El Complejo de Edipo No es Universal

Refutar un concepto ampliamente aceptado entre algunas corrientes psicológicas es muy similar a tratar de explicar razonamientos a alguien que está terco en no aceptar nada que no esté dicho de alguna manera en la Biblia. Esta cualidad la tiene el psicoanálisis por herencia del judaísmo, como lo he expresado ya en La Influencia del Judaísmo en el Psicoanálisis. Hay psicoanalistas a los que respeto y admiro mucho, pero es así porque ellos tienen oídos para escuchar más que sus propias palabras puestas en los demás. En cambio hay otros cuyo «psicoanálisis» debería ser definido como: «El arte de sobreinterpretar a Freud», y que se niegan hasta a escuchar o validar cualquier argumento simplemente porque la conclusión va en contra de su dogma, y sí, muy doctos en psicoanálisis y filosofía, pero también los cristianos que quemaban brujas eran muy doctos en las materias de su religión.

    El problema de la psicología mentalista es que, además de rechazar las matemáticas, los psicólogos también han rechazado la lógica, apostando más por la aceptación de que hay procesos cognitivos «racionales» e «irracionales», como lo serían según ellos lo consciente e inconsciente porque se han negado siquiera a sistematizar los procesos inconscientes a través de estudios lingüísticos serios y no charlacanerías. Y por no usar la lógica en sus estudios, y aparte tener un gusto coprofílico-literario dizque poético-profundo, lo único que logran es que un concepto se extienda tanto que se convierte en comodín, como lo han hecho con el complejo de Edipo. Aquí daré las razones desde diferentes disciplinas de por qué el complejo de Edipo existe, pero no es universal, sino un fenómeno particular de las culturas judeo-cristianas y burguesas de Viena, y que persiste todavía pero no por sí mismo, sino a través de descuidos de la transferencia en el psicoanálisis de los descuidados.

Definición del Complejo de Edipo

    El complejo de Edipo está conformado por las fantasías sexuales infantiles que observó Freud en sus pacientes, el complejo de castración, la angustia de castración, y la envidia del pene. A continuación, para evitar repeticiones y apartados innecesarios, en la misma cita de Freud, entre corchetes, haré mis comentarios. Freud (2012 [1924]) habló de este modo:

Cuando el sujeto infantil de sexo masculino ha concentrado su interés sobre sus genitales, lo revela con manejos manuales y no tarda en advertir que los mayores no están conformes con aquella conducta. Más o menos precisa, más o menos brutal, surge la amenaza de privarle de aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza de castración parte casi siempre de alguna de las mujeres que rodean habitualmente al niño, las cuales intentan muchas veces robustecer su autoridad asegurando que el castigo será llevado a cabo por el médico o por el padre. (...)

    [Esto es lo más general, lo que más les sucedía a los pacientes de Freud, pero hay que tener siempre en cuenta que sus pacientes eran los burgueses de la época victoriana, las gentes de clase alta. De modo que la población de sus pacientes no sirve para generalizar que así les sucedía a todos en su época.] 
 
... 
Siempre se le presenta alguna ocasión de contemplar la región genital de una niña y convencerse de la falta de aquel órgano, del que tan orgulloso está, en un ser tan semejante a él. De este modo se hace ya posible representarse la pérdida de su propio pene, y la amenaza de la castración comienza entonces a surtir efectos. (...)

    [Esto es lo que sucedía antes, por el tabú que tenían en aquella época sobre lo sexual. Actualmente la sexualidad se expresa muy explícitamente en televisión, y prácticamente cualquier niño con internet tiene acceso, voluntario e involuntario, a pornografía y videojuegos con contenido sexual; pues aunque lo sexual sigue estando restringido para los niños eso no impide que ellos puedan arreglárselas para conseguir jugar o que sus padres les compren juegos sin saber el contenido de ellos. De manera que, estando todo explícito ahora, habrá casos en los que los niños no puedan desarrollar las fantasías de la castración, la cual es parte fundamental del complejo de Edipo, igual sucederá con los niños que hayan recibido educación sexual y por ello no haya lugar para que tengan la fantasía de la castración. Igual sucederá a los niños a quienes nunca nadie los amenace con castrarlos.]

 El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y otra pasiva. Podía situarse en actitud masculina en el lugar del padre y tratar como él a su madre y dejarse amar por el padre, resultando entonces superflua la madre. El niño no tiene sino una idea muy vaga de aquello en lo que puede consistir la satisfacción amorosa, pero sus sensaciones orgánicas le imponen la convicción de que el pene desempeña en ella algún papel. No ha tenido ocasión tampoco para dudar de que la mujer posea también un pene. La aceptación de la posibilidad de la castración y el descubrimiento de que la mujer aparece castrada, puso, pues, un fin a las dos posibilidades de satisfacción relacionadas con el complejo de Edipo. Ambas traían consigo la pérdida del pene: la una, masculina, como castigo; la otra, femenina, como premisa. Si la satisfacción amorosa basada en el complejo de Edipo ha de costar la pérdida del pene, surgirá un conflicto entre el interés narcisista por esta parte del cuerpo y la carga libidinosa de los objetos parentales. En este conflicto vence normalmente el primer poder y el yo del niño se aparta del complejo de Edipo. (págs. 2748-2750).

    [El complejo de Edipo consiste en esas dos posibles posiciones que se fundan en la fantasía de la castración. Obviamente, si no hay fantasías de castración, por el motivo que sea, no se desarrollará la posibilidad de estar en ninguna de estas dos posiciones, ni como viril ni como castrado, ni como varón ni como fémina, ni como padre ni como madre. Es posible que se desarrollen otras posiciones a partir de otras fantasías diferentes, pero ellas no serán parte del complejo de Edipo porque no consistirán en una dicotomía «viril-castrado».]

    Y sobre el complejo de Edipo en las hembras habló así:

El clítoris de la niña se comporta al principio exactamente como un pene; pero cuando la sujeto tiene ocasión de compararlo con el pene verdadero de un niño, encuentra pequeño el suyo y siente este hecho como una desventaja y un motivo de inferioridad. 

