La Influencia de las Culturas en el Psicoanálisis

Aquí me ocuparé de manera general y breve de las influencias de las religiones en los procesos psicológicos, los cuales fueron observados por psicólogos que, sin tener en cuenta la cultura como variable, generalizaron las consecuencias de esas influencias religiosas en teorías universales basadas en procesos psicológicos específicos de una cultura. Aquí en específico el psicoanálisis, y sus influencias judías, católicas y protestantes. Con la finalidad doble, como crítica, y como ejemplo para tener precaución en los siguientes estudios en psicología.

    Clifford Geertz (2006) puso al mismo nivel a las filosofías, las ideologías y las religiones:

Los esquemas culturales —religiosos, filosóficos, estéticos, científicos, ideológicos— son "programas"; suministran un patrón o modelo para organizar procesos sociales y psicológicos, así como los sistemas genéticos proveen un correspondiente modelo de la organización de procesos orgánicos.
[a continuación cita a T. Parsons:]
Estas consideraciones definen los términos en que abordamos el problema del "reduccionismo" en psicología y en las ciencias sociales. Los niveles que hemos tratado de discernir (organismo, personalidad, sistema social, cultura)... son... niveles de organización y control. Los niveles inferiores "condicionan" y de esta manera en cierto sentido "determinan" las estructuras en las cuales ellos entran, en el mismo sentido en que la estabilidad de un edificio depende de las propiedades de los materiales de que está construido. (pág. 189).

    Por esto Clifford Geertz decía que la cultura era como un programa de computadora, el cerebro es similar a la computadora, la cual es una evolución de las máquinas universales de Turing, pueden hacer cualquier cosa, de no ser por ellas necesitaríamos una máquina diferente para cada una de las diferentes funciones que tenemos instaladas en nuestras computadoras; la cultura y la gramática son como el código en que está escrito el programa; y lo que se ve en la pantalla es la vivencia del individuo, el lugar de la fenomenología.

    En la biopsicología, la más científica, cometen con alguna frecuencia el error de reducir la actividad mental a la actividad cerebral. Es verdad que todo cuanto ocurre en la mente está en relación directa con la actividad cerebral, pero no es tan simple como algunos lo hacen diciendo: «la depresión es causada por falta de serotonina y dopamina», como cuando observan actividad en una parte del cerebro y dicen que esa parte es la que causa que el sujeto viva algo, es como ver cantar al gallo siempre que sale el sol y concluir que el canto del gallo hace salir al sol.

    Una computadora funciona a través de ceros y unos, porque la corriente pasa o no pasa, por eso el lenguaje binario es el modo en que funcionan las computadoras. Pero arriba de ese lenguaje hay una sucesión de lenguajes distintos. Arriba están los lenguajes de bajo nivel, que son sistemas muchísimo más complejos que el binario, pero es útil este tipo de lenguaje porque los seres humanos somos incapaces de entender todo en lenguaje binario; y arriba del lenguaje de bajo nivel está el lenguaje de alto nivel, que es más fácil de entender para nosotros, en él uno escribe un código de instrucciones de lo que se debe hacer. Y cuando el programa se ejecuta, en la pantalla parece lo que uno ordenó a la computadora.

    El código se escribe en lenguaje de alto nivel, los lenguajes de bajo nivel deben traducirlo a lenguaje binario, y así la computadora trabaja y hace que aparezca en la pantalla lo que uno le mandó. Del mismo modo ocurre con la psique. La cultura y la gramática se instalan como sistemas en el nivel de los lenguajes, podríamos quizá clasificarlos como de bajo nivel y alto nivel, o ambos juntos, quién sabe; el cerebro trabaja tal como el programa lo manda, y así aparece en el nivel fenomenológico lo que el programa mandaba. Y sí, es obvio que hay una relación directa entre la actividad cerebral y la vivencia del sujeto, pero no se trata de una relación causa-efecto, porque todo está mediado por el programa cultural y la gramática, ellas son las que contienen las instrucciones para el trabajo del cerebro. Y aún, desde el nivel fenomenológico el sujeto actúa y vive diversas experiencias que tienen que ser interpretadas a nivel del programa, el cual luego manda instrucciones nuevas al cerebro. Igual que la computadora reaccionará diferente según lo que el usuario haga viendo la pantalla. Y de este modo, los tres niveles interactúan, formados por sistemas distintos, pero unidos como uno solo. A estos niveles los llamo: nivel neurológico, nivel del proxy, y nivel fenomenológico. He escrito ya una introducción a estos conceptos en Principios de Psicología Metódica.

