Algunas Críticas a la Terapia Gestalt

Ya he escrito antes algunas críticas que tengo para el psicoanálisis: La influencia de las culturas en el psicoanálisis, y El complejo de Edipo no es universal. Sucede que entre mis hábitos de estudio tengo una colección de citas textuales sobre distintas teorías, en las que pongo argumentos en contra de ellas. Y llevo unos días siendo atormentado por el dios de la creatividad, a quien dedico este blog, y siento que me ordena hacer más. 

Recientemente leí un libro de un terapista Gestalt, titulado «Miedos... ¿demonios?» con el subtítulo «Su manejo terapéutico con un enfoque existencial humanista», y quedé impactado. Lo leí porque pensé que, literalmente, era uno de esos libros de terapias angelicales o quizá algún tipo de autoayuda a través de la nigromancia.

Estas son críticas, no sólo a este libro, sino también a las ideas centrales de la terapia Gestalt. Sinceramente, todas las formas de psicología humanista que he conocido me parecen, en diferentes medidas, perspectivas teóricas de juguete, aunque en la parte práctica tengan cosas interesantes y útiles. Por eso al tratarse de un libro de terapia Gestalt, me parece de mala calidad. Pero aún más, Luis Preciado, el autor de «Miedos... ¿demonios?», cree en y cita a libros de autoayuda muy dañinos como «El secreto» de Rhonda Byrne. Así, pues, en ese aspecto me parece un libro de muy mala calidad. Pero por otro lado, en su mensaje moral, estoy muy de acuerdo, principalmente en su ánimo de mejorar la sociedad, promover la salud mental y tratar de hacer algo para reducir o detener la catástrofe medioambiental; y aunque no soy cristiano, concuerdo con él en que, aunque la mayoría de la gente se niegue a verlo, estamos viviendo el fin del mundo tal como lo hemos conocido por más de seis mil años. Por eso, aunque hago estas críticas en los asuntos teóricos, este autor, sinceramente, me ha tocado el alma y lo admiro.

La razón de traerlo aquí es que me pareció un gran ejemplo de los errores y sesgos culturales de la terapia Gestalt. Sépase de paso, que Luis Preciado no es cualquier gestaltista, es el director del Instituto Gestalt de Guadalajara a la fecha en que publicó este libro.



I
Ser lo que Realmente Es

Luis Preciado (2012) inicia diciendo:

los introyectos (aprendizajes de vida tóxicos, en relación a lo que cada uno somos, a lo que los demás son, a lo que es o debe ser la vida y cómo debemos expresarnos y relacionarnos) que recibimos, son manipuladores: van en contra de lo que realmente somos. (p. IX).

Esto es algo que tienen en general los gestaltistas, lo dijo Patricia Baumgardner (2006): "La terapia Gestalt consiste en atender a otro ser humano en tal forma que le permita ser lo que realmente es," (p. 19). ¿Pero quién define o quién sabe qué es «lo que uno realmente es»? Baumgardner continuó así:

Continuando con la tradición de Kierkegaard, la terapia Gestalt es una terapia existencialista, que se ocupa de los problemas provocados por nuestra aversión a aceptar la responsabilidad de lo que somos y de lo que hacemos.

Fritz ha creado un proceso de terapia que, en su forma ideal, evita conceptos. Separa "hablar acerca de..." y la moral, del proceso de terapia. Lo que nos deja es el estudio de los datos, y de la conducta observable que constituye el fenómeno, en lugar de nuestras propias conjeturas o las de otras personas. La terapia Gestalt primero diferencia y a continuación se ocupa de lo que experimentamos, más bien que de lo que pensamos. Esto significa que el terapista Gestalt debe suministrar una situación especial: se convierte en un catalizador que facilita la percepción del paciente de lo que existe en el momento, y que frustra los diversos intentos de evasión del mismo. (p. 19).

Así que la idea es así:

  1. El propósito de la terapia es que el cliente llegue a ser lo que realmente es.
  2. Para ser lo que uno realmente es, debe aceptar la responsabilidad de lo que es y hace.
  3. Hablar acerca de..., debe ser evitado para conseguirlo.
  4. Lo que hay que hacer, es centrarse en la percepción del aquí y ahora, y frustrar las evasiones de su percepción de aquí y ahora.