    [Veamos hasta aquí, que de principio la expresión que usa Freud está mal, empieza por tomar el clítoris y meterlo en el molde del pene, como si las hembras pensaran «tengo un pene» cuando todavía no saben lo que es y pudieran luego reconocer el pene verdadero en un niño al verlo. Sigmund Freud nunca atendió el caso de ningún niño más que de oídas. Melanie Klein sí atendió niños, y observó, según sus palabras, que las niñas interpretan al principio su vagina como similar a la boca.]

Durante algún tiempo se consuela con la esperanza de que crecerá con ella, iniciándose en este punto el complejo de masculinidad de la mujer. La niña no considera su falta de pene como un carácter sexual, sino que lo explica suponiendo que en un principio poseía un pene igual al que ha visto en el niño, pero que lo perdió luego por castración. (...) Resulta, pues, la diferencia importante de que la niña acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el niño teme la posibilidad de su cumplimiento. (pág. 2751).

    [Hay que notar que en aquella época donde las mujeres burguesas, pues esas eran sus pacientes, ni siquiera pertenecían a la mayor parte de las mujeres de su época, estaban obligadas a obedecer, ser sumisas y extremadamente virtuosas (en el sentido cristiano) mientras que los hombres frecuentaban mucho los burdeles, lo primero que debemos preguntarnos es: ¿Quién no quisiera tener un pene en aquella época si tan sólo era eso el origen de todos sus privilegios? Freud no se dio cuenta de ello, nosotros ahora sí. Igual que nosotros los pobres tenemos envidia de quienes nacieron ricos, obviamente las mujeres sentirían envidia por no haber nacido siendo hombres en ese tiempo y cultura. No es cuestión natural de lo inconsciente, es simplemente que sintieron lo que cualquier persona con sentido común sentiría en la misma circunstancia social y cultural.]

    Y un año más tarde (2012 [1925]) escribió más acerca de las hembras:

De tal coincidencia de circunstancias surgirán dos reacciones [en el varón] que pueden llegar a fijarse y que en tal caso, ya separadamente, cada una de por sí, ya ambas combinadas, ya en conjunto con otros factores, determinarán permanentemente sus relaciones con la mujer: el horror ante esa criatura mutilada, o bien el triunfante desprecio de la misma. (...) 
Distinta es la reacción de la pequeña niña. Al instante adopta su juicio y hace su decisión. Lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. 
A partir de ese punto arranca el denominado complejo de masculinidad de la mujer, que puede llegar a dificultar considerablemente su desarrollo regular hacia la feminidad si no logra superarlo precozmente. La esperanza de que, a pesar de todo, obtendrá alguna vez un pene y será entonces igual al hombre, es susceptible de persistir hasta una edad insospechadamente madura y puede convertirse en motivo de la conducta más extraña e inexplicable de otro modo. O bien puede ponerse en juego cierto proceso que quisiera designar como degeneración (renunciamiento), un proceso que no parece ser raro ni muy peligroso en la infancia, pero que en el adulto significaría el comienzo de una psicosis. Así, la niña rehúsa aceptar el hecho de su castración, empecinándose en la convicción de que sí posee un pene, de modo que, en su consecuencia, se ve obligada a conducirse como si fuese un hombre.


    [¿Qué es lo que nos dice Freud? pues era un hombre de su época, lo que nos dice es que todas las mujeres que se empecinan en tener los mismos privilegios que un hombre están locas. Según mi concepto de psicosis es verdad, cuando una cultura es incapaz de darle lugar tolerable en el mundo a un sujeto, este se vuelve psicótico, obligado a arrancarle pedazos al mundo y a sí mismo hasta lograr encontrar un estado de equilibrio nuevo, y gracias a esas psicóticas ahora las mujeres son bastante menos miserables que antes. No es casual que la paciente más famosa de Breuer y Freud, Anna O. (Bertha Pappenheim), la paciente a la que la terapia de ellos no pudo curar, resultara ser pionera de los derechos de la mujer y del niño. Como lo expresó Platón: el delirio es un bien que los dioses otorgan, y el de Bertha Pappenheim ha sido heroico, gracias a los dioses no la pudieron curar.]

(...) Una vez que la mujer ha aceptado su herida narcisística, desarróllase en ella —en cierto modo como una cicatriz— un sentimiento de inferioridad. Después de haber superado su primer intento de explicar su falta de pene como un castigo personal, comprendiendo que se trata de una característica sexual universal, comienza a compartir el desprecio del hombre por un sexo que es defectuoso en un punto tan decisivo, e insiste en su equiparación con el hombre, por lo menos en lo que se refiere a la defensa de tal opinión. (pág. 2899).

    [Y aquí, sin notarlo Freud, lo que describe es que las mujeres de su época desarrollaban lo que hoy llamamos «identificación con el agresor» o «síndrome de Estocolmo», que en su época era la norma entre las mujeres.]

    Ahora vamos a definirlo con claridad. Según las palabras de Freud, el complejo de Edipo consiste en dos posibles posiciones en las que ocurren diferentes resultados del narcisismo, la sexualidad, y la socialización con los demás. Estas dos posibles posiciones, «viril-castrado», se desarrollan a partir de las fantasías sexuales infantiles de la castración y de que todos los niños y niñas tienen pene.

Refutación

    Vamos ahora a analizar con cuidado por qué no hay que generalizar el complejo de Edipo. Lo primero es con la estadística, la mayor parte de los pacientes de Freud eran burgueses austríacos e ingleses. Dos países entre miles en el mundo, y además, sólo los de clase alta. Otra variable importante es su época.

    Ahora, las razones por las que no es generalizable el complejo de Edipo, primero, no todas las familias son iguales a las familias burguesas de Austria e Inglaterra:

no existe en sociología ninguna definición general de la «familia» en la que todo el mundo esté de acuerdo. Los debates están cargados de connotaciones políticas sobre la forma ideal de estructura familiar y sobre si los gobiernos deberían promoverla o no de forma activa. Muchos sociólogos creen que no podemos hablar de «la familia» como si sólo existiera un modelo de vida familiar más o menos universal. (...) existen múltiples formas familiares: familias heterosexuales, familias del mismo sexo, familias reconstituidas y familias monoparentales, entre otras. Diana Gittins sostiene que deberíamos reconocer esta diversidad hablando de familias, en plural, y no de «la familia». (...) aunque podamos hablar de «la familia» como una institución social básica, es importante recordar la variedad de formas que incluye esta generalización. (Giddens & Sutton, 2017, pág. 440).

