Del Origen Religioso de la Filosofía

    Actualmente hay una división muy tajante entre filosofía y religión, pero en sus orígenes estaban unidas al grado de que los romanos y griegos decían que los saduceos y fariseos de Judea eran escuelas filosóficas, cuando actualmente reconocemos a los saduceos y fariseos como diferentes posturas teológicas. Así que veremos qué relación hay entre la religión y los orígenes de la filosofía.

La Inconformidad Mitológica

    En su origen: “la filosofía no se deslindaba con claridad ni de la religión ni de lo que hoy llamamos «ciencias».” (Introducción de Bernabé, en Fragmentos presocráticos, 2018, pág. 14). 

Desde luego que la especulación mítica es más antigua que la filosófica, y en algunos aspectos es cierto que se produjo una transformación de una a otra en el período que nos ocupa. Pero no es menos cierto que ambos terrenos se mantuvieron por caminos paralelos durante siglos y que no se trató en modo alguno de una pura sustitución radical de uno por el otro. 
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el vehículo normal del mito es la poesía; de ahí que sus términos tiendan a ser expresivos, a sugerir, a huir de la precisión, para facilitar una lectura múltiple, mientras que la filosofía tiende a que sus términos sean unívocos, a crear una terminología precisa, (págs. 16 y 18-19). 

    En el principio la actividad filosófica era actividad religiosa, los filósofos inventaban sus propios mitos, los cuales todos ahora interpretan como alegorías. 

Parménides se nos muestra en su obra relacionado con la divinidad para conferirle a su poema la importancia y seriedad de una revelación religiosa. Su mensaje es, pues, inspirado, aunque el poeta desconoce la fuente de que procede la inspiración —de ahí que la diosa sea innominada—. Las figuras de su poema son tradicionales, pero las utiliza con un fin desusado: la relación con el conocimiento. El poeta vio la búsqueda de la verdad como algo propio de la experiencia mística y elaboró su composición sobre el tema con símbolos tomados de la religión porque consideró que él mismo estaba practicando una actividad religiosa. 
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Heráclito se siente iluminado, en posesión de la verdad absoluta, y ello lo lleva a utilizar un estilo profético, más que dialéctico. En suma, Heráclito no hizo sino profundizar y enriquecer el contenido del aforismo tradicional y de la respuesta oracular. (pág. 35 y 37). 

    ¿Por qué pasó esto? Creo yo que porque en aquella época la teología griega era desagradable, no sé si solamente para estos filósofos o si también para la gente del pueblo. Zeus se había convertido en el dios supremo luego de destronar a su padre, Cronos, y no solo eso, en la época en que Cronos gobernaba el universo todos eran felices. Precisamente cuando Zeus tomó el control les quitó a los humanos el fuego, y a Prometeo, quien le robó el fuego para dárselo a los humanos, lo castigó por toda la eternidad. Además, Zeus iba por ahí embarazando a cualquier mujer que se le atravesara. Esa era la mitología de Homero y Hesíodo, y con esa mitología era natural que los griegos sintieran que ser hijo de los dioses no legitimaba a ningún rey, creo que esa es una de las motivaciones que impulsó a la creación de la democracia de Atenas. 

A los dioses achacaron Homero y Hesíodo todo aquello que entre los hombres es motivo de vergüenza y reproche: robar, adulterar y engañarse unos a otros. [Decía Jenófanes] Proclamaron de los dioses innúmeras acciones fuera de toda ley 
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Homero merecía que lo expulsaran de los certámenes y que lo apalearan, y Arquílico, otro tanto. [Decía Heráclito]” (Fragmentos presocráticos, 2018, pág. 128 y 160).

La Herencia de los Oráculos

    Los griegos consultaban a los héroes, demonios y dioses para la adivinación, y a veces también para realizar curaciones. Un ejemplo es lo que hacían al consultar al héroe Trofonios en Boecia:

El paciente, después de haber cumplido los ritos preliminares, bebía de las fuentes del Olvido y de la Memoria; luego, vestido con un sudario, se introducía, con los pies por delante, por una estrecha abertura dentro de una cavidad artificial abierta en la ladera de la montaña. Allí era aspirado como por un torbellino y percibía en la noche visiones o ruidos proféticos. Después volvía al aire libre a través de la abertura, siempre con los pies por delante y en estado semiinconsciente. Los sacerdotes le sentaban en el trono de la Memoria y le ayudaban a interpretar lo que había visto u oído. Esta curiosa práctica tiene todas las apariencias de una iniciación; el fiel es puesto en una tumba (el antro de Trofonios es sobre todo una sepultura), y luego resucita a una nueva existencia conservando presente en el espíritu, merced al trono de la Memoria, la revelación que ha recibido del más allá. Uno no puede dejar de pensar en las doctrinas pitagóricas y platónicas sobre la reminiscencia, así como en los descensos al hades de Pitágoras y de Er de Panfilia. (Caquot, Duchesne-Guillemin, Varenne, & Vian, 2017, págs. 306-307). 

