La Regla de Oro y los Roles Recíprocos

 

La Regla de Oro
y los
Roles Recíprocos


Como expuse en Del Arte como el Origen de la Cultura, somos seres sensibles, y tomo tales, el razonamiento, la cognición o como quieran llamarle, no es una finalidad en sí misma, sino un medio. La finalidad real son los afectos, mantener el equilibrio emocional y sentimental. De esto resulta, entonces, que no creemos en lo que creemos por los argumentos, sino por la manera en que estas creencias nos hacen sentir. Que tengamos argumentos para sostener una creencia no significa que creamos en ella debido a ellos; podríamos buscar, hallar y crear argumentos para defender cualquier otra cosa que nos hiciera sentir bien.

Las creencias religiosas, filosóficas e ideológicas están en relación directa con la personalidad de las personas que las tienen. Así, pues, he notado que las personas que creen en el infierno tienen odio en su corazón y desean venganza. Pero como no pueden realizar su venganza, sea por impotencia o porque hacerlo es incompatible con lo que quieren ser, es decir, que reprimen su deseo de venganza, encargan a Dios la venganza de sus propios cardenales.

Hay muchas metáforas que yacen en el origen de las teorías e ideas explicativas del mundo, todo lo entendemos a partir de otras imágenes, situaciones y conceptos que ya tenemos desde antes. Estas las llamamos como Manuela Romo: metáforas constitutivas. Si a una teoría le quitas la metáfora, ya no hay teoría. Y con las concepciones teológicas y religiosas sucede lo mismo.

No voy a ser exhaustivo, hay muchísimas metáforas de Dios. Sólo quiero mostrar algunas, y me centraré en la que me permite expresar mi punto de vista, con una metáfora ya conocida.

Si Dios es un Esposo

El profeta Oseas hizo la metáfora de Dios como un esposo, e Israel su esposa:

Perseguirá a sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los encontrará; Y dirá: ¡Volveré con mi primer marido, porque entonces me iba mejor que ahora! Ella no entendía que era Yo quien le daba el grano, el mosto y el aceite, quien le multiplicaba la plata y el oro, que usaban para Baal. (Oseas 2:7-8).

En esta metáfora, Israel engaña a Dios con prostituyéndose con otros dioses. Y si Dios es un esposo y el pecado una infidelidad, ¿cómo reacciona un esposo que se entera de que su esposa le es infiel? En aquella época algo así:

¡Contended con vuestra madre, contended, que ella no es mi mujer ni Yo soy su marido, para que se quite de su cara sus fornicaciones, y sus adulterios de entre sus pechos! No sea que la despoje y la deje totalmente desnuda y la ponga como el día que nació, y la deje como el desierto, y la reduzca a tierra árida, y la haga morir de sed, y no me compadezca de sus hijos, porque son hijos bastardos. (Oseas 2:2-4).

Entonces dice, Dios se apartará de ellos y los herirá, hasta que reconozcan su pecado y busquen su rostro nuevamente con angustioso empeño (Oseas 5:15). Y lo más curioso, que en la dinámica clásica de pareja, Israel se comporta como una mujer que piensa «me pega porque me quiere»: "¡Venid, volvamos a YHVH! Porque él desgarró, pero nos sanará; él hirió, pero nos vendará la herida." (Oseas 6:1).

Se espera en esa época y cultura que un esposo ame a su esposa y la mantenga. Así que se verá a Dios como alguien que ama a su pueblo, y lo mantiene.

Si Dios es un Pastor

En el Evangelio según Mateo Jesús dice:

y serán reunidas delante de Él todas las naciones, y los apartará unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras: Colocará las ovejas a su derecha, y las cabras a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino separado para vosotros desde la fundación del mundo! [...] Entonces dirá también a los de la izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles! (Mateo 25:32-41).

Las ovejas son animales dóciles, sumisos y obedientes, se mantienen juntas. En cambio las cabras pueden ser más solitarias, exploradoras, curiosas, maniáticas, y hasta rebeldes. Se trata de dos especies diferentes, y es aquí que se nota la manera en que se pudo desarrollar la idea gnóstica de que las personas somos de diferentes tipos, y que unos están condenados desde el mero hecho del nacimiento, dividiéndose en mneumáticos, psíquicos e hílicos. Pues si somos diferentes géneros de seres humanos, igual que las ovejas y las cabras, no se comportan como tal por su propia decisión sino por un impulso genético, el hecho de ser de una especie.

Pero lo que hace un pastor, en general, es proteger y guiar a su rebaño. Se esperará entonces que Dios los guíe y los proteja.

Si Dios es un Padre

En el Mateo dice:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo; pero Yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. [...] Vosotros pues sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. (Mateo 5:43-48).

Esta es la metáfora que, a pesar de lo que dice el texto, sirve para mostrar la idea que tengo: Si Dios fuera un padre, no existiría ningún infierno ni castigo eterno. Yo no tengo hijos aún, pero seguro habrán notado que los padres, o al menos las madres, no suelen tener por prioridad que haya justicia entre sus hijos cuando se pelean, sino que se lleven bien entre sí. Algunos padres son capaces de castigar a todos, sin importar quién comenzó el problema, quién hirió al otro primero, etc., porque lo que quieren es que sus hijos estén bien y se lleven bien entre sí. Ningún padre querría castigar a uno de sus hijos eternamente, ese puede ser el deseo de un hermano, pero no el de un padre.