    Tenemos entonces, que no existe un único modelo de familia, sino que es diferente la dinámica y estructura familiar en cada cultura, sociedad y pueblo. Es difícil imaginar cuando uno ha vivido siempre en su país, así que, ¿qué tan diferente?, pues por ejemplo en el Imperio Romano:

Apenas venido al mundo el recién nacido, niño o niña, se le confiaba a una nodriza: había pasado la época en que las madres criaban a sus hijos ellas mismas. Pero la “nodriza” hace mucho más que amamantar: la educación de los chavales, hasta la pubertad, le está confiada a ella y a un “pedagogo”, llamado también “criador” (nutritor; tropheus), encargado de su buena educación; el de Marco Aurelio le había enseñado a cuidarse de su persona con sus propias manos y a no aficionarse a las carreras del Circo. Los niños viven con ellos, toman con ellos sus comidas, pero cenan con sus padres y los invitados de éstos ya que la comida de la noche tenía algo de ceremonial. Tanto el ama de cría como el pedagogo contaron siempre mucho; Marco Aurelio hablará con la piedad conveniente de su padre natural, de su padre adoptivo y de su “criador”, y el emperador Claudio conservará un rencor duradero hacia su pedagogo, que abusaba de los azotes. Cuando una muchacha se casa, su madre y su ama van juntas, la noche de bodas, a dar los últimos consejos al joven esposo. Pedagogo, nodriza, y hermano de leche son una vicefamilia, con libertad para todas las indulgencias y aun complacencias, que puede pasar por alto las leyes del mundo; (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, págs. 29-30).

    Así que hay que reconocer que, dado que hay una enorme cantidad de formas diferentes de familias, no podemos reducir a todas las sociedades del mundo a la familia de la burguesía austríaca, como hacen los psicoanalistas diciendo que el complejo de Edipo está en la raíz de la sociedad y la cultura.

    Actualmente, como ya dije, la sexualidad está explícita en televisión y cualquier niño con acceso a internet llegará a ver una película, serie, videojuego, o cualquier otra cosa con contenido sexual explícito. Tendrán claro que unos tienen pene y otros no, y no habrá fantasía de castración, por lo tanto tampoco existirán las posiciones «viril-castrado».

    Las relaciones de cariño, apego y enojo con los padres es cosa totalmente natural, y ellas no implican forzosamente las fantasías de castración ni de envidia del pene ni nada de lo que lleva por consecuencia al complejo de Edipo. Freud situó la aparición del superyó después del complejo de Edipo, mientras, Klein encontró que el superyó ya estaba en los niños, según ella, desde el destete (el destete tal como era la costumbre en Inglaterra, porque en otros tiempos y culturas el destete es hasta los 7 años de edad). La diferencia está, me parece, en que las manifestaciones del superyó en los pacientes de Freud eran las manifestaciones culturalmente establecidas; mientras que Klein observó un fenómeno anterior que impulsa la adquisición de una cultura específica, aunque cuyo contenido iba siempre dirigido por la cultura a convertir a esos niños en cristianos, por eso el énfasis de la culpa y reparación en las observaciones de Klein, no porque esos sentimientos e impulsos sean consustanciales de los seres humanos, sino que únicamente son consustanciales al cristianismo: la culpa por el pecado y la redención y amor a Cristo por su sacrificio reparador de nuestros pecados. En todas las culturas, que yo sepa, los niños suelen considerarse una especie de ser humano en construcción, incompleto hasta la adultez, en la cual se constituye lo que culturalmente se estima como «el hombre» o «la humanidad» plenamente formada. Como dijo Clifford Geertz (2006):

En Java, por ejemplo, donde desarrollé buena parte de mi trabajo, la gente dice llanamente: "Ser humano es ser javanés". Los niños pequeños, los palurdos, los rústicos, los insanos, los flagrantemente inmorales son considerados adurung djawa, "aún no javaneses". (...) ser humano no es ser cualquiera; es ser una clase particular de hombre y, por supuesto, los hombres difieren entre sí, por eso los javaneses dicen: "Otros campos, otros saltamontes". (págs. 57-58).

    El psicoanálisis empezó con Freud, y lo judío no se quita con trabajar los sábados, por eso el psicoanálisis fue heredero de la adoración hacia la Ley (Torah/תורה), y la interpretación de la cultura como un fenómeno antinatural, pues así es YHVH (externo y anterior a la naturaleza), y la concepción de «humano» está siempre en sincronía con su concepción de los dioses. Al expandirse el psicoanálisis entre los cristianos adquirió las características de Jesucristo: amor, culpa, y redención/reparación, con Klein, y con Lacan desarrolló hasta la trinidad en diferentes aspectos: Real, Simbólico e Imaginario; y Nombre-del-Padre, hijo, y gran Otro (y «Otro» es un concepto directamente tomado del cristianismo antiguo, igual que los Nombres del Padre). Y todas estas teorías son desarrolladas a partir de observaciones de sus pacientes, pero siempre de pacientes judeo-cristianos. Y por eso no se pueden generalizar sus teorías, es como los cristianos que al ver a los dioses de otros pueblos los llaman a todos demonios; igual los psicoanalistas ven cualquier figura de autoridad y empiezan a hablar de La Ley del Padre. Cuando hay muchísimos otros aspectos de la vida que pueden ser idealizados y encarnados por los dioses y la moral cultural, no sólo el amor y la justicia, sino también la guerra, el arte, la ebriedad, etc.

    Freud, estudiando adultos burgueses de Europa, se hizo la idea de que «lo humano» era ser burgués y europeo, por eso desarrolló el Tótem y Tabú haciéndose la idea de que la civilización estaba basada en la justicia y en un parricidio primordial, como es de esperar si el complejo de Edipo fuera universal. Pero su parricidio primordial no tiene absolutamente nada qué ver con la realidad encontrada por los paleontólogos. Y como hemos visto hasta aquí, el complejo de Edipo está constituido por fantasías sexuales infantiles que ocurrían en aquella época y que tenían efectos psicológicos en aquella época, pero no son generalizables, y no ocurren en todas partes igual, sino que son fantasías y consecuencias psicológicas específicas de la cultura judeo-cristiana europea y burguesa.

