Escolio del Primer Tratado de la Genealogía de la Moral

El viernes 28 de agosto del 2020 d.C. di una conferencia titulada «Reflexiones contemporáneas sobre la genealogía de la moral», en el ciclo de conferencias «Nietzsche, a 120 años de su muerte». Ya casi pasa un año desde entonces, pero ya por fin me di a la tarea de poner por escrito lo dicho aquél día, pero con el rigor que se facilita poniendo las cosas por escrito.


Esto no va de resumir lo que dice la Genealogía de la Moral, sino de notar sus errores y corregirlos, según la información que tenemos ahora. Como él mismo dijo:

¡Pues resulta evidente cuál color ha de ser cien veces más importante para un genealogista de la moral que justamente el azul; a saber, el gris, quiero decir, lo fundado en documentos, lo realmente comprobable, lo efectivamente existido, (p. 29).


Lo primero que hay que ver, es que Nietzsche parece tener una idea común en su época, y es que la teoría de la evolución de Darwin suele ser entendida, todavía en nuestra época, como una linealidad. Nietzsche habla del espíritu histórico, diciendo que a los ingleses les falta. Pero en su obra puede notarse cómo la genealogía de Nietzsche tiene una dimensión lineal histórica, vertical, pero carece de horizontalidad; carece de sentido antropológico. Seguramente, porque en su época primaba la interpretación lineal de la historia y la evolución. Según su forma de ver las cosas, el cristianismo fue una inversión de los valores, una forma de caminar en sentido contrario, mientras que el Superhombre sería la forma de ir hacia adelante. Como lo expresa en 11:

Esos depositarios de los instintos opresores y ansiosos de desquite, los descendientes de toda esclavitud europea y no europea, y en especial de toda población prearia —¡representan el retroceso de la humanidad! ¡Esos «instrumentos de la cultura» son una vergüenza del hombre y representan más bien una sospecha, un contraargumento contra la «cultura» en cuanto tal! (p. 56-57).

Pero no contempla la posibilidad de la horizontalidad, y esto se nota en que lo que dice generalizando sobre los sacerdotes, sólo es verdadero en cuanto a los sacerdotes cristianos.

Lo que le falta es notar la variabilidad de la vida, no sólo en que las cosas cambian con el paso del tiempo, sino que, que algo sea de un modo en un lugar, no significa necesariamente que sea mejor que como era antes, ni que sea igual en todas partes.


2.1

Dice:

Antes bien, fueron «los buenos» mismos, es decir, los nobles, los poderosos, los hombres de posición superior y elevados sentimientos quienes se sintieron y se valoraron a sí mismos y a su obrar como buenos, o sea como algo de primer rango, en contraposición a todo lo bajo, abyecto, vulgar y plebeyo. Partiendo de este pathos de la distancia es como se arrogaron el derecho de crear valores, de acuñar nombres de valores: ¡qué les importaba a ellos la utilidad! (p. 37).

Y es verdad que las clases altas se veían a sí mismas como lo mejor:

Según Platón, una ciudad bien organizada sería aquella en la que los ciudadanos se mantendrían gracias al trabajo rural de sus esclavos y dejarían los oficios en manos de la gente de poca monta: la vida "virtuosa", la de un hombre de calidad, ha de ser un vida "ociosa" (veremos enseguida que se trata de la vida de un hacendado, que no "trabaja", en el sentido de ocuparse de dirigir sus tierras). Para Aristóteles, ni esclavos, ni campesinos, ni tenderos, pueden llevar una vida "dichosa", es decir, próspera y noble a la vez: sólo lo pueden quienes poseen los medios de organizar su existencia y proponerse una meta ideal. Sólo los hombres ociosos se hallan moralmente conformes con el ideal humano y merecen ser ciudadanos en pleno derecho: "La perfección del ciudadano no califica al hombre libre sin más ni más, sino sólo a aquel que se ve libre de las tareas necesarias a las que se dedican siervos, artesanos y braceros; estos últimos no podrán ser ciudadanos, si la constitución otorga tales cargos públicos a la virtud y al mérito, ya que no es posible practicar la virtud si la vida que uno lleva es de obrero o bracero". Lo que quiere decir Aristóteles no es que un pobre apenas si tiene medios u oportunidades de practicar determinadas virtudes, sino más bien que la pobreza es un defecto, una suerte de vicio. Para Metternich, el hombre comenzaba con el barón; para los griegos y los romanos [de alta jerarquía], comenzaba en el rentista de la tierra. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, p. 121-122).

Pero esto era algo similar a como en nuestro tiempo los ricos dicen que «el pobre es pobre porque quiere». O quizá todavía más, porque en aquellos tiempos, por lo menos en los territorios romanos, las clases altas rechazaban incluso a quienes llegaban a ser ricos por mérito propio, lo que aceptaban era el ser heredero de la fortuna, y no en tenerla ni conseguirla. Es decir, en haber tenido la suerte de haber nacido siendo un «bien nacido».