    Recordemos que Pitágoras era un filósofo pero también era un místico. 
    Y el 

«Conócete a ti mismo», que no era en sus comienzos más que una llamada al hombre a que reconociera la humildad de su condición, se convertirá con Sócrates en la regla áurea de la búsqueda filosófica. (Caquot, Duchesne-Guillemin, Varenne, & Vian, 2017, pág. 313). 

    En los misterios de Deméter en Eleusis los griegos recibían una iniciación sin la cual el mortal acabaría en las tinieblas después de la muerte. Y esto lo aceptaban todos en su tiempo: “Píndaro, Sófocles y Platón confirman que el iniciado es el único que goza de la verdadera vida más allá de la muerte, mientras que los no iniciados son condenados al «cenegal».” (Caquot, Duchesne-Guillemin, Varenne, & Vian, 2017, pág. 318). 

    Después de Nietzsche la filosofía ha tomado un matiz en el que predomina el desprecio por lo espiritual y elogia la búsqueda por lo material. Pero la filosofía no siempre fue así. Antes estaba tan unida con lo místico y lo espiritual que nos es imposible distinguir dónde termina su aspecto religioso y dónde comienza su aspecto auténticamente filosófico, suponiendo que hubiera tal cosa. Un ejemplo es el neoplatonismo: 

Porfirio recogerá y desarrollará esta doctrina en su tratado Sobre la abstinencia de los animales: al Dios que está por encima de todo no hay que ofrecerle incienso, ni sacrificio, ni palabra sensible, sino que hay que adorarlo en silencio; la elevación de nuestra alma hacia él es el único sacrificio que le conviene. El filósofo es el sacerdote del Dios trascendente; es, pues, superior a los sacerdotes de los dioses particulares. Sólo el filósofo sabe cómo honrar al Dios trascendente y llegar a él en el fondo del corazón. 
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en los últimos neoplatónicos, la práctica religiosa va acompañada de un sentimiento religioso casi extático. (...) 
La vida de estos últimos fieles no sólo está impregnada por lo sobrenatural y lo maravilloso; se rige, demás, por un puritanismo y una repulsión por el mundo sensible que se halla muy alejado de la religión antigua. En estos medios imperaba un horror enfermizo hacia todo lo que se relacionara con las realidades sexuales. (...) El ideal de esos círculos paganos era la vida angélica (Caquot, Duchesne-Guillemin, Hadot, Trocmé, & Turgan, 2005, págs. 117 y 120-121). 

    Así pues, el desprecio por lo espiritual no es general de la filosofía, sino una particularidad de nuestra actualidad. Así como antes despreciaban la materia y buscaban lo espiritual, ahora lo que predomina es la búsqueda de lo material y el desprecio por lo espiritual. No es algo novedoso ni ninguna clase de despertar racional.

Conclusión

    Los filósofos desde el inicio han surgido similares a profetas, han creado nuevos mitos tomando de las antiguas costumbres lo más establecido y que les parecía rescatable, cambiando las cosas más desagradables a su propia visión. 

    Alberto Bernabé en su introducción a los Fragmentos presocráticos hizo un análisis del estilo literario de los primeros filósofos y ha notado que los primeros escribían como sacerdotes y profetas, y poco a poco fueron cambiando su estilo discursivo, y pasaron de hablar como poetas a hablar en prosa y con argumentos. 

    Pero las religiones no están compuestas por puras falacias de autoridad como sugiere en cierto modo la Wikipedia y muchos ignorantes de las religiones. Las religiones también tienen argumentos, y los dan del mismo modo que los filósofos, a través de análisis conceptuales y otras herramientas lógicas y retóricas, aunque sin observación y experimentación empírica. En cuestión de argumentos la religión y la filosofía no son distintas. 