    Es indispensable, por ello, tener siempre en cuenta los diferentes aspectos de la cultura que influyen en los procesos psicológicos, y por esto, no podemos generalizar como universales los procesos psicológicos sin antes haber contrastado con estudios psicológicos de otras culturas, como han hecho la mayoría de las corrientes psicológicas hasta ahora, olvidándose de contrastar con lugares no cristianos del planeta.

La Ley y la Trinidad

    Ya me detuve con más detalle sobre esto en La Influencia del Judaísmo en el Psicoanálisis, de cómo el concepto de castración viene directamente de la circuncisión, el concepto de pulsión del de «mazal», y de cómo el aparato psíquico: «ello, yo, y superyó» está calcado de la anatomía y fisiología del alma en el judaísmo: «nefesh, ruaj, y neshamá»; e incluso la represión y el parricidio primordial calcados de la caída del Edén. E incluso la Ley, objeto de veneración de los psicoanalistas lacanianos, es exactamente el mismo que en el judaísmo pero traducido: «Torah», incluso podríamos notar la similitud entre la distinción de la Torah de lo Bajo, y la Torah de lo Alto, con la distinción entre las leyes particulares y la Ley de la que hablan los lacanianos; igual los Nombres-del-Padre tomados del catolicismo.

    La razón de que estos conceptos fueran desarrollados en el psicoanálisis es que Freud era judío, y no he hurgado en su privacidad ni en la de sus pacientes, pero supongo que bastantes de sus pacientes fueron también judíos. Los procesos psicológicos de sus pacientes serían procesos específicos de una mente moldeada en la cultura judía. Freud desarrolló la atención flotante como herramienta para combatir a Mercurio, dios de la interpretación, pero actualmente los psicoanalistas han sido ampliamente burlados por él, igual que Freud cuando creyó que el complejo de Edipo era universal y escribió Tótem y Tabú. Escribí un poco más acerca de esto en El Problema de la Interpretación del Discurso, de cómo al interpretar un texto teniendo una teoría en mente, uno hará únicamente las preguntas que emanan de su teoría, y así sólo conseguirá respuestas acordes a su propia teoría, estando así sin la posibilidad de contrastarlas con la realidad.

    Daré entonces ahora nada más una prueba de por qué la Ley no es un elemento universal y esencial de la mente sino únicamente un concepto cultural y religiosamente valorado, lo mismo que la justicia. Veamos primero qué era lo que decía Freud (2012 [1930]):

La vida humana en común sólo se torna posible cuando llega a reunirse una mayoría más poderosa que cada uno de los individuos y que se mantenga unida frente a cualquiera de éstos. El poderío de tal comunidad se enfrenta entonces, como «Derecho», con el poderío del individuo que se tacha de «fuerza bruta». Esta sustitución del poderío individual por el de la comunidad representa el paso decisivo hacia la cultura. Su carácter esencial reside en que los miembros de la comunidad restringen sus posibilidades de satisfacción, mientras que el individuo aislado no reconocía semejantes restricciones. Así, pues, el primer requisito cultural es el de la justicia, o sea, la seguridad de que el orden jurídico, una vez establecido, ya no será violado a favor de un individuo, sin que esto implique un pronunciamiento sobre el valor ético de semejante derecho. El curso ulterior de la evolución cultural parece tender a que este derecho deje de expresar la voluntad de un pequeño grupo —casta, tribu, clase social—, que a su vez se enfrenta, como individualidad violentamente agresiva, con otras masas quizá más numerosas. El resultado final ha de ser el establecimiento de un derecho al que todos —o por lo menos todos los individuos aptos para la vida en comunidad— hayan contribuido con el sacrificio de sus instintos, y que no deje a ninguno —una vez más: con la mencionada limitación— a merced de la fuerza bruta. (págs. 3036-3037).

    Y es verdad que la justicia y la ley son el fundamento, pero no de la cultura, sino únicamente de la cultura judía, que Freud pensara esto es totalmente natural y predecible de cualquier judío ateo. Y el derecho es fundamental en la Europa de la época, con su creciente impulso hacia la democracia. Pero el derecho tal como fue fundado por los romanos era una cosa muy distinta de lo que idealmente se espera; era mucho más cercano a lo que ahora llamamos «corrupción» o «crimen organizado». Y es que desde antiguo la Ley siempre ha sido nada más y nada menos que un abuso y una explotación sistematizada.