El sesgo de esto está en que Nietzsche parece solamente interesarse en las clases altas, tomándolas como el punto central y de partida de todas sus afirmaciones. Porque los libertos de baja jerarquía también tenían sus propias clasificaciones a través de las cuales se llamaban buenos a sí mismos y se enorgullecían de su propio modo de vida:

No obstante, para la mayoría de la población urbana del mundo romano, como hoy en día, el oficio era la clave de su identidad. Normalmente era un trabajo duro. La mayor parte de la gente que necesitaba unos ingresos regulares para sobrevivir (y eran casi todos) trabajaba, si podía, hasta el día de su muerte. (...) Muchos niños trabajaban en cuanto eran físicamente capaces de hacerlo, tanto si eran esclavos como si eran libres. (Beard, 2016, p. 479-480).
Sus lápidas ponen de manifiesto lo importante que era el trabajo para la identidad personal de los romanos corrientes. Mientras que Escipión Barbato y otros como él, que estaban en la cúspide de la jerarquía social, destacaban los cargos políticos que habían ostentado o las batallas que habían ganado, había muchas personas más que se vanagloriaban del oficio que ejercían. (p. 481).
Marco Virgilio Eurisaces era probablemente un ex esclavo, que, a juzgar por la envergadura de la tumba, de 10 metros de altura, había ganado una gran suma de dinero con su negocio. El epitafio inscrito lo describe como «panadero y contratista», dato que apunta por lo menos a una cadena de panaderías y probablemente a algunos contratos públicos lucrativos para el suministro de pan. (p. 482-483).

E incluso los esclavos tenían su propia forma de valorar su vida como buena:

los esclavos comparten los valores de sus amos, los admiran y los sirven celosamente; observan sus vidas con la mezcla de admiración y de sorna revanchista que hace de los sirvientes los espectadores de sus amos. Toman partido por ellos, defienden su vida, son los guardianes celosos de su honor. En caso de gresca, incluso de guerra civil, son sus matones, su hueste armada. Si el amo tiene a bien ejercer sobre ellos o sobre sus concubinas su derecho de pernada, los esclavos se adaptaban a la situación de acuerdo al proverbio que dice: "No hay afrenta en hacer lo que manda el amo"; y si el amo va a visitar su granja, nada más natural que la compañera del administrador le aguarde esa noche en la cama. Saber obedecer es a sus ojos el colmo de la virtud, y los propios camaradas se burlan de los indisciplinados: "Los imbéciles de tus amos no son capaces de hacerte obedecer", le dice a un mal esclavo uno viejo. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, p. 70-71).

Así que sí, los ricos valoraban su modo de vida como el conveniente y virtuoso, pero también los libres de clase baja, y los esclavos. Todos se veían a sí mismos y su modo de vida como buenos. Y sólo esto basta para notar, que eso de la inversión de los valores es una visión sesgada. Se trata de diferentes circunstancias, cada una con diferentes modos de vida y diferentes formas de verla. Pero continuaremos con más.

Respecto al último punto de la cita de Nietzsche, de "¡qué les importa a ellos la utilidad!", lo dice por la perspectiva de los psicólogos ingleses de los que se queja, los cuales hacen una interpretación evolutiva de la moral. Nietzsche dice que las personas de las clases altas no pensaban en la utilidad. Y seguramente es cierto. Pero aunque no he leído a los psicólogos de los que se refiere, hay que ver que la utilidad es parte importante de la teorización en la biología, es parte de la selección natural. Que alguien no piense en la utilidad de sus actos, no significa que no la haya; porque a través de la selección natural siempre todo tiene alguna utilidad o no, y lo que es adaptativo se queda, y lo que no, desaparece. Así que, si a ellos les importaba la utilidad o no, no importa, porque la selección natural sigue ahí, sean ellos conscientes o no de ella.


2.2

Dice:

El pathos de la nobleza y de la distancia, como hemos dicho, el duradero y dominante sentimiento global y radical de una especie superior dominadora en su relación con una especie inferior, con un «abajo» —éste es el origen de la antítesis «bueno» y «malo». (El derecho del señor a dar nombres llega tan lejos que deberíamos permitirnos el concebir también el origen del lenguaje como una exteriorización de poder de los que dominan: dicen «esto es esto y aquello», imprimen a cada cosa y a cada acontecimiento el sello de un sonido y con esto se lo apropian, por así decirlo.) (p. 38).

Esta parece ser la razón por la que se centra en las clases altas, en que, según él, los nobles son los que dicen qué son las cosas. Pero aunque a él no le guste, los pobres también podemos hablar, y no sólo eso, sino que las variaciones en el lenguaje se realizan con mayor intensidad y rapidez en las clases sociales bajas, y en las personas de bajos niveles educativos. (Radford, Atkinson, Britain, Clahsen, & Spencer, 2016, p. 75-76). Es decir, que los de clases altas mantienen una forma de hablar más estandarizada, mientras que son los de clases bajas y pobre educación los que inventan nuevas palabras, significados, y sintaxis.

Evidentemente, las cosas no son tan sencillas como «Los nobles son los que dicen qué son y cómo son las cosas», como tampoco los pobres. Todo esto es mucho más complicado.

Y como ya vimos, lo bueno y lo malo, no son cosas que hayan nacido en una clase social específica, sino que cada uno tiene su forma de ver su vida y valorarla. Así que eso de que lo bueno y lo malo son equivalentes en su origen a la clase alta y la clase baja, es falso.