Las Sobreinterpretaciones del Edipo

    Como ya vimos, el complejo de Edipo son las consecuencias de fantasías sexuales infantiles específicas, y estas son causadas por una cultura y dinámica familiar específica: la de la época victoriana entre los burgueses europeos y judeo-cristianos. Pero los psicoanalistas han optado por sobreinterpretar el complejo de Edipo hasta decir que es el fundamento de todas las sociedades humanas. Por ejemplo, Frida Saal (1998) dijo:

Para los dos sexos el órgano de la sexualidad tiene significación fálica, el pene para el niño, en donde se centrarían sus sensaciones placenteras, y para la niña el clítoris, pues ella desconocería la existencia de la vagina. La percepción de la diferencia es la que hace al niño varón suponer que la ausencia de pene en la niña es el resultado y cumplimiento de la amenaza de castración: la niña es el resultado y cumplimiento de la amenaza de castración: si otros (ellas) no lo tienen es porque él puede perderlo. De allí la puesta en movimiento de importantes cambios que pasan por la renuncia a la madre como objeto de amor, la identificación con el padre y la consiguiente destrucción o sepultamiento del complejo de Edipo, que deja constituidas en el sujeto esas instancias ideales que abren camino a las realizaciones en el campo de la cultura y que convalidan la promesa del acceso postergado a las otras mujeres, las no vedadas por la ley. 

    [Lo primero a notar aquí, es que los psicoanalistas hablan de la madre como «objeto de amor», pero no definen nunca exactamente a qué se refieren con amor, creyendo, como todo cristiano, que el amor es de estilo platónico e indecible y trascendental puesto que es una característica del Dios cristiano, el cual no forma parte de la Naturaleza en sus términos por influencia judeo-cristiana; aunque le añaden también a su significado el placer sexual. Pero sigue siendo un problema de definiciones, porque reconocen los psicoanalistas que los niños igual que todos los humanos pueden sentir amor y odio por la misma persona, de modo que el niño puede sentir cariño por sus padres, pero sólo buscar placer sexual con uno de ellos.
    Lo segundo a notar es más importante, y es que los psicoanalistas siempre se la pasan hablando de «la cultura», pero nunca se salen ni un sólo instante de la cultura cristiana, con la cual confunden al resto de las culturas del mundo. Y el problema es que no existe «la cultura», porque así como uno no puede hablar un lenguaje sin hablar un idioma en específico, uno no puede ser de «la cultura» sin ser de una cultura en específico. Y la inmensa mayoría de los pacientes de los psicoanalistas son sujetos de la cultura judeo-cristiana, y cometen el error de generalizar las estructuras psíquicas de ellos y meter en el mismo saco al resto de la humanidad.]

La circulación de las mujeres a través de las leyes del intercambio y del parentesco que está en el origen de todas las sociedades es también el signo de la primera apropiación. Dada su condición de reproductora, apropiarse de la mujer es apropiarse de la productora de productores y, en consecuencia, es también la primera expropiación. (pág. 18 y 38).

    Ahora, este es uno de los argumentos que los psicoanalistas toman como los más contundentes, así que le dedicaré más que un solo comentario. Lo que dicen los psicoanalistas es que, dado que el incesto es un tabú universal, el complejo de Edipo es una estructura universal en la humanidad y que es el responsable de la fundación de la cultura y la sociedad, siempre hablando de «la cultura» y «la sociedad».

"La Cultura como Trata de Blancas"
No hay Edipo en el Parentesco

    Así que, primero, vamos por esta parte de: "la consiguiente destrucción o sepultamiento del complejo de Edipo, que deja constituidas en el sujeto esas instancias ideales que abren camino a las realizaciones en el campo de la cultura y que convalidan la promesa del acceso postergado a las otras mujeres, las no vedadas por la ley." (pág. 18). Los psicoanalistas dicen que el complejo de Edipo implica la prohibición del incesto, que al niño le está prohibida su madre, y se le promete que luego tendrá acceso a otras mujeres, y creen que esto es lo que genera las leyes del intercambio de mujeres y del parentesco (pág. 38). Lo primero a notar, es que no se necesitan relaciones de parentesco para acceder a las hembras, y tener relaciones sexuales o poseer una hembra no implica forzosamente que se establezca un parentesco con ella, ni hoy ni en el Imperio Romano:

¿Por qué se casaba uno? Para acceder a una dote (era un medio honorable de enriquecimiento) y para tener, mediante un matrimonio cabal, unos vástagos que, como legítimos que eran, habrían de recibir un día la sucesión, al tiempo que perpetuarían el cuerpo cívico, el núcleo de los ciudadanos. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 49).

    Es decir, que uno no se casa «para acceder a las hembras», el matrimonio implica generar un parentesco, pero hay acceso a las hembras sin parentesco, e hijos biológicos con quienes no se generan roles de parentesco, como sucedía en el Imperio Romano:

El concubinato, a diferencia del matrimonio formal, no da lugar a consecuencias jurídicas: a pesar de su indulgencia, los juristas no transigieron al respecto; los hijos nacidos de un concubinato honorable serán libres, puesto que han nacido de una madre libre; pero como esta mujer no estaba casada, serán ilegítimos y llevarán tan sólo el nombre de su madre; heredan de su madre, pero no de su padre natural. El concubinato no posee, por tanto, más que su propia honorabilidad; le confiere a la concubina una dignidad que no habría tenido si sus relaciones con el concubino no hubiesen sido estables y monogámicas. ¿Y si, en último término, un patrono se resolvía a contraer matrimonio formal con su liberta y concubina, a pesar de sus repugnancias iniciales? Ésta se sentiría orgullosa de haber sido considerada digna de vestir la túnica tradicional de las auténticas “madres de familia”, pero, consciente de su definitiva inferioridad, no dejará de atribuirle, en su epitafio, los títulos de “patrono y marido”, como si la primera cualidad fuera indeleble y ni el mismo afecto conyugal pudiera borrar la mancha servil. (...) 
... 
En resumidas cuentas, entre los recién nacidos de sus esclavas que venían a aumentar su rebaño servil, el amo podía tener razones para creer que algunos eran hijos suyos. Sólo que ni él ni nadie debía decirlo; la condición libre, como ya sabemos, ha de ser inequívoca y hallarse separada de la servil por una frontera al margen de cualquier sospecha; con mayor motivo se excluía que el amo anduviera ingeniándoselas para identificar al pequeño esclavo como hijo suyo; ésta era una de las leyes tácitas del esclavismo. (idem, pág. 84 y 85).

