien que disfrute de tiempo libre puede reunir un gran número de pruebas, consistentes de aquellos pasajes donde en el Nuevo Testamento el Padre de nuestro Señor Jesucristo es llamado justo, y en el Viejo también, donde el Creador del cielo y la tierra es llamado bueno; de modo que los herejes, siendo convictos por testimonios numerosos, puedan, quizás, por algún tiempo ser puestos en vergüenza. (Libro II, 5:4).

Y aunque es una expresión algo tenue, no hay tanta diferencia a algunas otras radicales como las del Malleus Maleficarum. ¿Qué prioridades muestra en esa expresión? ¿salvar almas?, no, dejar en ridículo a los herejes.

Y luego de leer eso me acordé de cuántas veces en el contexto científico y académico he visto expresiones similares, y todavía sigo viendo personas que se expresan así de quienes tienen opiniones diferentes, sin siquiera interés en entender por qué piensan tal cosa, ni interés en explicarles su perspectiva.

No es algo que me sorprenda, las universidades fueron creadas por la Iglesia, y todos los universitarios eran clérigos, destinados a servir en las administraciones de los reinos y de la Iglesia. Que hayan heredado esto, como tantas otras cosas, es algo de esperar.

La razón por la que escribo respecto a esto, es que aún los ateos y positivistas más radicales tienen las mismas actitudes cristianas. Como si la ciencia y lo académico fuera un campo de batalla donde el objetivo es dejar en ridículo al otro, hacerlo ver como un idiota, y acceder al paraíso de los «pensadores» reconocidos o algo así.

Yo también crecí en el mismo entorno, y también insulté a quienes no entendían lo que yo, y a quienes pensaban distinto a mí. Pero luego me puse a pensar: «¿Qué es un insulto?». Si le digo a alguien «chinga a tu madre» ¿qué tiene qué ver la madre con esto?; o si digo «vete a la verga» ¿qué sentido tiene eso?; y así, hasta que concluí que ningún insulto tiene sentido y no es otra cosa que hacer un espectáculo de la ignorancia propia como si ella fuera una virtud. Pero de eso escribiré en otro momento.

El punto aquí es, que si le digo a alguien «eres un idiota» o «eres un tonto» ¿qué significa? Entendemos que es como si dijéramos a alguien que vale menos, ¿y qué uno vale más por ser más listo o entender algo?

La inteligencia es en parte asunto de predisposición genética, lo cual depende de la Casualidad; pero en su mayor peso se trata del ambiente. Si a unas ratas las dejan encerradas en cajas cuadradas serán menos inteligentes, tendrán menos enlaces sinápticos; por otro lado, si se las deja en ambientes enriquecidos, serán más listas, tendrán más enlaces sinápticos. ¿Y el ambiente de qué depende?: de la poderosa Diosa de la Casualidad.

Una persona, por más esfuerzo y ganas que tenga, si no está en el ambiente apropiado, necesitará batallar muchísimo para conseguir la misma inteligencia y el mismo conocimiento que una persona que tuvo suerte de nacer en la familia apropiada. El esfuerzo necesario para alcanzar ciertas cosas no es el mismo para el pobre que el rico, incluido en esto la inteligencia. Y por eso, burlarse de, u ofender a alguien por ser tonto o no entender tal o cual cosa, es muy posiblemente una agresión de clase social, y siempre una insensatez y ridiculez.

Porque nuestra genética y ambiente depende primeramente y sobre todo, de la Casualidad. La gente siempre dice «estoy orgulloso de mi país, de mi raza, de mi familia, de mi religión, de mi sexo, de mi género» et cetera. Pero el país, ¿tú decidiste dónde nacer?; ¿tú decidiste tu color de piel? Uno habla pero no reflexiona en lo que dice. No deberías estar orgulloso de tu país, me parece, ni de tu raza, ni tu familia, ni tu sexo, porque nada de eso lo elegiste, ni te lo mereces: fue Casualidad. ¿Tú compras un billete de lotería y dices estar orgulloso de él? ¿te burlas u ofendes a quienes pierden si ganas? Es lo mismo. Las únicas cosas de las que me parece que uno puede estar orgulloso, es tan sólo de sus actos, de sus hijos, y sus amigos, porque estas cosas sí las decide uno; pero siempre toda decisión está sobre el suelo de la circunstancia que le dio la Casualidad.

Para el que tuvo suerte es fácil criticar a los demás, como si todo dependiera de la voluntad propia, y ésta tiene su valor e importancia, pero la sola voluntad no quita el hambre ni tantas otras dificultades que los menos afortunados tuvieron que superar para alcanzar lo que tú obtuviste en mayor parte por pura suerte.

Y así, burlarse de, u ofender a alguien por ser tonto, sea que lo sea o no, es además de insensato, una ridiculez, porque quien lo hace presume su ignorancia y una serie de privilegios que no se mereció jamás y están por suelo de todas sus decisiones.

Y hay unos que, muy metidos en los ámbitos académicos, creen, con la misma intolerancia de un cristiano, que el objetivo de la vida para todos debe ser el saber; y desprecian, insultan y se burlan de quienes prefieren dedicar su vida a actividades diferentes. Pero cuando nacimos nadie nos dio un instructivo ni meta. Y que tú hayas querido desperdiciar tu vida en los estudios no significa que sean tú y tu vida más valiosos que aquello en que los demás han querido desperdiciarla. Los gusanos comerán por igual.

El trabajo de un albañil no es menos digno que el de un médico, sin él, ¿dónde vivirá?; y sin el panadero y el granjero ¿qué comerá? Todos necesitamos de todos para vivir como vivimos, y en este modo en que vivimos, todos los trabajos valen lo mismo. La mayoría de la gente en este tiempo sigue creyendo que un universitario debe ganar más que una persona sin estudios, porque, dicen, se han esforzado mucho. Y sí que antes era más valioso socialmente el estudioso que el artesano, y ganaba con razón bastante el que sabía leer y escribir porque de esos había muy pocos. Pero ahora, el trabajo de un oficinista, según me parece a mí, debiera ser de una paga mucho inferior a la de un albañil, quien debería ganar mucho más. Porque el trabajo del oficinista, que sabe usar Microsoft Office y ordenar papeles, sentado con el aire acondicionado en la cara, necesita de muchísimo menos esfuerzo y es de mucha menor dificultad que el de un albañil. Si en los trabajos se pagara según el esfuerzo y dificultad, me parece que ese sería uno de los trabajos mejores pagados. Pero este mundo no es justo.

Y por eso, si alguien no entiende algo, evita insultarle o burlarte, en vez, piensa en ayudarle; pero si no tienes la paciencia, mejor no digas nada. Sobra mencionar cuán más ridículo aún es suponer a primeras que el otro, por pensar distinto a ti, está equivocado.

Así nos educaron, es la cultura que nos impusieron. Pero hay que saber distinguir una crítica de una agresión. Cuando uno señala los errores, es para señalar el punto desde el cual mejorar, no para herir al otro.

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