4

Dice:

en todas partes, «noble», «aristocrático» en el sentido estamental, es el concepto básico a partir del cual se desarrolló luego, por necesidad, «bueno» en el sentido de «anímicamente noble», de «aristocrático», de «anímicamente de índole elevada», «anímicamente privilegiado»: un desarrollo que marcha siempre paralelo a aquel otro que hace que «vulgar», «plebeyo», «bajo», acaben por pasar al concepto «malo». El más elocuente ejemplo de esto último es la misma palabra alemana «malo» (schlechz): en sí es idéntica a «simple» (schlicht) —véase «simplemente» (schlechtweg, schlechterdings) —y en su origen designaba al hombre simple, vulgar, sin que, al hacerlo, lanzase aún una recelosa mirada de soslayo, sino sencillamente en contraposición al noble. Aproximadamente hacia la Guerra de los Treinta Años, es decir, bastante tarde, tal sentido se desplaza hacia el hoy usual. (p. 40).

Miren, dice «en todas partes», yo no he leído todos los libros de tiempos pasados, confío en que Nietzsche por haberse formado como filólogo esté correctamente informado sobre eso. Pero hay un detalle que se le pasó. Y es que que algo falte, no significa necesariamente que no influya.

Miré una vez en una especie de nota que durante la Segunda Guerra Mundial observaron los aviones que regresaban del campo de batalla, vieron dónde tenían la mayor cantidad de balas y heridas, y reforzaron esas zonas, pero ello no sirvió de nada, seguían cayendo las mismas cantidades de aviones. Porque eran precisamente las zonas sin balas la razón de que hubieran regresado, porque a los que les daban tiros en esas zonas habían caído.

Estoy seguro de que algo así sucede en este caso. Dice que en todas partes los términos «noble» y «aristócrata» están vinculados a lo «bueno», y lo «vulgar» y «plebeyo» a lo «malo». Pero esto es, seguramente, porque en aquellos tiempos la escritura y lectura estaba reservada a las élites, a la nobleza y al clero. Obviamente ellos, igual que como hemos visto ya, valoraban su modo de vida como el más digno, igual que las personas de otras clases sociales. Lo que sucede es que, dado que eran los únicos que sabían leer y escribir, sólo su forma de hablar quedó registrada.

Esto no significa, como parece creer Nietzsche, que la moral haya sido «noble» o «aristocrática» por sí misma desde el principio.


7.1

Dice:

Ya se habrá adivinado que la manera sacerdotal de valorar puede desviarse muy fácilmente de la caballeresco-aristocrática y llegar luego a convertirse en su antítesis; en especial impulsa a ello toda ocasión en que la casta de los sacerdotes y la casta de los guerreros se enfrentan a causa de los celos y no quieren llegar a un acuerdo sobre el precio a pagar. Los juicios de valor caballeresco-aristocráticos tienen como presupuesto una constitución física poderosa, una salud floreciente, rica, incluso desbordante, junto con lo que condiciona el mantenimiento de la misma, es decir, la guerra, las aventuras, la caza, la danza, las peleas y, en general, todo lo que la actividad fuerte, libre, regocijada lleva consigo. La manera noble-sacerdotal de valorar tiene —lo hemos visto— otros presupuestos: ¡las cosas les van muy mal cuando aparece la guerra! (p. 45-46).

El problema con esto inicia, en que para Nietzsche, como para muchas personas en nuestras culturas, «religión» significa solamente «cristianismo», acerca de otras religiones no tienen ninguna idea, sino a lo mucho, prejuicios. Pero en verdad, parece que Nietzsche no sólo escribió según sus percepciones sobre los conocimientos disponibles en su época, y una resentimiento contra los miserables y pobres, sino que era selectivo en sus observaciones, de modo que sólo menciona las cosas que le convienen a sus ideas, ignorando las cosas que seguro sabía, por lo menos de oídas: como que existió la Orden Teutónica, la Orden del Templo, y la Orden de los Caballeros Hospitalarios, en las cuales todos los miembros eran monjes y militares a la vez. De modo que es evidente que incluso en el cristianismo no existe una dicotomía inquebrantable entre los valores guerreros y los votos de pobreza, castidad, humildad y mansedumbre. Pero mencionaré más ejemplos de cómo se equivoca en general, pues generaliza hablando de las religiones y los sacerdotes, y no sólo de los cristianos.

Muhammad, era de una de las familias más poderosas de su región, y aún así, fundó el islam. Además, fue también un guerrero. En el Corán se reconoce la guerra como un acontecimiento que debería ser evitado, pero lícito de hacer porque en ocasiones es inevitable. Y hay que notar que el islam no se expandió por predicar de modo totalmente pacífico, sino que se expandió a filo de espada, 100 años después de la muerte de Muhammad, el Imperio Omeya abarcaba Hispania, el Norte de África, Arabia entera, Armenia, y Persia. Y como pueden ver, a esta religión, le fue magníficamente bien en la guerra.

En Japón

durante más de seiscientos años, desde mediados del siglo X a finales del XVI, se produjeron verdaderas luchas armadas entre los monasterios. (...) los soldados que componían estas milicias, conocidos bajo el nombre de sohei, «monjes guerreros», eran, lo más frecuentemente, laicos o religiosos de rango inferior (Bereau, y otros, 2005, p. 408-409).
Las sectas participaron así en casi todas las luchas que desgarraron al Japón hasta finales del siglo XVI. (p. 426).

Los mexicas, por parte de su religión, hacían sus guerras floridas, con el propósito religioso de tomar prisioneros para sacrificarlos al sol.