Hasta el siglo último no se ha considerado deshonesto enriquecerse con el gobierno. (...) Después de ser gobernador provincial durante un año, Cicerón sólo había ganado una suma equivalente a mil millones de nuestros céntimos, por lo que podía enorgullecerse: era bien poco. Los antiguos sistemas administrativos sólo tienen de común el nombre con lo que nosotros denominamos una administración; durante milenios, los soberanos se sirvieron de una mafia o sistema de extorsión llamado administración con el fin de arrancarles a las poblaciones los impuestos o explotarlas lisa y llanamente, de la misma manera que los reyes de Francia echaban mano de auténticos piratas, a los que bautizaban como corsarios, para marina de guerra, y se repartían con ellos los beneficios del corso. No se servía sin más ni más al Estado; se servía al Estado y se servía del Estado; una concepción que puede resultar execrable, pero, psicológicamente, un corsario no es lo mismo que un oficial de marina corrompido. La cuestión no estaba en ser íntegro, sino en tener tacto, a la manera de un comerciante que no debe dar a entender a su clientela que sólo vende en su propio interés. Por eso, mientras los gobernantes atienden a su propio bien sin dejar de servir al emperador, las poblaciones oprimidas están dispuestas a creer que sus paternales dueños las explotaban para su bien. (Brown, Patlagean, Rouche, Thébert, & Veyne, 2017, pág. 103).

OMNIS LEX SCELUS EST

    Y esto no sucedía nada más con los hombres libres, sino que incluso los esclavos sentían como su deber moral el ser buenos esclavos. La ley, como cualquier otro concepto social, está sujeta a la varianza, igual que la justicia, y por ser tal, está claro que no es universal. Se entiende que se desarrollara este concepto en el psicoanálisis al estudiar la mente de los pacientes, pero se les olvida que la inmensa mayoría de los pacientes de los psicoanalistas han sido siempre judíos y cristianos.

    Igualmente los conceptos del psicoanálisis lacaniano han sido influenciados por el catolicismo de Lacan, además de que Francia permaneció en el catolicismo luego de la Reforma, es decir que sus pacientes eran o al menos habían sido criados en la religión católica:

La Divina Trinidad inspiró a Lacan su concepción de los tres registros, con sus relaciones recíprocas, hasta el fin de su enseñanza. Los introduce como tales en la primavera europea de 1952 a fin de establecer en el historial freudiano del Hombre de los Lobos el carácter trino de la función del padre; desde sus primeros seminarios se refiere a la “trinidad” de lo simbólico, lo imaginario y lo real; y en los últimos, cuando piense los registros como los tres redondeles de la cuerda de una cadena borromea o como las tres zonas de un nudo de trébol, seguirá considerando que forman una trinidad. La tríada de los registros y la triplicidad del padre ingresan al discurso analítico juntas, y no dejan de caminar de la mano: al comienzo, Lacan concibe los registros como ejes cartesianos, y por ello descompone “la función del padre [en] varios planos”, y al final, los concibe al modo de una cadena borromea de tres eslabones (tras haber verificado que tal cadena podía cumplir la función de un sistema de coordenadas cartesianas), y entonces retoma la triplicidad de los nombres del padre, y que pueden así definirse en función de su posición relativa a esos eslabones. 
Introducir los registros responde a la necesidad de diferenciar “los tres aspectos de la función paterna” en el historial del Hombre de los Lobos y permite a Lacan distinguir el padre simbólico (Nombre-del-Padre), el padre imaginario (rival del sujeto masculino en el complejo de Edipo y fantasma capaz de enarbolar la cimitarra castradora) y el padre real (agente de aquella función). Si anotamos esos tres padres mediante los símbolos P, p y π, respectivamente, podemos decir que la “función del padre” (P) los tiene por componentes, así como un vector se define por sus tres coordenadas. (Arenas, 2019, págs. 37-38).

    El «Otro» y los «Nombres-del-Padre» son conceptos católicos desde mucho antes de que Lacan los usara. Y como vemos, tanto ellos como la división en «Real, Simbólico, e Imaginario» está inspirada directamente por la trinidad. ¿Cuánta más prueba se necesita de que estos conceptos y sus teorías psicológicas no dicen nada acerca de la cultura, sino que están determinados por una cultura en particular? Supongo que estos conceptos quizá hayan sido útiles para el estudio de los católicos, ¿pero universales o útiles para el estudio de la psique en general? para nada. Sin mencionar lo absurda e innecesariamente complicados y anfibológicos que son, revestidos de esa fraudulenta seudo-formalidad de los matemas, topologías, lingüisterías y logisterías sin sentido.