    Lo más frecuente a lo largo de la historia es que los roles de parentesco se establezcan motivados por la economía y la política. Por eso se dice «hacer el amor», porque primero se casaban, y luego construían el amor teniendo relaciones sexuales.

Parece natural que una pareja que se enamora desee vivir una relación personal y sexual plena y tal vez casarse y formar una familia.
Sin embargo, esta situación que puede parecernos tan «natural» hoy en día, de hecho resulta muy excepcional. Iniciar una relación de pareja duradera o fundar una familia con alguien de quien estás enamorado no es una experiencia que vivan muchas personas de todo el mundo. En la Europa de los inicios de la Edad Moderna, los matrimonios de las familias reales y aristocráticas eran concertados con mucha frecuencia, fundamentalmente por razones políticas o para mantener o mejorar el estatus familiar. Aunque los «matrimonios concertados» en todo el mundo son ahora menos comunes de lo que eran, siguen siendo la norma en ciertas comunidades del sur de Asia. En estos casos, rara vez se piensa que enamorarse tenga alguna relación con el matrimonio o con el comienzo de una nueva familia. La idea de basar una relación de pareja a largo plazo en el amor romántico no se generalizó en nuestra sociedad hasta hace bastante poco, y ni siquiera ha existido en la mayor parte de las otras culturas, en las que predominaban otras razones más materiales o pragmáticas. (Giddens & Sutton, 2017, págs. 438-439).

    Entonces, tiene que quedarnos claro que los motivos por los que se establecen los roles de parentesco son muy distintos de eso de tener prohibido el acceso a unas hembras y permitido el acceso a otras. Aparte de ser falso, con esos términos prácticamente definen la cultura como una trata de blancas.

"La Cultura como Don Antinatural"
No hay Edipo en la Evitación de la Endogamia

    El siguiente punto del más contundente argumento a favor del Edipo, es que está relacionado al universal tabú del incesto. Lo primero, es que hay culturas donde, a diferencia de Occidente, ver y tocarse los genitales no es un tabú. En lo segundo, veamos que saben los etólogos:

Se ha visto que en ratones (Mus musculus), las hembras invierten más tiempo oliendo serrín impregnado con orina de machos no emparentados que de hermanos. La endogamia parece tener unas consecuencias genéticas negativas al favorecer la homocigosis y reducir la eficacia. Este efecto es conocido como depresión por incesto o depresión por consanguinidad y está bien documentado en laboratorios y cría artificial. La reducción en eficacia asociada a la homocigosis se debe no tanto a la acumulación de mutaciones deletéreas como a la imposibilidad de eliminar las mutaciones recesivas. Los mecanismos de evitación del incesto son muy variados, ya que, por lo pronto, en todas las especies, los machos, las hembras o ambos abandonan los grupos natales. El reconocimiento de los individuos emparentados puede basarse en la experiencia temprana, pero incluso hermanos de distinta camada, parecen reconocerse en algunos mamíferos. 
El sentido biológico y los mecanismos de la evitación del incesto son en general bien conocidos. Lo que no está tan claro es si existen mecanismos que favorecen la exogamia. Bateson, en una prueba de elección, permitía que unas codornices de distinto sexo (Coturnix coturnix japónica) eligieran entre individuos del sexo opuesto con los que tenían distinto tipo de relación. Unos eran hermanos(as) con los que habían sido criados (individuos familiares), otros eran individuos nuevos, con distinto grado de parentesco genético y otros eran individuos completamente nuevos, sin ninguna relación genética con el que hacía la elección. Las codornices mostraban preferencia por individuos nuevos que tuvieran una cierta relación de parentesco, siempre que ésta fuera inferior a la de hermanos (por ejemplo, primos) y evitaban aparearse con hermanos con los que se habían criado. 
Aunque evitar la endogamia parece beneficioso, elegir como pareja a otro individuo que tenga un cierto grado de relación de parentesco puede proporcionar algunas ventajas. Efectivamente, la reducción de la heterozigosis tiene el costo de la expresión de alelos recesivos, pero también puede preservar combinaciones genéticas favorables. La tendencia a evitar la endogamia y la búsqueda de exogamia estarían así en un equilibrio, al que Bateson ha denominado exogamia óptima, ajustado posiblemente por mecanismos de aprendizaje que tienen lugar en fases tempranas del desarrollo. En este caso la impronta reduciría la responsividad de los individuos a animales nuevos, mientras que la habituación la reduciría ante animales familiares. El resultado es que los individuos que difieren ligeramente de los prototipos conocidos durante la crianza son preferidos a los que son muy distintos o exactamente iguales. La tendencia a elegir pareja con fenotipos similares a los propios se denomina elección diversificadora, mientras que la tendencia a elegir individuos con fenotipo distinto, como el efecto del macho raro, se llama elección homogeneizante. Ambos tipos de elección podrían ser de caracteres heredables o no. 
La universalidad del tabú del incesto en humanos ha sorprendido siempre a los antropólogos. No obstante, contrariamente a lo que a veces se ha propuesto. No hay un consenso generalizado en que la evitación del incesto sea un principio organizativo de las sociedades humanas. La principal razón es que el coeficiente de relación de parentesco en las parejas humanas es demasiado variable. Aunque en la mayoría de las culturas los matrimonios entre hermanos o entre padres e hijos se consideran aberrantes, más allá todo es posible. En algunos casos los matrimonios de primos también están excluidos, pero en algunas sociedades ser primo es una condición para contraer matrimonio. Posiblemente, al igual que en animales, el apareamiento incestuoso entre humanos sea difícil, independientemente de cualquier tabú impuesto culturalmente. Quizá la crianza conjunta de niños y niñas les haga menos atractivos o reduce su interés sexual en el futuro. Si estos niños y niñas, como posteriormente haya ocurrido en los primeros grupos de homínidos, tenían algún grado de parentesco genético, el mecanismo de mantenimiento de la exogamia o evitación de la endogamia habría actuado sin necesidad de recurrir a principios culturales posteriores. En los kibbutz de Israel, los niños y niñas se crían juntos, aunque no tengan parentesco genético y, al parecer, no hay matrimonios entre ellos. Entre los Shim-pua de Taiwán, es tradicional que los casamientos se produzcan durante la infancia y la pareja crezca junta. Estos matrimonios son muy poco estables cuando la pareja llega a la edad adulta, tienen grandes dificultades para consumarse, se producen muchos divorcios e infidelidades y, como resultado, producen menos hijos que otros matrimonios que se acuerdan pasada la pubertad. No hay por qué rechazar que el tabú del incesto en humanos sea un epifenómeno cultural, pero es muy posible que existan raíces biológicas que predisponen a la exogamia. (Peláez del Hierro & Joaquim, 1997, págs. 246-248).