Y como ven, Nietzsche generaliza su visión de una variante de la moral sacerdotal cristiana como si fuera la única moral de todos los sacerdotes del mundo. Y puede verse con estos ejemplos, que no sólo no existe una dicotomía entre los valores de los nobles y los valores de los sacerdotes, sino que los valores de ambos pueden ser de lo más variados, y pueden o no presentarse juntos. Y como siempre se ha mostrado evidente, las dictaduras puramente militares no duran mucho tiempo, en cambio sí los poderes que se afianzan en alianza con una religión. Las religiones una vez afianzadas en el pueblo, son necesarias para mantener el poder de los monarcas y presidentes.

7.2

Dice:

tomemos en seguida el máximo ejemplo. (...) los judíos, ese pueblo sacerdotal, que no ha sabido tomar satisfacción de sus enemigos y dominadores más que con una radical transvaloración de los valores propios de éstos, es decir, por un acto de la más espiritual venganza. (...) Han sido los judíos los que, con una consecuencia lógica aterradora, se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de los valores (bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios) y han mantenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión, a saber, «¡los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe bienaventuranza, (...)» con los judíos comienza en la moral la rebelión de los esclavos: esa rebelión que tiene tras sí una historia bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido de vista tan sólo porque —ha resultado vencedora... (p. 46-47).

Entre los judíos, así como en todas las religiones, ha habido variantes religiosas, diferentes interpretaciones. Una de ellas era la de los saduceos, de quienes se tiene poca información, pero según parece, decían que no habría resurrección de los muertos, y que los buenos eran los ricos, porque Dios los favorecía. Y uno podría decir, que en eso tiene razón Nietzsche, porque del otro lado estaban los fariseos, que solían ser gente de rango más bajo, y que, descontentos con esta vida, decían que debía haber una resurrección. Pero la Naturaleza es demasiado complicada como para reducirla a dualidades paralelas que se oponen y luchan sin mezclarse. No sólo había saduceos y fariseos, también había esenios, bautistas, y muchas más sectas y formas de variar en su religión.

Otro punto, es que cuando Nietzsche dice «los judíos, ese pueblo sacerdotal», lo dice como si todos fueran sacerdotes, y no es así, ni en aquellos tiempos ni ahora. Se entiende que es un recurso retórico para hacer penetrar en nuestras mentes sus escurridizas ideas, pero no se dejen engañar.

Otra cosa, es que los judíos en ningún momento se juntaron, como si todos pensaran lo mismo, y dijeron «Ahora vamos a vengarnos de los romanos creando el cristianismo, en donde los buenos ahora serán los malos, y los malos los buenos». Y como ya mencioné, si, según dice Nietzsche, en todas partes las palabras ligadas a lo «bueno» son las ligadas a la nobleza, es muy seguramente porque del lenguaje y expresiones de los pobres no quedaron registros porque no sabían escribir. Pero a través de las tumbas de los romanos, y algunas frases que han quedado de los esclavos, se nota que cada quien tenía su forma de valorar su propia vida. No es como si hubiera habido una primera y única forma de moral que luego fuera puesta de cabeza. Las cosas son muchísimo más variadas y complejas, en estas cosas, las ideas de Nietzsche, más que filosofía, parecen rabietas de un niño a quien sus padres quieren arrastrar a misa temprano.

Otro punto, es que, Nietzsche hace parecer que los judíos invirtieron los «valores primigenios» o algo así, como medida contra sus dominadores. Y dado que habla de «los judíos» en oposición a «sus dominadores» lo hace ver como si todos los judíos hubieran hecho esta «transvaloración» en contra de un pueblo ajeno, que se entendería, son los romanos. Pero los saduceos eran judíos también. Es otro asunto para tener claro: que no fueron todos contra un pueblo extranjero que crearon su moral, sino que se trata variaciones internas.


13.1

Dice:

El que los corderos guarden rencor a las grandes aves rapaces es algo que no puede extrañar: sólo que no hay en esto motivo alguno para tomarle a mal a aquéllas el que arrebaten corderitos. Y cuando los corderitos dicen entre sí «estas aves de rapiña son malvadas; y quien es lo menos posible un ave de rapiña, sino más bien su antítesis, un corderito, —¿no debería ser bueno?», nada hay que objetar a este modo de establecer un ideal, excepto que las aves rapaces mirarán hacia abajo con un poco de sorna y tal vez se dirán: «Nosotras no estamos enfadadas en absoluto con esos buenos corderitos, incluso los amamos: no hay nada más sabroso que un tierno cordero.» —Exigir de la fortaleza que no sea un querer-dominar, un querer-sojuzgar, un querer-enseñorearse, una sed de enemigos y de resistencias y de triunfos es tan absurdo como exigir de la debilidad que se exteriorice como fortaleza. Un quantum de fuerza es justo un tal quantum de pulsión, de voluntad, de actividad —más aún, no es nada más que ese mismo pulsionar, ese mismo querer, ese mismo actuar, y, si puede parecer otra cosa, ello se debe tan sólo a la seducción del lenguaje (y de los errores radicales de la razón petrificados en el lenguaje), el cual entiende y mal entiende que todo hacer está condicionado por un agente, por un «sujeto». Es decir, del mismo modo que el pueblo separa el rayo de su resplandor y concibe al segundo como un hacer, en la acción de un sujeto que se llama rayo, así la moral del pueblo separa también la fortaleza de las exteriorizaciones de la misma, como si detrás del fuerte hubiera un sustrato indiferente, que fuera dueño de exteriorizar y, también, de no exteriorizar fortaleza. Pero tal sustrato no existe; no hay ningún «ser» detrás del hacer, del actuar, del devenir; «el agente» ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo. (p. 58-59).