    Creer que Lacan hablaba de La Cultura con teorías tan particulares y específicas de una cultura, es como cuando se le dice a los cristianos que la historia de los reyes magos es una metáfora adaptada de las tres estrellas del Cinturón de Orión que en diciembre señalan el lugar donde nacerá el sol, y ellos replican diciendo que Dios hizo esas constelaciones para dar prueba de la historia de los reyes magos como un hecho. No hay que confundir las cosas. Así como no podemos hablar un lenguaje sin hablar un idioma en específico, no podemos hablar de la cultura sin hablar de UNA cultura en específico. Y de la cultura que han hablado los psicoanalistas hasta ahora es siempre: la cultura judía, y la cultura cristiana.

El Amor, la Culpa, y la Reparación

    El amor, la culpa y la reparación son conceptos fundamentales en las teorías de Melanie Klein, y estudió niños desde muy temprana edad, pero aunque es relativamente confiable hacer algunas generalizaciones a partir de los niños, me parece, no lo es del todo cuando uno se olvida de la cultura como variable. Porque observando a los niños llegamos a la observación de que es universal la adquisición del lenguaje, pero si hemos estudiado únicamente a niños ingleses, no debemos concluir que en los niños es universal la adquisición del inglés. Del mismo modo, los niños que Klein estudió eran niños cristianos, desconozco en qué medida haya diferencia entre los católicos, los anglicanos y los protestantes de diferentes ramas, pero me parece que no es ninguna coincidencia que los conceptos fundamentales desarrollados por Klein en sus observaciones sean exactamente los mismos que los conceptos fundamentales del cristianismo. Esos niños estaban creciendo, pero no estaban adquiriendo la cultura como siempre se confunden los lacanianos, sino que estaban adquiriendo una cultura en específico: la cristiana.

    Por eso la importancia del amor de Cristo, la dualidad tan marcada de objetos buenos y malos en su teoría, por la dualidad tan marcada del cristianismo entre la lucha del bien contra el mal; la importancia de la culpa por los pecados, y la reparación, calcada de la redención de Cristo, que se sacrificó por amor a nosotros, para salvarnos de nuestros pecados.

    Sé que si uno nació en el mundo cristiano y nunca ha ido a vivir a ningún otro lado es difícil imaginar una forma de vida que no esté dominada por el amor, la culpa y la redención, pero hay muchas religiones guerreras, como eran los mexicas; religiones donde el amor es un concepto que sale sobrando entre el montón y dan importancia a otros como la pureza, el arte, y lo indescriptible como en el taoísmo. Estos conceptos en otras culturas tienen la importancia que en el mundo cristiano tienen el amor, la justicia, la culpa, y el bien y el mal. De modo que es claro, que el amor (al menos con la anfibología que se entiende en el mundo cristiano) no es universal, lo universal es el apego y el cariño como afectos, pero no como conceptos; tampoco son universales la culpa, los budistas tántricos al llegar a la iluminación podían sin ningún remordimiento matar a alguien simplemente porque se les ocurrió hacerlo. Además, el sentimiento de culpa se debe siempre a ciertos ideales que pueden variar, y de este modo, no es posible suponer que la culpa esté esencialmente ligada a herir a otros, porque el asesinato aunque sea pecado es mandamiento si es en una cruzada; que se sienta culpa se debe a lo que se define por pecado y crimen, y según se cambien las definiciones uno puede llegar a sentir culpa por ayudar a los demás y sentirse buena persona descuartizando a otros; igualmente si no se define el pecado y el crimen, la culpa no podrá aparecer. Despojados de la adquisición de las imposiciones culturales que crean el pecado, los niños podrían sentir miedo de desagradarles a sus padres, coraje y desprecio contra ellos, pero culpa no.

El Psicoanálisis y las Religiones

    Podemos ver, entonces, que los conceptos y teorías psicoanalíticas han sido moldeados por una cultura en particular, la judeo-cristiana. Y por eso de universales no tienen nada, y no hablan nada sobre la cultura, sino únicamente hablan de las culturas judías y cristianas.