    ¿Y cómo se genera entonces que haya tabú del incesto? Pues recomiendo uno de mis textos sagrados: La Interpretación de las Culturas, del magnífico Clifford Geertz, especialmente el capítulo 2. Dice que la cultura es un sistema de mecanismos de control, como un programa de computadora, que sustituye de manera extrínseca la labor que los genes desempeñan en muchos otros animales. En su visión, más cercana a la ciencia naturalista, la Naturaleza no es cosa que nos sea ajena como en las teorías herederas del judaísmo, cristianismo e islam, sino que somos parte de ella, animales, pero que, al evolucionar para adaptarse de manera más rápida al ambiente, desarrollamos un sistema de mecanismos de control similar a los genes pero que se transmiten socialmente. Y así, yo digo que la razón de que el tabú del incesto sea universal en la humanidad es sencillamente que, a como se fue desarrollando la cultura, los mecanismos genéticos de evitación del incesto pasaron a ser una función también de la cultura a través de variados sistemas culturales, diferentes formas de interpretar y variar lo que se ha estado haciendo desde somos animales, desde cuando éramos animales sin cultura.

    Porque para empezar no somos los únicos animales monógamos, y no somos los únicos animales con familia ni sistemas sociales. Y entre ellos las variables se mezclan, los hay que son monógamos y sin cultura, los hay sociales y sin cultura, etc. Y aunque les duela a los necios, hay animales con conductas culturales, ya hay muchísimas observaciones y hasta fotografías, incluso de algunos con cultura material como los chimpancés. Hace ya bastante tiempo que los etólogos desecharon hablar en términos de instintos y de determinismo genético. Los animales son capaces de adaptarse a las circunstancias, piensan, sienten, razonan, igual que nosotros, aunque son más semejantes a nosotros los mamíferos y varía cada uno según la especie, como dicen los biólogos.

    Y como detalle final, también los sistemas de parentesco, familias y organizaciones sociales de los primates están motivadas por la economía:

Los sistemas sociales de primates tienen diferentes características que han sido moldeadas por distintas presiones ambientales. (...) 
Los recursos pareja/alimento tienen distinto valor en machos y hembras. Mientras que el éxito reproductor de las hembras estaría limitado por la obtención de alimento y seguridad, el de los machos estaría limitado por el número de hembras que puede fertilizar. Como consecuencia, las hembras tenderán a distribuirse espacialmente por el hábitat (por ejemplo, agruparse) en función de las condiciones ecológicas (principalmente la distribución del alimento), mientras que los machos lo harán en función de la distribución de las hembras. 
... 
Si un alimento está distribuido en parcelas concentradas, provocará una acumulación de hembras y con ello un intento de los machos de monopolizar el grupo de hembras. Si éstas son pocas y tienen una alta asincronía en los estros se favorecerá la formación de grupos poligínicos, ya que el macho monopolizador del grupo de hembras será capaz de evitar la entrada de otros machos para copular con las hembras fértiles. Por el contrario, si el número de hembras es grande y éstas tienen el estro simultáneamente, un solo macho será incapaz de impedir el apareamiento de otros machos con las hembras sexualmente receptivas. Esta promiscuidad ha sido encontrada en grandes grupos multimacho de primates, tiempos de receptividad sexual y, por tanto, alta sincronía reproductora. Probablemente, el número de machos en un grupo esté relacionado con el número de hembras reproductoras. La monogamia de los primates se explica principalmente por dos motivos: 1) cuando las hembras están espacialmente tan dispersas que un solo macho no puede defender un área con más de una hembra y 2) por la necesidad de la participación del macho en el cuidado parental. (Peláez del Hierro & Joaquim, 1997, págs. 269-271).

    Así, pues, el tabú del incesto parece ser una eventual interpretación y variación cultural de lo que se ha hecho desde que éramos animales sin cultura: los mecanismos de evitación de la endogamia, los cuales compartimos con todos los demás animales. Y en esto las fantasías sexuales infantiles que generan al complejo de Edipo no tienen absolutamente nada qué ver. Los demás animales, incluso los que tienen conductas culturales, andan desnudos y ninguno amenaza a otro con castrarlo si lo encuentra tocándose los genitales, y así, ninguno desarrolla las fantasías de castración que generan el complejo de Edipo, y aún así, tienen cultura.

Síntesis

    Hay otras sobreinterpretaciones del complejo de Edipo, a las cuales no refutaré aquí porque ya lo hice más ampliamente en un libro que estoy batallando para que me publiquen, así que daré aquí de manera breve las refutaciones a esas sobreinterpretaciones.