He aquí, Nietzsche diciendo: «Los miserables están en su derecho de llamar malvados a los poderosos que les hacen daño, pero están equivocados en hacerlo porque el dominarlos y hacer con ellos lo que se les da la gana es parte de su naturaleza». Y para ello, saca la vieja y confiable técnica cristiana de lo inconmensurable:

1. A (sea atributo de Dios o la voluntad) es inexpresable por el lenguaje.
            (a ← i) → ¬a

2. A implica B.
            a → b

3. No tengo pruebas de que A implique B, de hecho, las observaciones más claras dicen que es falso, pero A es inexpresable.
            ¬(a → b) ∧ (a ← i)

4. Por lo tanto es verdad que A implica B, puesto que el que no lo pueda expresar, significa que es cierto.
            ⊢ a → b, ⊣ (¬a → ¬b)  ← i

De este modo, se permite decir, que sólo existe el «hacer», y no el «sujeto», el cual es una ficción nacida del lenguaje. En esto estoy de acuerdo parcialmente. Pero el problema es que Nietzsche usa hablar de algo que supone anterior al lenguaje, para lo cual, sobra decir que no tiene pruebas de lo que dice, inevitablemente tiene que hablar, primeramente, y segundamente, hablar en términos de lenguaje, y a la vez que rechaza al «sujeto» acepta otra categoría gramatical que es el «hacer».

En estas cosas, quien le cree a Nietzsche, puede, igual que los monoteístas trascendentales, inventarse cualquier cosa, aunque no tengan ninguna prueba, y rechazar cualquier argumentación en contra porque, según él, se trata de algo inexpresable con el lenguaje. Pero aún así, curiosamente, insisten en afirmarlo hablando. Mediante esta cosmogonía, uno puede afirmar cualquier cosa, sin importar que las pruebas de lo contrario estén delante suyo. Para tal cosa, mejor como decía Wittgenstein, cállate el hocico, o mejor en vez de hablar, ponte a cantar. Para que así, en vez de perder el tiempo en discusiones inútiles, te pongas a mostrar aquello, ya que de ello hablar no se puede, suponiendo que realmente exista tal cosa.

Nietzsche dice que el pensamiento es seducido y deformado por el lenguaje, para sostener así su idea de que hay sólo «hacer» y no hay «sujeto». Pero, aunque es cierto que el pensamiento es anterior al lenguaje, ello

no socava la posición que adoptamos aquí —la de que la cultura humana es un elemento constitutivo y no complementario del pensamiento humano— por varias razones. Primero, el hecho de que animales subhumanos aprendan a razonar a veces con sorprendente efectividad sin aprender a hablar no prueba que los hombres puedan también hacerlo, de la misma manera en que el hecho de que una rata pueda copular sin la mediación del aprendizaje por imitación o de la práctica no prueba que un chimpancé pueda hacerlo. Segundo, los afásicos son personas que aprendieron a hablar y que interiorizaron el discurso pero que luego perdieron (o más frecuentemente, perdieron en parte) su anterior capacidad, no personas que nunca aprendieron a hablar. Tercero, y sumamente importante, el habla en el sentido específico de habla vocalizada dista mucho de ser el único instrumento público de que disponen los individuos proyectados a un medio cultural preexistente. Fenómenos tales como el hecho de que Helen Keller aprendiera a pensar mediante la manipulación de objetos culturales como cubiletes y tapones combinada con la deliberada provocación (por parte de Miss Sullivan) de sensaciones tácitas en su mano, o el fenómeno del niño que se halla en edad anterior a la del lenguaje y desarrolla el concepto de número ordinal mediante la disposición de dos líneas paralelas de bloques, demuestran que lo esencial es la existencia de un sistema público de símbolos de alguna clase. En el caso del hombre especialmente, concebir el pensar como un proceso esencialmente privado es pasar por alto casi por completo lo que las personas hacen realmente cuando se entregan a la actividad de razonar.
    Pensar en imágenes no es ni más ni menos que construir una imagen del ambiente, hacer que el modelo se adelante al ambiente y predecir que el ambiente se comportará como el modelo... El primer paso para la solución del problema consiste en construir un modelo o imagen de los "rasgos relevantes" del (ambiente). Estos modelos pueden construirse con muchas cosas, incluso con partes de los tejidos orgánicos del cuerpo, y el hombre puede construirlos con papel y lápiz o con verdaderos artefactos. Una vez construido el modelo se lo puede manipular en varias condiciones hipotéticas y variadas coacciones. Entonces el organismo es capaz de "observar" el resultado de estas manipulaciones y proyectarlas al ambiente para hacer posible la predicción. De conformidad con este punto de vista, un ingeniero aeronáutico está pensando cuando manipula el modelo de un nuevo avión en un túnel de viento. El automovilista está pensando cuando con su dedo recorre la línea de un mapa, pues el dedo le sirve como modelo de los aspectos relevantes del automóvil y el mapa como modelo del camino. Modelos externos de esta clase se emplean a menudo al pensar en (ambientes) complejos.
(Geertz, 2006, p. 77-78).

Uno no piensa nada más porque sí, como algo innato. Todo el organismo depende siempre del ambiente y el contexto. Y por ello, si alguien es, por ejemplo, capaz de multiplicar mentalmente, es porque antes ha usado tantas veces técnicas, que las ha integrado en su mente. Y por eso, lo que dice Nietzsche es falso. Al contrario, es él quien por capricho ha querido tomar el verbo y deshacerse del sujeto.