    A veces se habla de la filosofía como la madre de las ciencias, pero las religiones también han promovido el avance de las ciencias. El taoísmo fue uno de los grandes promotores de la alquimia: 

Los grandes monasterios [budistas] no eran sólo focos de vida espiritual a menudo intensa, sino también centros de actividad cultural, pues la enseñanza destinada a los novicios y a los jóvenes monjes se extendía a dominios de conocimiento muy variados, ajenos a la doctrina y a la disciplina específicamente búdicas, a la gramática del pali y del sánscrito, a la métrica, a la lógica, a la medicina, a veces a las técnicas de la arquitectura, de la pintura, de la escultura e incluso de la alquimia y de la astrología. Los mismos laicos podían, en determinados casos, beneficiarse de esta enseñanza y de los consejos dados por los religiosos expertos en artes médicas. (Bereau, y otros, 2005, pág. 228). 

    En la Europa medieval, dice Paul Johnson: 

La abadía (...) era una institución relacionada con el saber, pronto adquirió y desarrolló una función social suplementaria, la de portadora de la cultura. (...) suministraron el canal principal por donde el saber y las artes del mundo antiguo llegaron a la Europa de la Edad de las Tinieblas, (Johnson, 2010, pág. 208). 

    Jean Doresse dice: “No cabe duda, (...) de que el hermetismo filosófico contribuyó a preparar el terreno a las ciencias modernas, así como a la filosofía ligada a ellas.” (Doresse, Rudolph, Puech, & Fahd, 2014, pág. 152). 

    Incluso las universidades aparecieron como instituciones religiosas, primero comenzaron como madrazas musulmanas, y luego en Europa, Jacques Le Goff dice: 

Su función es tanto social como intelectual: formar los mandos de los nuevos Estados, de los nuevos cuerpos políticos, y en primer lugar, los del papado y los de la Iglesia. Las universidades son semilleros de altos funcionarios eclesiásticos y civiles. Es un asunto de la Iglesia y, por lo tanto, los universitarios son también clérigos. (Clément, Le Goff,, Gugenheim, Leroy, & Stauffer, 2009, pág. 171). 

    Además, dice Paul Veyne: “en Roma, los filósofos y también a veces los profesores de retórica ocupaban en la sociedad un lugar aparte, un poco como los sacerdotes entre nosotros” (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 31). 

    Un error es creer que la filosofía consiste en investigaciones que se desarrollaron hasta convertirse en la ciencia actual. Porque la ciencia se desarrolló a partir de las artes, sin el componente empírico y pragmático ningún desarrollo teórico logra avanzar, de modo que las artes son las que originaron ese progreso. Las filosofías, igual que las religiones, son cosmovisiones que siempre están en contacto con todos los aspectos de la vida, y por eso las filosofías han motivado el desarrollo de unas ciencias, igual que las religiones han motivado el desarrollo de otras ciencias. Por ejemplo, la teoría de la evolución, que bajo las cosmovisiones cristianas y filosóficas se desarrolló con Charles Darwin y Herbert Spencer, en el mundo musulmán se desarrolló mil años antes con al-Jahiz por la influencia de las siguientes aleyas del Corán: 

Dios creó a todos los animales del agua: de ellos unos se arrastran, 
otros caminan a dos patas, otros a cuatro. 
Dios crea lo que quiere. Dios es omnipotente. (24:45)
... 
¿Qué os pasa, que no esperáis de Dios magnanimidad, 
habiéndoos creado en fases? (71:13-14) 
...
Todos volveréis a Él. ¡Promesa de Dios, verdad!
Él inicia la creación y luego la repite, (10:4) 

    Y el comienzo de las «grandes preguntas filosóficas» tampoco empezó con la filosofía, porque como hemos visto, el «Conócete a ti mismo», del que emanan las preguntas como «¿Quién soy?», emanan del Templo de Apolo en Delfos.