Ese es el camino místico del cristianismo que más me gusta. La gente común suele «perdonar» de palabra, pero a cada momento usarán el «yo te perdoné» como una forma de chantaje emocional: «me lo debes, porque yo te perdoné» o «como yo te perdoné, soy mejor que tú». Si un padre hace justicia entre sus hijos, no lo hace como un fin en sí mismo, sino como medio para conseguir que ellos estén bien y se lleven bien. Un padre no ha de juzgar a sus hijos, sino criarlos, educarlos.

No juzguéis, para que no seáis juzgados; porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu ojo? ¿cómo dirás a tu hermano: Deja que saque la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la viga del ojo de tu hermano. (Mateo 7:1-5).

En esto encuentro la enunciación de una cosa que en la Psicoterapia Cognitiva Analítica llamamos «Roles Recíprocos». Según las experiencias más tempranas, frecuentes e intensas de ciertas situaciones y relaciones, se forman los roles recíprocos. Éstos tienen dos posiciones:

  • El actante: el que realiza una acción sobre el objeto.
  • El objeto: el que recibe la acción realizada por el actante.

Hay roles para cada actividad que se desarrolle en una relación. Como:

  • Cuidar—ser cuidado.
  • Criticar—ser criticado.
  • Juzgar—ser juzgado.
  • Aprobar—recibir aprobación.
  • Amar—ser amado.
  • Ayudar—ser ayudado.

Y cada Rol Recíproco que tenemos impacta en nosotros de estas 3 maneras:

  • Será la manera en que esperamos que nos traten.
  • Será la manera en que trataremos a los demás.
  • Será la manera en que nos trataremos a nosotros mismos.

De manera que si uno juzga a los demás, se juzgará a sí mismo. Si uno juzga muy duro, será víctima de sus propias críticas igual de severas. No sé si acaso pensaran los cristianos de los primeros tiempos que al morir uno quedaría aislado de Dios o separado de los demás, o tendría que pasar por un proceso en que se le juzgaría con la misma intensidad con que él juzgó a los demás. Pero esto es algo que la mayoría viven de manera constante.

Quien tiene en su pecho el odio suficiente para desear que sus semejantes vivan un castigo eterno e indescriptible, serán víctimas de su propio odio. Por eso la Regla de Oro, presente en todas las religiones del mundo y la historia es: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran». Será la manera en que esperaremos que nos traten, y será la manera en que nos trataremos a nosotros mismos.

Por eso, cualquier manera en que uno se trate a sí mismo y que le resulte desagradable, por ejemplo, si eres víctima de tus propias críticas, una de las formas de cambiarlo será: criticar a los demás de la manera en que te gustaría que te criticaran. Pues carecer completamente de autocrítica también sería dañino. Si te juzgas, te condenas, te asolas con la culpa, no culpes a los demás, ni los juzgues ni los condenes. Ya que tengas el hábito de comportarte de esa manera con los demás, empezarás a comportarte de esa manera contigo mismo.


Yo no creo que haya un infierno ni ningún castigo. Mi metáfora de Dios es esta: es mujer, no hombre, y es artista, no es bondadosa ni amorosa ni justa. Pues como decían los gnósticos, si Dios es bueno e hizo el mundo, debió hacerlo con la intención de que fuera bueno y tan perfecto como sería la obra de un Dios perfecto. Pero en este mundo hay maldad y sufrimiento, por lo tanto, este mundo fue creado por error, o fue creado por un dios maligno.

Todos asumen que Dios es bueno, y por eso se preguntan «¿Dónde estaba Dios cuando ocurrió Auschwitz?». Yo creo que estaba precisamente allí. Mi metáfora es que la Diosa suprema es artista, y un artista cuando escribe, pinta, compone, esculpe o dirige, no lo hace con la finalidad de que los personajes estén contentos todo el tiempo. Lo hace con la intención de entretener al público y provocar emociones, incitar a la reflexión, o cualquier otro motivo que se le antoje en el momento.

Como decía Aristóteles, en las obras de arte disfrutamos de ver ejecutadas con la mayor fidelidad y detalle, de cosas que en la vida real nos aterran o desagradan, como ver leones, cadáveres y gente sufriendo. Porque en las artes, sintiéndonos a salvo, podemos disfrutar incluso de emociones como el miedo, la tristeza y el rencor.

Y como en las artes, al finalizar la obra, los personajes, los actores, los músicos, etc., no se dividen en buenos ni malos, cada quién tuvo su parte totalmente indispensable, tanto el que tocó las melodías alegres como el que tocó las tristes; tanto el actor del héroe como el actor del villano, todos se toman de las manos y reciben los aplausos.

Si uno como personaje se centra en sus vivencias, duelen, pero cuando mira la totalidad  como espectador, ve que todo es bello. Por eso me gusta la opinión de: "Si recibimos de Elohim el bien, ¿no hemos de aceptar también el mal?" (Job 2:10).

Al final, sin juzgarnos, iremos a festejar y comer. En la misma mesa todos sin distinción, los héroes y villanos, todos sonrientes, hablando con la boca llena, planeando la siguiente presentación.


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