El más constante problema que me parece que tiene Nietzsche, es que viendo cómo son las cosas, decide rechazarlas y afirmar otras como las verdaderas.

13.2

Dice:

Los investigadores de la naturaleza no lo hacen mejor cuando dicen «la fuerza mueve, la fuerza causa» y cosas parecidas, (⌖)

¿Pues qué querrá Nietzsche, que hablen con puros verbos o que no hablen?

(⌖) —nuestra ciencia entera, a pesar de toda su frialdad, de su desapasionamiento, se encuentra sometida aún a la seducción del lenguaje y no se ha desprendido de los hijos falsos que se le han infiltrado, de los «sujetos» (el átomo, por ejemplo, es uno de esos hijos falsos, y lo mismo ocurre con la kantiana «cosa en sí»): (⌖)

En la ciencia sí hay pasión, todo científico al que se le pregunte por sus investigaciones, lo hace con pasión. A cualquiera que se le pregunte por su tesis, por ejemplo, se le notará el brillo, el coraje o el desespero en sus ojos. Lo que dice sobre el átomo, sería mejor que respondiera un físico. A mí sólo me parece que la opinión de un filólogo en un asunto de física es de muy poco valor.

(⌖) nada tiene de extraño el que las reprimidas y ocultamente encendidas pasiones de la venganza y el odio aprovechen en favor suyo esa creencia e incluso, en el fondo, ninguna otra sostengan con mayor fervor que la de que el fuerte es libre de ser débil, y el ave de rapiña , libre de ser cordero: —con ello conquistan, en efecto, para sí el derecho de imputar al ave de rapiña ser ave de rapiña... Cuando los oprimidos, los pisoteados, los violentados se dicen, movidos por la vengativa astucia propia de la impotencia: «¡Seamos distintos de los malvados, es decir, seamos buenos! Y bueno es todo el que no violenta, el que no ofende a nadie, el que no ataca, el que no salda cuentas, el que remite la venganza a Dios, el cual se mantiene en lo oculto igual que nosotros, y evita todo lo malvado, y exige poco de la vida, lo mismo que nosotros los pacientes, los humildes, los justos»— esto, escuchado con frialdad y sin ninguna prevención, no significa en realidad más que lo siguiente: «Nosotros los débiles somos desde luego débiles; conviene que no hagamos nada para lo cual no somos bastante fuertes» —pero esta amarga realidad de los hechos, esta inteligencia de ínfimo rango, poseída incluso por los insectos (los cuales, cuando el peligro es grande, se fingen muertos para no hacer nada «de más»), se ha vestido, gracias a ese arte de la falsificación y a esa automendacidad propias de la impotencia, con el esplendor de la virtud renunciadora, callada, expectante, como si la debilidad misma del débil —es decir, su esencia, su obrar, su entera, única, inevitable, indeleble realidad— fuese un logro voluntario, algo querido, elegido, una acción, un mérito. Por un instinto de autoconservación, de autoafirmación, en el que toda mentira suele santificarse, esa especie de hombre necesita creer en el «sujeto» indiferente, libre para elegir. El sujeto (o, hablando de un modo más popular, el alma) ha sido hasta ahora en la tierra el mejor dogma, tal vez porque a toda la ingente muchedumbre de los mortales, a los débiles y oprimidos de toda índole, les permitía aquel sublime autoengaño de interpretar la debilidad misma como libertad, interpretar su ser-así-y-así como mérito. (p. 60-61).

Es verdad que uno siempre prefiere creer lo que le hace sentir mejor. Pero eso no tiene que ver con el lenguaje. Esto se debe a que biológicamente estamos hechos para buscar lo que sea más útil para la adaptación, y el sensor de qué es lo conveniente y qué no, son las emociones y sentimientos. Tomamos nuestras decisiones y fundamos nuestras creencias primeramente en las emociones, y luego usamos el neocórtex para darle fundamentos racionales, o pensar en cómo realizarlo.


14

Dice que los cristianos convirtieron la debilidad en virtud, y en vez de reconocer que no pueden vengarse, dicen que no quieren; y que en vez de desear abiertamente la venganza y el poder, dicen anhelar la justicia y el Día del Juicio, en el que serán ellos los poderosos y felices, en el paraíso, viendo a sus anteriores opresores sufriendo por la eternidad; en lo que Nietzsche dice, es un deseo y moral nacida totalmente del odio de los débiles. Estoy de acuerdo, esto aplica para muchas formas de cristianismo, pero no para las religiones en general, y ni siquiera para todos los cristianismos, porque antes hubo, por ejemplo, cristianos que decían que el Evangelio mandaba matar a los ricos, y éstos, por lo menos, sí tenían la valentía para realizar lo que el cristianismo que predominó no sería.

Aquí, volviendo al tema de la rebelión de los esclavos, también hay que notar, que aunque el cristianismo comenzó por sí solo, no se volvió predominante por sí mismo, sino porque el Emperador San Constantino el Grande puso fin a la persecución de los cristianos, facilitó el Concilio de Nicea, y el Credo de Nicea. Además de ser el primero en comenzar a perseguir el paganismo. Y fue el Emperador San Teodosio I el Grande quien convirtió el cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano.

El cristianismo estuvo al borde de la extinción, pero no fue la pura fuerza, inteligencia o contagiosa esperanza de salvación la que los convirtió en religión predominante, sino que fue el poder de los emperadores de Roma.