Pero el objetivo de la terapia Gestalt es, no sé si una falacia de petitio principii, o una falacia circular. Porque teniendo tal objetivo, solamente con dar la terapia, cualquiera que sea el resultado, se podría decir que se consiguió que la persona fuera «lo que realmente es».


II
Flujo Natural

Baumgardner dijo después:

La teoría Gestalt asume que el organismo humano y su medio ambiente, que incluye a otras personas, forma una sola unidad indivisible. (...) La terapia Gestalt se ocupa de lo que ocurre entre el organismo y el medio ambiente, en los niveles biológico y social. La percepción del cuerpo es una fuente continua, probablemente la primaria, en la que el paciente se descubre a sí mismo, en relación con el mundo que le rodea. El ente sano se intercambia con el mundo en forma relativamente fácil, y así, por ejemplo, en el nivel biológico, nos interesa el paciente que detiene su respiración o que no nutre su cuerpo con alimentos; en el nivel socioemocional, nos interesa la persona que evita escuchar o tocar a otras personas. Tratamos de descubrir la obstrucción del flujo natural. Cuando el paciente se ha reducido, o se ha borrado, al negarse a experimentar algunas partes considerables de su mundo, lo encontramos abstraído, perdido en sí mismo. Recurrimos entonces al proceso existente. Podemos empezar a trabajar inmediatamente para descubrir la índole de la vigilancia que ejerce sobre sí mismo, a la percepción a la cual dedica gran parte de su energía, y podemos también robustecer el contacto que el paciente permita todavía con su medio ambiente. (p. 24-25).

Esto del «flujo natural» le sonará extraño a todos los que hayan leído un poco de antropología. Para los que no, Clifford Geertz (2006) dijo así:

Ser humano no es sólo respirar; es controlar la propia respiración mediante técnicas análogas a las del yoga, así como oír en la inhalación y en la exhalación la voz de Dios que pronuncia su propio nombre: "hu Allah". Ser humano no es sólo hablar, sino que es proferir las apropiadas palabras y frases en las apropiadas situaciones sociales, en el apropiado tono de voz y con la apropiada oblicuidad evasiva. Ser humano no es solamente comer; es preferir ciertos alimentos guisados de ciertas maneras y seguir una rígida etiqueta de mesa al consumirlos. Y ni siquiera se trata tan sólo de sentir, sino que hay que sentir ciertas emociones distintivamente javanesas (y esencialmente intraducibles) como la paciencia, el desapego, la resignación, el respeto.

...

En suma, debemos descender a los detalles, pasar por alto equívocos rótulos, hacer a un lado los tipos metafísicos y las vacuas similitudes para captar firmemente el carácter esencial de, no sólo las diversas culturas, sino las diversas clases de individuos que viven en el seno de cada cultura, si pretendemos encontrar la humanidad cara a cara. En este ámbito, el camino que conduce a lo general, a las simplicidades reveladoras de la ciencia pasa a través del interés por lo particular, por lo circunstanciado, por lo concreto, pero aquí se trata de un interés organizado y rígido, atendiendo a la clase de análisis teóricos a los que me he referido y muy especialmente atendiendo a su interacción recíproca. Esto significa que el camino pasa, como ocurre en toda genuina indagación, a través de una espantosa complejidad. (p. 58).

Así que eso de «flujo natural» se identificará siempre en relación a la cultura local. Y como se supone que el terapista Gestalt frustra las evasiones de la percepción del paciente, las frustra cuando las identifica, y las identifica como obstrucciones del flujo natural a partir de su propia percepción, la cual ha sido moldeada por su propia cosmovisión y cultura. Pues lo que llaman «flujo natural» no es más que lo que la cultura manda hacer. En consecuencia, la terapia Gestalt tiene una función normalizadora, convertir a sus pacientes en residentes de la cosmovisión gestaltista. Por ejemplo, como dijo Luis Preciado (2012):

Si el psicoterapeuta por cualquier causa sospecha que su cliente reporta los sentimientos que cree sentir (o miente) y no los que en realidad experimenta, es decir, que no ha vivido con suficiente tiempo o intensidad los pasos "5" y "6" y por lo tanto es preciso verificar o corregir el significado, o que "juega" con el terapeuta en lugar de trabajar honestamente, puede regresar a trabajar el contacto con sus sensaciones (fase de "precontacto") las veces que sean necesarias para que desde ahí se exprese, tratando de que el intelecto intervenga lo menos que sea posible para que no consuma energía en exceso y así sea el organismo total el que proporcione el verdadero significado y sean los sentimientos reales y completos los que emerjan. (...)