    Dicen que lo importante es la diferencia entre los sexos. Primero porque uno nunca ve el sexo, el sexo es biológico, e incluso siendo biológico puede ser un tanto difícil de definir, hay quienes genéticamente son machos pero por su fenotipo desarrollan cuerpo de hembra. Hay que pensar también en que nuestros conceptos científicos son productos psicológicos y sociales, que hacemos a partir de la aplicación del método científico, confiables, pero aún así en cierta medida también sociales y cambiantes. Lo que vemos es el género, la imagen cultural del cuerpo, no al organismo como tal. Y por eso, el falo es irrelevante, uno podría tomar cualquier otra parte del cuerpo, e incluso partes del carácter, para definir géneros distintos. Y es un hecho que hay culturas en las que hay más de dos géneros, lo cual muestra evidentemente que el complejo de Edipo no es universal, sino particular.

    Hablan de la función paterna y la función materna. Los psicoanalistas reconocen que estas funciones las puede desempeñar cualquiera, sin importar su sexo, a veces incluso las instituciones como orfanatos desempeñan las funciones materna o paterna. El problema con esto es que, aunque reconocen que esas funciones las puede desempeñar cualquiera, utilizan decirles «paterna y materna» como mecanismo de normalización. A través de esas conceptualizaciones se acostumbran teóricamente a creer que el orden sagrado de lo inconsciente es que las hembras sumisas y castradas críen a los hijos, y que los machos viriles y potentes castren a sus hembras e hijos. Acostumbran con esa retórica a creer que es universal una serie de roles de parentesco exclusiva de la cultura burguesa, europea y judeo-cristiana; a una concepción que no diferencia sexo de género más que para referir a quienes se ubican como del género opuesto a su sexo; y a una cosmovisión patriarcal.

    El falo es totalmente irrelevante. Jacques Lacan (2005 [1958]) dijo así:

La demanda en sí se refiere a otra cosa que a las satisfacciones que reclama. Es demanda de una presencia o de una ausencia. Cosa que manifiesta la relación primordial con la madre, por estar preñada de ese Otro que ha de situarse más acá de las necesidades que puede colmar. Lo constituye ya como provisto del “privilegio” de satisfacer las necesidades, es decir del poder de privarlas de lo único con que se satisfacen. Ese privilegio del Otro dibuja así la forma radical del don de lo que no tiene, o sea lo que se llama su amor.

    [No les voy a mentir diciéndoles que yo entiendo a Lacan, no le entiendo, y no es mi culpa, era él el bruto que no se quería dejar entender con su vanidosa coprofilia-literaria. Así que les diré lo que entiendo de estos párrafos y así podremos al menos, entendernos mejor ustedes y yo: Que la demanda consiste en dos estados posibles, como necesidad a satisfacer o como necesidad satisfecha, y que para que esto sea posible es necesario el amor de la madre.]

La demanda de amor no puede sino padecer de un deseo cuyo significante le es extraño. Si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacerlo. Así la división inmanente al deseo se hace sentir ya por ser experimentada en el deseo del otro, en la medida en que se opone ya a que el sujeto se satisfaga presentando al otro lo que puede tener de real que responda a ese falo, pues lo que tiene no vale más que lo que no tiene, para su demanda de amor que quisiera que lo fuese. Esa prueba del deseo del Otro, la clínica nos muestra que no es decisiva en cuanto que el sujeto se entera en ella de si él mismo tiene o no tiene un falo real, sino en cuanto que se entera de que la madre no lo tiene. Tal es el momento de la experiencia sin el cual ninguna consecuencia sintomática (fobia) o estructural (Penisneid) que se refiera al complejo de castración tiene efecto. Aquí se sella la conjunción del deseo en la medida en que el significante fálico es su marca, con la amenaza o nostalgia de la carencia de tener. (pág. 670 y 673).

    Y por el párrafo anterior entiendo que el punto clave es la demanda, es decir, el deseo que el Otro (la madre en el ejemplo sencillo y básico) tenga, y al cual el niño busca asemejarse para presentarse como ese objeto de deseo ante el Otro. Y puesto que dice que tener el falo no vale más que no tenerlo, sino que todo depende de ver que la madre no lo tenga, se puede concluir que el falo es totalmente irrelevante, que podría ser cualquier objeto siempre que se trate de uno que la madre no tenga y desee. En la cultura patriarcal y judeo-cristiana el falo es el objeto más deseado, pero esto no es universal. Podría ser cualquier parte del cuerpo, cualquier objeto físico o abstracto. La verdad no sé si Lacan pensaba esto que digo o lo insinuó o no, pero como sucede con los fanáticos religiosos, para persuadirlos poco a poco de su error hay que mostrarles un verso de la Biblia que pueda interpretarse diferente.

    El complejo de Edipo existió entre los burgueses de Europa, fue una descripción de un fenómeno real que Freud encontró en sus pacientes, pero que erróneamente generalizó. Y a partir del complejo de Edipo, que no es más que las consecuencias psicológicas de una serie de fantasías sexuales infantiles desarrolladas en un contexto cultural particular, los psicoanalistas aferrados lo sobreinterpretaron cada vez más hasta llegar a verlo en todas partes. Sigue existiendo el complejo de Edipo entre los pueblos que siguen aferrados a las viejas y rígidas tradiciones cristianas, y sigue existiendo en otros campos, pero es un fenómeno extendido por los mismos psicoanalistas, que con sus interpretaciones falocéntricas, patriarcales y judeo-cristianas, merced a la transferencia, hacen que sus pacientes vivan los efectos psicológicos de las teorías de sus psicoanalistas, en la condición de: «Mi psicoanalista me hizo esta interpretación edípica o me ha pedido que relacione esto con mi padre y mi madre, pues si eso es lo que quiere de mí, eso es lo que seré». Iatrogenias, los pacientes motivados por la transferencia, cariño o admiración a su psicoanalista, inconscientemente viven los síntomas con los que su psicoanalista quiere darle sentido a la historia de sus pacientes. Por eso, al menos, Freud sugería que ningún paciente leyera textos de psicoanálisis mientras está en análisis.

    Entonces, el complejo de Edipo es tan real como cualquier mito religioso, una cosa que uno vive, y es tan real como el hambre y el gusto por la música, pero no es de la misma clase de realidad que las partículas y la tierra. No es universal, sino que son tan sólo los efectos psicológicos de unas creencias en un contexto cultural particular. Y aunque les desagrade puesto que las consecuencias de sus descuidos son esas, el psicoanálisis descuidado que hace interpretaciones (sea que estén explícitas o en las implicaturas de unas pocas palabras en el contexto preciso) se conviertan en una herramienta de normalización, haciendo que los machos y hembras sólo puedan ubicarse en una de esas dos posibles consecuencias del Edipo: como viril, o como castrado.