Sin Constantino quizá el cristianismo no hubiese triunfado. La Iglesia medieval no lo olvidará y tendrá en cuenta que la conversión de las naciones se opera casi siempre de arriba a abajo, partiendo de la conversión de los jefes políticos. (...).
Por otra parte, la conversión imperial evidenció la convergencia o más bien el paralelismo cada vez más estrecho entre la teología cristiana y el pensamiento político del Bajo Imperio. A la idea monárquica, que había sido siempre fuerte, pero que, a pesar de los artilugios de las formas diárquicas y tetrárquicas, se imponía cada vez más en Occidente, respondía dándole un fundamento sobrenatural la monarquía cristiana. Y no la monarquía eclesiástica, pontificia, ya que el obispo de Roma apenas si estaba por encima de los otros obispos (el Papa sólo se beneficiaría poco a poco de la imagen imperial), sino la monarquía divina. El monoteísmo era la garantía de la monarquía terrestre.
 (Clément, Le Goff, Gugenheim, Leroy, & Stauffer, 2009, p. 68-69).

Y sí, Jesús de Nazareth anduvo con los leprosos, las prostitutas, los ladrones, los pobres y los miserables, y les dio esperanzas basadas en un pacto de alianza militar que tenía aquél pueblo con YHVH, un dios guerrero. Dado que no pudieron vencer, mutó la cosmovisión y supusieron que YHVH cumpliría su pacto después con un Juicio Final. Pero aquellos primeros cristianismos no eran como el de ahora, era un repudio a las formas de organización de la época, una revolución bastante admirable para su tiempo, por ejemplo en eso que, según el Libro de los Hechos de los Apóstoles, se organizaron de un modo que seguramente inspiraría después al socialismo y al comunismo, repartiendo los bienes materiales según la necesidad.

Pero con el cristianismo pasó lo que con mucha frecuencia sucede a las religiones, y es que se transforman para adaptarse al Estado. El cristianismo que quedó, no fue el revolucionario, sino el que le sirvió a los emperadores, a los aristócratas, a los poderosos.

Y por eso, aunque Nietzsche habla mucho en términos de 

«[(Poderosos = Buenos) ∇ (Pobres = Malos)] | [(Miserables = Buenos) ∇ (Poderosos = Malvados)]».

También habría que añadir, que la moral cristiana de la que Nietzsche habla, es la moral que le conviene a los poderosos, porque fue a través del poder de los emperadores que las formas más revolucionarias y rebeldes de cristianismo fueron exterminadas o reducidas hasta casi la extinción. La moral de los monarcas a las que hace referencia Nietzsche con tanto anhelo, no puede concebirse sin la moral del resentimiento postergado a un Juicio Final en manos de Dios. Porque si acaso los miserables se dijeran: «Ningún Dios nos va a salvar», muy posiblemente alzarían las guadañas, trinches, hachas y martillos, y les cortarían la garganta a todos los nobles en un desenfreno como el de la revolución francesa.

Es así, que la moral del resentimiento postergado al Día del Juicio, no es lo contrario de la moral de los poderosos, sino su complemento social indispensable:

$$ \{[(Pobres = Buenos) ∧ (Nobles = Malos)] ↔ m^p\} ↔ \{m^n ↔ [(Pobres = Malos) ∧ (Nobles = Buenos)]\} $$


16

Dice:

Los dos valores contrapuestos «bueno y malo», «bueno y malvado», han sostenido en la tierra una lucha terrible, que ha durado milenios; y aunque es muy cierto que el segundo valor hace mucho tiempo que ha prevalecido, no faltan, sin embargo, tampoco ahora lugares en los que se continúa librando esa lucha, no decidida aún. (...) «Roma contra Judea, Judea contra Roma» (p. 67).
...
la Roma judaizada, construida sobre ella, la cual ofrecía el aspecto de una sinagoga ecuménica y se llamaba «Iglesia»; pero en seguida volvió a triunfar Judea, gracias a aquel movimiento radicalmente plebeyo (alemán e inglés) de resentimiento al que se da el nombre de Reforma protestante, añadiendo lo que de él tenía que seguirse, el restablecimiento de la Iglesia, —el restablecimiento también de la vieja quietud sepulcral de la Roma clásica. En un sentido más decisivo incluso y más profundo que en la Reforma protestante, Judea volvió a vencer otra ve sobre el ideal clásico con la Revolución francesa: la última nobleza política que había en Europa la de los siglos XVII y XVIII franceses, sucumbió bajo los instintos populares del resentimiento —¡jamás se escuchó en la tierra un júbilo más grande, un entusiasmo más clamoroso! (p. 68-69).

He aquí otro ejemplo de cómo Nietzsche, el filólogo que denuncia las seducciones del lenguaje, se deja engañar por su propia retórica cargada de prejuicios privilegiarios. Según dice, en el mundo hay, y por lo que parece decir, solamente en todo el mundo dos formas de moral, la de Judea y la de Roma. Roma la aristocrática y noble; y la de Judea plebeya y miserable. Según lo que dice, cada que los poderosos triunfan, la moral noble, de la que habla como si fuera «la moral buena»; y cada que los pobres se rebelan victoriosos, triunfa «la moral mala» o «la moral del resentimiento».