Una vez que se percibe o se cree que los sentimientos reportados por el paciente son auténticos y congruentes, puede dedicarse a trabajarlos con empatía conversacional o gestálticamente, siguiente su natural dinámica: propiciando que los contacte, los asuma, se responsabilice de ellos, (...) (p. 71).

El terapista Gestalt se rige por sus propias percepciones de lo que debería ser «el flujo natural», y anda repitiendo el proceso hasta que el paciente exprese algo que convenza al terapeuta de ser «su auténtico sentimiento, deseo o sensación», y luego lo impulsa a que se responsabilice por ello, integrándolo así, aunque no haya sido originalmente algo del paciente.

Y más adelanta también:

En terapia Gestalt solemos frustrar los deseos, sobretodo cuando son absurdos, sabiendo que el cliente crecerá más si no manipula; y no las necesidades aunque su surgimiento sea antiguo, porque estando presente su falta de satisfacción, lo dañaríamos. (p. 77).

En esto último, quizá me hace falta más información sobre cómo interpretar aquí la expresión «deseos absurdos». Puedo entenderlo en las situaciones en que un deseo expresado es algo nimio, quizá, como a mí que suelo molestarme si alguien usa mi vaso. Yo siempre bebo en un mismo vaso, lo lavo y me sirvo de nuevo, así me evito lavar más loza, y suele fastidiarme muchísimo que alguien use mi vaso cuando ya sabe que ese es MI vaso. Si quizá se considera ese tipo de deseos absurdos, esta parte la puedo entender, porque este deseo podría verse como una manifestación de un deseo más general que se esconde a la simple vista. Pero me da también la impresión de que por diferencias culturales, Luis Preciado podría llamar deseos absurdos a varias de las cosas que pienso, hago y siento por tener yo una religión muy distinta de la cristiana. Es problemático hallar el modo de diferenciar cuándo un deseo podría considerarse realmente absurdo sin prejuicios culturales.


III
Sesgo Cultural

Esto se agrava más porque, evitando «hablar acerca de...» y evitando la conceptualización, se dejan llevar por las impresiones de la percepción, sin darse cuenta que su percepción ha sido moldeada por una cultura particular.

Y así, se llega a ver que Luis Preciado diga: "Es así como hemos formado sociedades narcisistas (carentes de lo esencialmente humano)." (p. X). Considera, pues, que el narcisismo es la carencia de lo esencialmente humano. ¿Pero cómo es que se puede decir que un ser humano «carece de lo esencialmente humano»? En esto puede verse cómo los pocos conceptos que tienen los gestaltistas se rehúsan a observar la realidad tal cual es, y en cambio, definen las cosas a través de sus propios ideales.

Efecto de entender las conductas del paciente en términos de «auténtico» y «falso», a través de la creencia en un «flujo natural», en lo «falso» se agrupa todo lo que no concuerda con la cosmovisión del terapista, y en lo «auténtico» lo que sí concuerda, y esperan a que el paciente se haga responsable por lo que el terapista considera su «sí mismo auténtico».

En general, hasta donde he visto, los terapeutas Gestalt suelen ignorar mucho de la variabilidad humana, y la determinante influencia de la cultura, no sólo en las costumbres, sino en la percepción de la vida misma. Y es ley universal que, a como percibimos, reaccionamos. Un ejemplo de esto es cómo Luis Preciado, atribuyendo el mal y la psicopatología en general a los introyectos de una sociedad corrompida, dice:

vivimos, al menos desde el último cuarto del pasado siglo XX, un "impasse" (significa un atolladero: ya no funcionamos humana, familiar ni relacionalmente como antes y aún no encontramos otra forma sana de hacerlo) existencial y social; lo que se profundiza con el paso del tiempo.