    Y no nada más sus conceptos y teorías han sido tomados de, y adaptados a, la cultura cristiana, sino incluso la organización de los psicoanalistas. Muchos lo dicen, incluso los psicoanalistas para criticar a otros psicoanalistas: «el psicoanálisis es una religión», y no es nada más algo que podamos decir como crítica, sino también con observaciones: tiene un ritual de iniciación, el psicoanálisis propio y didáctico que exigen en las maestrías de psicoanálisis; la observación que ponen en quién fue analizado por quién, en quién fue discípulo de quién, de manera tal que hacen verdaderas genealogías discipulares y de analizantes, como calcando el modelo católico antiguo de considerarse verdaderos herederos de Cristo únicamente si su obispo fue discípulo del discípulo de Jesús; e incluso se forman con frecuencia en círculos de lectura como los judíos, que se juntan en la sinagoga a leer e interpretar la Torah, así también se juntan a leer siempre lo mismo: Freud, Lacan, Levi-Strauss, etc., pero nunca algo que no vaya acorde a su dogma; o se organizan asistiendo a seminarios imitando el modelo católico de las misas. Y especialmente, me parece, entre los lacanianos, imitan el discurso que tienen casi todas las denominaciones cristianas: renegar de la ciencia, y retornar al cristianismo primitivo, que en su caso es: retornar a Freud, porque solo la palabra de aquél Dios es insuperable y digna de retornar ignorando el progreso científico. E incluso toman ocasionalmente la venida de unos intelectuales que toman como mesías o profetas, similar a cómo los cristianos ocasionalmente siguen a ciertos pastores oradores. E igual que sucede con los antiguos dogmas religiosos y las antiguas sectas filosóficas, varios psicoanalistas pretenden siempre explicar lo que dijeron los antiguos, Freud o Lacan, sin ser conscientes de hacer cambios en la doctrina, pues se siguen considerando apegados al dogma antiguo aunque en realidad con el tiempo han hecho cambios muy importantes.

    ¿Es el psicoanálisis una religión? Creo que no, pero sí es una ideología que se parece mucho. ¿Y por qué una ideología?: Porque el budismo primitivo era una religión y nació como una terapéutica para el alma, igual que el psicoanálisis, con la sola diferencia de que el psicoanálisis no ha convertido a sus fundadores e iluminados en dioses, al menos no todavía.

Conclusión

    Con el ejemplo de los psicoanálisis, puede verse cómo cuando los psicólogos no tienen en cuenta a la cultura como variable generalizan erróneamente los procesos psicológicos de sujetos de una cultura en específico hacia la psicología de todos los seres humanos, y en el transcurso crean o toman conceptos apropiados para el estudio de la mente de sus pacientes. Pero esos conceptos resultan ser, siempre, los símbolos que estructuran su cultura particular.

    Y siendo así, ¿qué caso tendría inventar conceptos nuevos para estudiar la mente de los pacientes? Por eso, me parece que lo mejor sería utilizar los conceptos culturalmente ya establecidos y ver cómo se desarrollan en la mente del sujeto en cuestión. Empezar por analizar la cosmovisión de cada paciente en particular, y ver cómo se relaciona con los símbolos culturalmente más establecidos, los filosóficos, los religiosos, ideológicos, y científicos. En vez de meterle a todos indiscriminadamente los mismos conceptos determinados por influencias de una cultura particular, porque además de caer en el error de una generalización reduccionista ineficaz, sirven sus interpretaciones e intervenciones como herramientas de normalización.

    Porque la cultura es como un programa, y éste da órdenes al cerebro de cómo procesar los datos, y genera la realidad vivida por el sujeto. Si uno se centra en el estudio únicamente de uno de esos tres niveles, caerá en un reduccionismo ineficaz, es necesario estudiar los tres niveles y sus relaciones recíprocas. Para eso me he servido de modificar la lógica matemática, creando la matemática sintagmática; y el estudio de las partes que integran la cosmovisión, al que llamo cosmonomía.


Referencias.
  • Arenas, G. (2019). Ombligos: desbricolaje del padre. Argentina: Grama.
  • Brown, P., Patlagean, É., Rouche, M., Thébert, Y., & Veyne, P. (2017). Historia de la vida privada 1 (Vol. 1). (F. Pérez Gutiérrez, & J. Arce, Trads.) Barcelona, España: Taurus.
  • Freud, S. (2012 [1930]). El malestar en la cultura. En Obras completas (L. López-Ballesteros y de Torres, Trad.). D.F., México: Siglo XXI.
  • Geertz, C. (2006). La interpretación de las culturas. (A. L. Bixio, Trad.) Barcelona, España: Gedisa.

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