    El complejo de Edipo es una observación de los pacientes de los psicoanalistas, pero estos son en su inmensa mayoría judíos al principio, y cristianos después. Hay que reconocer que los psicoanalistas, a pesar de que hablan tanto de la cultura, no tomaron la cultura como variable en el complejo de Edipo. El cual sí es parte fundamental de la cultura, pero no de todas, sino sólo de una: la judeo-cristiana. Empezando con la castración, concepto que viene directamente de la circuncisión de los judíos. Si el psicoanálisis se hubiera desarrollado en una cultura de África donde se alargan el cuello artificialmente, el cuello quizá sería el símbolo al que le atribuirían la fundación de la cultura.

    Y sé que dirán: «¡Pero funciona!», y sí, pero también funciona la magia, los chamanes y brujos pueden deshacer síntomas psicosomáticos, incluso embarazos psicológicos; y los cristianos logran que los adictos a las drogas las dejen y vivan apegados a Cristo y los mandamientos. La mayor parte de las teorías psicológicas, en la práctica, son cosmovisiones que indirectamente se le imponen a la gente para que con ellas le den sentido a su vida. Lo mismo hacen los psicoanalistas pero con una menor cantidad de palabras en los momentos apropiados para imponer una interpretación por las implicaturas (cuando no hacen una interpretación directa y explícita). Lo que funciona es el sentido que se le da al sufrimiento, como decía Geertz: hacer sufrible el dolor. Eso es lo que sana.



10/06/2022.
Releyendo Inhibición, síntoma y angustia me encontré de nuevo a un Freud (2012 [1926]) diferente del que se conoce por las interpretaciones actuales, uno que se desdice y cambia de opinión, uno más sensato:

en nuestro estudio El «yo» y el «ello», en el cual afirmamos que el yo se hallaba tanto con respecto al ello como con respecto al super-yo, en una relación de dependencia y describimos su impotencia y su ansiedad hacia ambos, revelando la trabajosa dificultad con la que mantenía su apariencia de superioridad. Este aserto ha encontrado desde entonces resonante eco en la literatura psicoanalítica, siendo ya muchos los autores que acentúan insistentemente la debilidad del yo con respecto al ello, de lo racional con respecto a lo demoníaco dentro de nosotros, disponiéndose a convertir este principio en base fundamental de una «concepción psicoanalítica del universo» (Weltanschauung). Ahora bien, el conocimiento de cómo actúa la represión es quizá muy apropiado para retener al analítico ante tan extrema y unilateral apreciación.
Personalmente no soy partidario de la elaboración de concepciones universales. Es ésta una tarea que debemos dejar a los filósofos, los cuales, según repetida confesión, no consideran realizable el viaje a través de la vida sin un total Baedeker con noticias de todo y sobre todo. Por nuestra parte aceptamos humildemente el desprecio con que los señores filósofos nos miran desde su más elevada postura. Mas como tampoco nos es posible dominar por completo nuestro orgullo narcisista, buscaremos un consuelo reflexionando que todos estos «textos-guías de la existencia» envejecen pronto y que precisamente nuestra labora limitada y de poco alcance es la que los obliga a hacer nuevas ediciones, y que incluso los más modernos Baedeker de este género no son sino tentativas a sustituir al viejo catecismo, tan cómodo y completo.
Sabemos muy bien cuán poca luz ha podido arrojar hasta ahora la ciencia sobre los enigmas del mundo. Todos los esfuerzos de los filósofos continuarán siendo vanos. Sólo una paciente perseveración en una labor que todo lo subordine a una aspiración a la certeza puede lentamente lograr algo. El viajero que camina en la oscuridad rompe a cantar para engañar sus temores, mas no por ello ve más claro. (págs. 2838-2839).


Referencias.
  • Brown, P., Patlagean, É., Rouche, M., Thébert, Y., & Veyne, P. (2017). Historia de la vida privada 1 (Vol. 1). (F. Pérez Gutiérrez, & J. Arce, Trads.) Barcelona, España: Taurus.
  • Freud, S. (2012 [1924]). La disolución del complejo de Edipo. En Obras completas (L. López-Ballesteros y de Torres, Trad.). D.F., México: Siglo XXI.
  • Freud, S. (2012 [1925]). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica. En Obras completas (L. López-Ballesteros y de Torres, Trad.). D.F., México: Siglo XXI.
  • Geertz, C. (2006). La interpretación de las culturas. (A. L. Bixio, Trad.) Barcelona, España: Gedisa.
  • Giddens, A., & Sutton, P. W. (2017). Sociología. (F. Muñoz de Bustillo, Trad.) Madrid: Alianza Editorial.
  • Lacan, J. (2005 [1958]). La significación del falo. En Escritos (T. Segovia, Trad., Vol. 2). D.F., México: Siglo XXI.
  • Peláez del Hierro, F., & Joaquim, V. B. (1997). Etología. Madrid, España: Pirámide.
  • Saal, F. (1998). Palabra de analista. D.F., México: Siglo XXI.

Bibliografía.
  • Bunge, M. (2015 [1980]). Epistemología. D.F., México: Siglo XXI.
  • Darwin, C. (1977). El origen del hombre y la selección en relación al sexo. D.F., México: Diana.
  • Freud, S. (2012 [1913]). Tótem y tabú. En Obras completas. D.F.: Siglo XXI.
  • Freud, S. (2012 [1923]). El yo y el ello. En Obras completas (L. López-Ballesteros y de Torres, Trad.). D.F., México: Siglo XXI.
  • Johannessen, J. O., Martindale, B. V., & Cullberg, J. (Edits.). (2008). Evolución de las psicosis. (N. Cañete, Trad.) Barcelona, España: Herder.
  • Klein, M. (2015 [1948]). El psicoanálisis de niños. En Obras completas (Vol. 2). D.F., México: Paidós.
  • Wallin, N. L., B. M., & S. B. (Edits.). (2000). The origins of music. MIT Press.

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