Nietzsche no nada más se queja de la moral del cristiano, que, resentido, espera sin luchar por sí mismo a que Dios venga y haga la venganza que llama justicia. No sólo se queja de que los cristianos sean débiles, incapaces, y que se vanaglorien de su debilidad. Sino que se queja aún cuando los pobres sí se levantan en armas a luchar. Y contrario a su retórica, la revolución francesa no fue un movimiento cristiano ni judío, sino un movimiento que separó la religión del Estado, y se quiso deshacer de Dios. Es precisamente una situación en que la gente se dijo «Ningún Dios nos salvará ahora, tenemos que luchar nuestras propias batallas y acabar con esta situación y los parásitos que nos gobiernan», pero Nietzsche dice que se trata de un triunfo de la moral del resentimiento.

¿Pues qué quieres Nietzsche? ¿Acaso esperas ir por ahí, golpear a los plebeyos, y que te pongan la otra mejilla? ¿No es eso de lo que te estás quejando? Y aún así, también te quejas si disparan su rifle.

Es esto lo que digo: Nietzsche no sólo denuncia que los pobres, por ser cristianos, tienen una moral en la que idealizan su debilidad y se niegan a luchar por sí mismos, sino que también denuncia que los pobres alcen las armas para vengarse. ¿Qué es lo que pasa entonces? He aquí lo que digo, la moral cristiana del resentimiento postergado no es lo contrario de la moral aristocrática nietzscheana, sino su complemento. Y el problema que tiene Nietzsche no es la moral del resentimiento: el problema que tiene se llama aporofobia: el miedo, rechazo, aversión y odio a los pobres, no por su forma de ver el mundo ni sus formas de actuar, sino simplemente porque son pobres.

Como dice en 11:

¡cuán diferentes son estas dos palabras, «malo» (schlecht) y «malvado» (böse), que aparentemente se contraponen a un mismo concepto «bueno» (gut)! Mas no se trata del mismo concepto «bueno»: pregúntese, antes bien, quién es propiamente «malvado» en el sentido de la moral del resentimiento. Contestado con todo rigor: precisamente el «bueno» de la otra moral, precisamente el noble, el poderoso, el dominador, sólo que cambiado de color, interpretado y visto del revés por el ojo venenoso del resentimiento. (p. 54).

¡Uy sí, no me dejas explotarte, eres un resentido! Por eso te tomaron los nazis de fundamento. Te gusta la guerra, el dominio, la pelea, el poder, pero no sea que la revolución la comiencen las masas oprimidas porque los denuncias como resentidos.

La Genealogía de la Moral de Nietzsche es peor que el actual "los pobres son pobres porque quieren", es un "los miserables deben seguir siéndolo". Puesto que no quiere ni que fantaseen con una venganza en la otra vida, ni que se defiendan en esta; según parece, lo único que Nietzsche quisiera es ir por la calle golpeando, esclavizando y sometiendo plebeyos, sin que estos tuvieran reacción alguna, sin defenderse ni en la realidad ni en la fantasía. O acaso quisiera que los plebeyos se desquitaran en sus hijos o sus mascotas. Y siendo así, mi pregunta «filosófica» es la siguiente:

«¿En qué medida el Superhombre podría ser un padre de familia esclavista con aporofobia e identificación con el agresor, que golpea a su esposa, hijos y mascota, para vengarse de sus superiores?».


Comentario Final

Cuando comencé a leer a Nietzsche, me agradaba. Por aquél tiempo en que yo, todavía de mentalidad cristiana, prefería mil veces más a Lucifer que a Cristo; tiempo en que mi perspectiva iba un tanto similar a la de Nietzsche, en el detalle de que su cosmovisión parece ser un cristianismo patas para arriba, o un «todo lo que no sea cristiano es bueno».

Pero poco a poco me fue gustando cada vez menos. Al punto en que ahora lo detesto, es uno de esos autores a los que me dan ganas de golpear, y lo haré si acaso en el otro mundo me lo encuentro.

La razón por la que comencé a escribir esto, es que a mí me gustaba la Genealogía de la Moral, hasta que comencé a leer de historia, religiones, y otros temas, y me di cuenta de todas las falsedades que tenía este libro. Y el problema es que mucha gente se va con la idea de que es cierto lo que dice porque Nietzsche es famoso, y si tiene fama de ser un gran filósofo, seguramente sería verdad lo que dice; y si va de acuerdo con las quejas que tiene cada uno del cristianismo (y casi siempre creen que todas las religiones son como el cristianismo), con mucha más razón debería ser verdad. Y así, no se dan siquiera la oportunidad de contrastar lo que él dijo con lo que ahora se sabe.

El día de hoy, me cuesta entender la admiración que le tienen a tan gran canalla.

Una persona fuerte, no es el que somete a los demás. Es general en los animales que cuando se sienten inseguros, atacan o huyen. Por eso, el que se la pasa sometiendo a los demás, no es fuerte, sino débil, inseguro, como los perros chihuahua, que se la pasan haciendo ruido. El que es fuerte de verdad, expresa su fuerza ayudando a los demás, porque ya está seguro de su propia capacidad, así como los gatos que, considerando a su amo incapaz de cazar, le llevan un ave o un ratón; como las serpientes de cascabel, que en vez de atacar indiscriminadamente a lo que se le acerca, primero le advierte para que se vaya y evitarse la fatiga de matarlo. Solo quien se siente en peligro tiene la necesidad de dominar a sus semejantes, y eso es seña de inseguridad, y ello, de debilidad.



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