¿Quiénes somos? ¿Qué es lo que debo hacer? ¿A dónde vamos y qué puedo esperar? Cuestiones modernas como éstas no tienen nada de natural; ni el pensamiento ni la piedad antiguas se las planteaban; han nacido de la respuesta cristiana. El problema antiguo y sus subdivisiones eran muy diferentes.
Para nosotros, la filosofía es una materia universitaria y una parte de la cultura; un saber que aprenden los estudiantes y en el que las personas cultivadas se interesan movidas por una elevada curiosidad. Los ejercicios espirituales y las reglas de vida sobre las que un individuo puede ordenar su existencia constituyen una parte eminente de la religión; el más allá es otro de sus elementos: la idea de que tras la muerte no hay nada es a nuestros ojos algo eminentemente irreligioso. Ahora bien, entre los Antiguos, reglas de vida y ejercicios espirituales constituían la esencia de la “filosofía” no de la religión, y ésta se hallaba más o menos separada de las ideas sobre la muerte y el más allá. Estaban las sectas, pero eran sectas filosóficas, porque la filosofía les ofrecía su materia y ellas proponían a los individuos interesados sus convicciones y sus reglas de vida; uno se hacía estoico o epicúreo y se atenía más o menos a sus convicciones, de la misma manera que se es hoy cristiano o marxista, con el deber moral de vivir la propia fe o de ser un militante. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 203).

    Los filósofos antiguos

En el fondo, son una especie de clero laico, y los humoristas cuentan sobre ellos historietas divertidas como se hará en la Edad Media a propósito de las costumbres de los clérigos. Un senador, condenado a muerte, camina hacia el suplicio acompañado de su filósofo doméstico, que le prodiga hasta el final sus exhortaciones; otro, sostiene en su lecho de muerte doctas conversaciones con un filósofo de la secta cínica; y un gran personaje, gravemente enfermo, escucha los consejos de un estoico, que le exhorta al suicidio, y se deja morir de hambre.
Porque todo convertido a una doctrina se volvía su propagandista y se esforzaba en atraer a ella nuevos miembros: Fulano es refractario, pero el caso de Mengano no es desesperado, puede ganársele aún para la sabiduría. Términos como conversión, dogma y herejía fueron tomados por los cristianos de las sectas filosóficas. Estoicismo, epicureísmo, platonismo, cinismo, pitagorismo, cada secta continuaba la doctrina de su fundador y era o se creía fiel a sus dogmas; la idea de una investigación libre les era ajena. Se transmitía la doctrina como un tesoro y se polemizaba con ardor contra la de las otras sectas; las modificaciones, a veces considerables, introducidas a lo largo de siglos en los dogmas eran involuntarias y escapaban a sus propios autores. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 221-222).

    ¿Alguna vez les contaron que el término «hereje» significa originalmente «que piensa por sí mismo» y que la Iglesia lo utilizó como insulto y término criminal? Pues esta forma de utilizar el término no empezó con la Iglesia y el cristianismo, sino con la filosofía antigua.

    Y es así, que la filosofía en su origen nació como una religión nueva. E igual que la religión, la filosofía es una cosa que se vive, aunque ahora parece que se ha estado convirtiendo en pura charlatanería de profesores que consiste únicamente en «explicar a los filósofos».


Referencias:
  • Bereau, A., Caillat, C., Demieville, P., Esnoul, A.-M., Frank, B., Kaltenmark, M., & Renondeau, G. (2005). Las religiones en la india y en extremo oriente (Vol. 4). (F. Torres Oliver, Trad.) D.F., México: Siglo XXI.
  • Brown, P., Patlagean, É., Rouche, M., Thébert, Y., & Veyne, P. (2017). Historia de la vida privada 1 (Vol. 1). (F. Pérez Gutiérrez, & J. Arce, Trads.) Barcelona, España: Taurus.
  • Caquot, A., Duchesne-Guillemin, J., Hadot, P., Trocmé, E., & Turgan, R. (2005). Las religiones en el mundo mediterráneo y en el oriente próximo. I (Vol. 5). (L. Barruti, J. Ortega Matas, & A. Cardin Garay, Trads.) D.F., México: Siglo XXI.
  • Caquot, A., Duchesne-Guillemin, J., Varenne, J., & Vian, F. (2017). Las religiones antiguas. II (Vol. 2). (J. L. Ballbé, & A. Cardin Garay, Trads.) D.F., México: Siglo XXI.
  • Clément, O., Le Goff,, J., Gugenheim, E., Leroy, J., & Stauffer, R. (2009). Las religiones constituidas en occidente y sus contracorrientes I (Vol. 7). (M. Mallofret, Trad.) D.F., México: Siglo XXI.
  • Doresse, J., Rudolph, K., Puech, H.-C., & Fahd, T. (2014). Las religiones en el mundo mediterráneo y en el oriente próximo. II (Vol. 6). D.F., México: Siglo XXI.
  • Fragmentos presocráticos. (2018). (A. Bernabé, Trad.) Madrid, España: Alianza.

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