Yo creo que por eso se han incrementado tanto los divorcios, los embarazos no deseados, la pobreza extrema, la inseguridad y los crímenes, los abusos y abandonos a los infantes, las guerras y guerrillas. (p. IX).

Y estoy de acuerdo en que nuestra sociedad no es sana en absoluto, pero véase aquí, que de primeras, supone que los divorcios son malos, y los problemas actuales que menciona como los embarazos no deseados, la pobreza extrema, la inseguridad y crímenes, son cosas que han existido desde siempre, y seguramente antes con mucha más frecuencia que ahora, con la sola diferencia que ahora los notamos y contamos con más rigor metodológico. Y sobre las guerras y guerrillas, en verdad, hemos estado en la actualidad en uno de los periodos más pacíficos de la historia.

Dice:

En las familias de antes, el varón trabajaba y proveía; era la cabeza, "el jefe" de la familia, puesto que además posee, generalmente, más fuerza física.

La mujer se dedicaba a ser "ama de casa"; a atender el bienestar; la crianza y educación de sus hijos.

Los problemas sociales, eran responsabilidad de los gobernantes, igual que pretendemos ahora. En nuestro tiempo, ya no basta con las aportaciones del varón para incrementar o al menos mantener el nivel social y económico de la familia. ¡Ahora ambos tienen que trabajar!

Hay parejas económicamente acomodadas, pero entonces la mujer cayendo en el extremo del "feminismo" (es lo mismo que el machismo en su lado opuesto, tóxico por extremoso), también quiere sentirse y "verse" productiva; también trabaja... o quiere "hacer su vida social". (p. 15).

En estos asuntos, relacionados con la idea que tiene de que los divorcios son malos, dice también que por trabajar ambos padres, no tienen tiempo de cuidar a sus hijos así que los abandonan en guarderías, con otros familiares o directamente a que se críen en la calle. Menciona estilos de crianza dañinos con los que estoy muy de acuerdo. Pero aquí el detalle es que, creyendo él que las cosas eran mejor antes, el deseo de una mujer de trabajar y hacer su vida social, podría considerarlo un deseo absurdo o falso, y así, hacer que los pacientes adopten su cosmovisión durante la terapia, al hacer que se hagan responsables de lo que él percibiría como el «yo auténtico» o el «verdadero ser» de sus pacientes. Además de que, aprovechando la viada, esa familia tradicional nunca existió más que para los burgueses del siglo XIX, y aún ellos la pasaban muy mal; porque la mayoría de las familias de esos periodos solían trabajar hombres y mujeres, e hijos también, en las fábricas por 14 horas seguidas. Y mucho más antes, siempre, tanto hombres como mujeres, solían trabajar, porque al no haber programas de asistencia social de ningún tipo, todos debían trabajar hasta el día de su muerte para poder sobrevivir cada día.

Y también dice:

Algunas personas son entrenadas para convertir la mayor parte de su miedo en enojo; otras en tristeza, algunas en afecto; otras ¡hasta en alegría! (dicen que algunos revolucionarios villistas y, sobretodo los zapatistas, disfrutaban felices las batallas). (p. X).

Y seguro para muchos cristianos de nuestro tiempo es motivo de miedo una guerra. Pero incluso en otros tiempos los cristianos pelearon en las cruzadas, seguramente con miedo muchos de ellos, pero felices, porque al morir ganarían el paraíso sin duda alguna. Los mexicas, los vikingos, los espartanos, seguramente sentían miedo en las batallas, pero su religión y cultura los motivaba a tal punto, que los espartanos preferían volver muertos que vivos y vencidos. ¿Sería eso una obstrucción del flujo natural? En caso afirmativo, toda cultura sería obstrucción del flujo natural, y sólo el hecho de vivir la influencia de una cultura sería una psicopatología. El error principal en todo esto es no considerar la misma variabilidad como un hecho esencialmente humano, algo de lo que ya conté un poco.


Referencias.

  • Baumgardner, P. (2006). Terapia gestalt. (V. Pérez, Trad.) D.F., México: Pax.
  • Geertz, C. (2006). La interpretación de las culturas. (A. L. Bixio, Trad.) Barcelona, España: Gedisa.
  • Preciado Medina, L. (2012). Miedos... ¿demonios? D.F., México: Pax.

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